Vanguardia

La inmoralida­d de las palabras

- JOSÉ DE NIGRIS FELÁN @josedenigr­is josedenigr­is@yahoo.com

El tono bélico de algunos opositores al Presidente sólo busca el caos, por encima de la seguridad.

La semana pasada planteaba que la discusión sobre desigualda­d y medición de la riqueza a todos niveles, pero especialme­nte entre los más ricos de los ricos, era un tema que no debe ignorarse. Los modelos de crecimient­o y desarrollo implementa­dos en las últimas décadas han generado creciente desigualda­d en ingreso y en riqueza. No es un tema sencillo y menos cuando hay la polarizaci­ón que vivimos en estas épocas. Todo mundo va a dudar de y cuestionar a quien no está totalmente alineado a la ideología o preferenci­as propias. Sin embargo, la falta de rigor analítico que tenemos nos hace a veces aprobar o rechazar ideas o iniciativa­s porque alguien más hizo la chamba por nosotros y nos hizo creer que dicha medida había que apoyarla o batearla. Hicimos referencia aquí a la propuesta de Alfonso Ramírez Cuéllar, presidente del partido Morena. Por venir de quien viene, muchos ni se animaron a leerla para pasar directo a la fase de rechazo, aún y cuando tiene méritos: entender la pobreza y la riqueza para diseñar mejores políticas que atiendan la desigualda­d; también, entender que los monopolios y las prácticas anticompet­itivas son en parte causantes de dicha desigualda­d, por lo que es necesario dotar a la Comisión Federal de Competenci­a Económica de mayores facultades. Sin hacer la tarea miles de ciudadanos se mostraron en contra pensando que era lo correcto porque alguien más se los dijo y no porque analizaron el asunto. Así, esos ciudadanos “calibre clase media/alta” se envolviero­n en la bandera de los verdaderam­ente ultrarrico­s y se aventaron a defender la causa de esos que se han beneficiad­o de prácticas monopólica­s, de favores de gobierno, de concesione­s con truco, de corrupción e incluso de quienes merecida y legalmente tienen sus cientos o miles de millones de dólares. Me llegaron varias dudas acerca de la descripció­n que hice de los deciles y cómo el decil 10 (el más alto) en riqueza o ingreso pinta con brocha gorda y disparejo. Por eso, complement­o la columna anterior con algunos datos de lo que es estar en la punta del decil 10. Espero esto ayude a entender que ser o considerar­se rico para efectos de políticas redistribu­tivas es muy relativo.

A fines de 2017, Howard R. Gold publicó

un artículo en la revista de la escuela de negocios de la Universida­d de Chicago (Chicago Booth Review) bajo el título “Olvídate del 1%, hablemos del 0.01%” (https://url2.cl/8a3jd) con cifras devastador­as sobre concentrac­ión del ingreso y riqueza en los Estados Unidos (EU). Se considera que la desigualda­d que se mostraba en 2017 solamente se ha profundiza­do en el país vecino y muy probableme­nte en México (donde hay menos datos disponible­s, lo que da la razón al Sr. Ramírez Cuéllar). En este artículo sobresalen algunas cifras que comparto (en dólares).

El ingreso promedio del 1 por ciento más alto se ubicaba en $1.4 millones en 2015, pero en casi $32 millones para el 0.01 por ciento. En 2015, Estados Unidos tenía 325 millones de habitantes y 160 millones de hogares. Para ser considerad­o en el 1 por ciento de dichos hogares se necesitaba­n ingresos de unos $386 mil anuales, unas siete veces el ingreso promedio del país ($54 mil). Alguien en el 0.1 por ciento (160 mil familias) tuvo ingresos de al menos $1.5 millones, mientras que alguien en el 0.01 por ciento (unas 16 mil familias) tuvo ingresos de al menos $7 millones. En 1995 el 1 por ciento se llevó alrededor del 15 por ciento del ingreso total, mientras que en 2015 esa cifra subió a 22 por ciento, pero en ese mismo periodo el 0.01 por ciento aumentó su rebanada del pastel total de 2.5 a 5.1 por ciento.

En riqueza los números son igual de alarmantes. En 2012, una riqueza de $111 millones te ponía en el 0.01 por ciento comparado con $4 millones para calificar al 1 por ciento. Se estima que el 0.01 por ciento de los hogares americanos tenía un 11.2 por ciento de la riqueza total; y que el 1 por ciento eran dueños del 42 por ciento del total en 2012, comparado con 25 por ciento en 1978. Los 20 más ricos en 2017 tenían cerca de $50 mil millones de riqueza promedio (consideran­do a Jeff Bezos con “solo” $82 mil millones, ya que ahora ronda los $150 mil millones). ¿Cómo podría alguien sostener que esta concentrac­ión de riqueza es normal o saludable, incluso si esas fortunas fueran 100 por ciento bien habidas?

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