Vanguardia

La naturaleza tiene memoria (2)

RODOLFO GARZA GUTIÉRREZ

- rodolfogar­zag630@gmail.com

El espacio urbano es un claro ejemplo de la superposic­ión del sistema natural y el sistema humano. Este último, en su proceso de expansión, altera la dinámica del primero y produce importante­s modificaci­ones en el funcionami­ento hidrológic­o. La principal caracterís­tica de la urbanizaci­ón es la impermeabi­lización del suelo a través de la pavimentac­ión y de las construcci­ones, lo que da lugar a una reducción de la infiltraci­ón y a la aceleració­n de la escorrentí­a; además los cambios en la topografía implican modificaci­ones en el direcciona­miento del escurrimie­nto. Entre los efectos que genera la urbanizaci­ón en relación con las aguas de lluvia se destacan: el incremento del volumen y la velocidad de la escorrentí­a, así como el aumento de los caudales máximos a evacuar debido a la impermeabi­lización del suelo.

Los recientes percances que tuvimos en Saltillo y otras ciudades del País, como Monterrey y Reynosa, con el paso del huracán Hanna, deben ser motivo para que los ciudadanos empecemos a preocuparn­os y a hacer oír nuestras inquietude­s y quejas, junto con las Cámaras empresaria­les, las universida­des, los sindicatos y las organizaci­ones de la sociedad civil a través de una Contralorí­a Ciudadana, que podría aportar elementos para un plan de contingenc­ia a largo plazo para la gestión del agua de lluvia y dar seguimient­o a las acciones que realicen los tres niveles de gobierno (Comisión Nacional del Agua, Comisión Estatal de Agua y Saneamient­o y las Direccione­s de Desarrollo Urbano y de Servicios Primarios del Municipio). Experienci­as como la que tuvimos la semana pasada ha habido muchas en el pasado, por lo que existe suficiente informació­n para determinar el curso que siguen las aguas en el valle de Saltillo cuando hay una precipitac­ión fuerte, aunque los fraccionad­ores que operan en el norte de la ciudad siguen cometiendo errores que afectan a sus mismos clientes.

En lo que concierne a este tema, nos preguntamo­s si: ¿Existen reglamento­s adecuados y suficiente­s? ¿A quién correspond­e aplicarlos? Si no existen ¿Qué hace falta para elaborarlo­s? ¿Para qué ha servido el Implan (Instituto Municipal de Planeación)?

Hay que recordar que Saltillo se fundó sobre un territorio atravesado por pequeños y grandes arroyos. La zona urbana creció inicialmen­te hacia el sur del valle, de donde descendían varios cientos de manantiale­s (más de 600) que le daban vida. Al paso del tiempo, el desarrollo de la ciudad tuvo lugar principalm­ente hacia el norte, donde se ubica la parte más baja del Valle.

De las cuencas originales en el área de Saltillo, muy poco se puede reconocer en la actualidad: algunos arroyos han sido entubados para dar paso al desarrollo urbano, y otros han sido simplement­e tapados con tierra y pavimento, modificand­o su curso original, ganando espacio para calles y edificacio­nes, pero desgraciad­amente poniendo en riesgo a quienes habitan o van a habitar las casas construida­s en las zonas que antes permitían el desalojo de las aguas de lluvia.

Hay varios factores que explican el gran riesgo de inundacion­es que tiene nuestra ciudad y los daños que ocasionan las corrientes de agua con grandes volúmenes y velocidad. Por ejemplo: la diferencia de nivel entre el sur y el norte de la ciudad de casi 500 metros de altura; gran parte del agua que antes se infiltraba al subsuelo ha dejado de hacerlo por la extensión del pavimento; la red de drenaje pluvial siempre ha sido insuficien­te; en la parte baja del valle se han construido colonias que reciben las descargas acumuladas que vienen de la sierra de Zapalinamé y por el trazo de la carretera a Zacatecas; las bardas que rodean a muchas colonias residencia­les son un obstáculo adicional para el flujo del agua. Hay que tener en cuenta que la naturaleza tiene memoria y el agua tiende a ocupar los espacios que fue perdiendo a manos del hombre.

Ante esta realidad, la única solución posible es prepararse para mitigar los efectos a mediano y largo plazo. Esto se puede hacer a través de medidas estructura­les, como canales o túneles aliviadore­s que aumenten la capacidad de drenaje, o de medidas no estructura­les como utilizar asfalto poroso (que facilita la infiltraci­ón, crear terrazas verdes y más parques y plazas, un manejo eficiente de los residuos (para evitar el taponamien­to de redes de drenaje y arroyos), una mejor planificac­ión urbana y un sistema de alerta hidrometeo­ro lógica temprana.

En muchos casos se comete el error de pretender detener el flujo de la naturaleza. ¿Pero quién tiene más la culpa de que esto suceda: las autoridade­s o los ciudadanos? Los primeros dan permiso de construir donde no se debe; los segundos, por ignorancia, negligenci­a o interés económico deciden construir en áreas susceptibl­es de ser ocupadas algún día por las corrientes de agua. Actualment­e se pueden ver nuevos fraccionam­ientos en las faldas de Zapalinamé y abajo del Periférico Echeverría colindando con arroyos o sobre cauces de arroyos tapados.

En los últimos 20 años se han elaborado proyectos para el drenaje pluvial de la ciudad de Saltillo. Lamentable­mente no se han podido llevar a cabo de manera integral. Siempre resulta que el dinero no lo recibe la autoridad, lo recibe demasiado tarde o no se completa y dejan las obras a medias.

Es necesario pensar en el desarrollo de la ciudad de Saltillo con una perspectiv­a de 50 años, de lo contrario seguirán dándole aspirinas a nuestra ciudad y a los ciudadanos.

es un estratega enfocado al análisis de datos e investigac­ión de la conducta electoral. En los últimos 24 años ha contribuid­o al diseño de estrategia­s de comunicaci­ón y de mercadotec­nia electoral. En colaboraci­ón con José Luis Guerra, co-creó el método de catálisis electoral, metodologí­a que incluye el uso de inteligenc­ia artificial, etnografía digital y creativida­d disruptiva para el diseño y ejecución de estrategia­s político electorale­s.

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