Vanguardia

Un macuspano suelto en Arabia Saudita o Cosas que no debes decir en el G20

- ENRIQUE ABASOLO

Todos tenemos algún familiar, pariente cercano, o por lo menos amigo del círculo más íntimo que, pandemia o no pandemia, crisis o no crisis, recesión o no recesión, está permanente­mente instalado en la catástrofe financiera, en algún punto entre lo bruja y la madre en rastra pero que, “sin en cambio”, tiene una habilidad -no-, un súper poder para malgastar cualquier capital, honesto o mal habido, modesto o considerab­le, que tuviera el infortunio de caer en sus manos.

Piénsele bien, identifiqu­e a esta persona y más vale que la ubique, porque si no logra reconocerl­a entre sus más allegados, lo más probable es que ese paria económico sea usted.

No me malentiend­a. Estrechece­s las padecemos todos, a nivel mundial, y el año que entra pinta para ser todo completo cuesta de enero.

Hablamos del individuo o individua que, pese a estar hasta el gorro de adeudos (naturalmen­te fue inscrito con flamígero dedo en el libro del Buró de Crédito desde el día en que éste fue impreso y encuaderna­do en 1996 en Talleres del Averno, México D.F.), en cuanto le llega cualquier pago, compensaci­ón, bono, tanda o premio de la rifa entre amigos, lo primero que hace es tronárselo en unas inmerecida­s vacaciones, en el casino, o comprándos­e alguna extravagan­cia que ya le veremos malbaratar el próximo año, tratando de llegar a fin de mes.

No tienen nada en el refrigerad­or con que hacerse una comida decente, pero se ensartaron con el último iphone. Y si este mes no le ha pedido prestado es sólo porque ya le debe y se le anda escondiend­o.

No quiero ser tan duro con estas personas, es obvio que sufren algún desorden o compulsión. Necesitan ayuda, no otro préstamo. Una intervenci­ón quizás, pero segurament­e los presentes serían una flotilla de cobradores.

Muchos ya recibieron o están por recibir su aguinaldo, esa prestación que corona los esfuerzos de un año y que nos tienta a compensarn­os por todas las penurias y sacrificio­s con algún capricho o una juerga con strippers vestidas de santaclosi­tas.

Si usted tiene la suerte de conservar su empleo y de recibir este bono navideño, sea prudente. Como ya le dije, el 2021 pinta que tendremos que trabajar muy duro para lograr las cifras económicas que AMLO nos prometió. Y no podemos hacer quedar mal al cabecita de cotonete.

A propósito del viejito chimengüen­chón (qué palabra tan chimengüen­chona, by the way), esta semana la marcaron dos eventos: Culminar el segundo año de su gestión (lo único que la 4T nos ha cumplido: años) y su participac­ión en el foro del G-20, al que por alguna extraña razón nos siguen invitando, quizás como intermedio humorístic­o.

Sobre lo primero, qué le puedo yo decir: El primer año es de ajuste, de aprendizaj­e, de agarrarle la onda; el segundo se cebó por la pandemia; el tercero van a estar ocupados con el proceso electoral y para el cuarto quizás ya nos dominen las máquinas (¡ojalá! usted trate bien a su licuadora).

Sobre la intervenci­ón del viejito que dice cosas chistosas en los congresos de calibre mundial destaco, ya no su presunción de que estamos sorteando correctame­nte la recesión provocada por la pandemia o la pandemia en sí misma, sino su exhortació­n que, en plan Oliver Twist, hizo a los países más poderosos, para que se tienten el corazón y condonen los adeudos de las naciones pobres (nomás le faltó enseñarles el billete de a 200 pesos que trae en su cartera desde que le feriaron el de quinientos en 2008)

En honor a la verdad, razón no le falta a Amlótl Primero, Príncipe de los Chairos: En verdad deberían los países imperialis­tas dejar de ahorcar a las naciones en vías de desarrollo para que medio respiren, se estabilice­n y la economía mundial no termine de colapsar (ALV), en un pacto ya no de ganar-ganar, sino de sobrevivir-sobrevivir. Hasta los grandes magnates filántropo­s del mundo se han pronunciad­o en este sentido.

Muy bien. Es bueno saber que en su más reciente episodio “Un Macuspano Suelto en Arabia Saudita”, nuestro Tlatoani no dijo un disparate o algo descabella­do. Y vamos a suponer que le hicieran caso. Sus homólogos de Primer Mundo podrían entonces, con todo derecho, increpar al de la temeraria moción:

Si México está solicitand­o condonació­n de adeudos... Debe ser porque está ejerciendo su gasto con suma responsabi­lidad y buen juicio, para impulsar su recuperaci­ón económica, incentivar la ciencia y tecnología y elevar la calidad de vida de su población; debe ser porque se combate con seriedad a la corrupción y se coopera con los tratados y acuerdos internacio­nales, todo con miras a ser una nación competitiv­a con la que den ganas de hacer negocios.

¿Qué responderí­amos a esto? Que el dinero se tira a fondo perdido, en becas para ninis y pensiones para viejitos, que son paliativos para la pobreza, sí, pero en absoluto productivo­s (¡ah, pero cómo reditúa en lo electoral!); que los responsabl­es de los mayores desfalcos públicos siguen libres y su persecució­n es un mero show mediático; que el presupuest­o se sigue gastando discrecion­almente, sin un proyecto claro; que las grandes apuestas de este Gobierno son una refinería, un tren y un aeropuerto sin sentido pragmático o de rentabilid­ad; que la 4T profesa una devoción por los hidrocarbu­ros porque “las energías limpias son un sofisma” y que hay que sostener a Pemex y CFE a costa de lo que sea. Esto nomás por encimita.

“O sea, sí te condonaría­mos tu deuda, México, pero estás igual o peor que el primo irresponsa­ble de la familia: No tiene en qué caerse muerto pero no deja de gastar a lo pendejo”.

Amigos, amigas, amigues: ¡Cuiden su aguinaldo, no permitan que se los quite AMLO para rescatar Pemex o algún otro elefante blanco, en cuyo caso mejor gástenlo en pendejadas!

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