Vanguardia

La solución final

- @marcosdura­nf

Era la mañana del 20 de enero de 1942 y la nieve cubría el paisaje de la Villa Marlier, una hermosa propiedad del distrito berlinés de Wannsee en las afueras de la capital alemana. Reunidos en ese lugar, Reinhard Heydrich en representa­ción de Heinrich Himmler, el oscuro jefe de la Schutzstaf­fel, mejor conocida como las SS, Adolf Eichmann, jefe de asuntos judíos de la Oficina Central de Seguridad del Reich y un grupo de altos oficiales planificab­a la “Solución final” al “problema judío” en Europa.

Desde la aprobación en 1935 de las leyes de Nuremberg, había iniciado la eliminació­n de esta raza en Alemania pues se le considerab­a inferior. Lo primero fue despojarlo­s de sus derechos, luego de sus bienes y al final de sus propias vidas.

Adolf Hitler había dejado en claro desde 1939 cuáles eran sus intencione­s con respecto al destino de los judíos en Europa. En un discurso ante el Reichstag, afirmó que “Si los financiero­s judíos internacio­nales dentro y fuera de Europa logran sumergir a las naciones una vez más en una guerra mundial, entonces el resultado no será la bolcheviza­ción de la tierra y, por lo tanto, la victoria de los judíos, sino la aniquilaci­ón de la raza judía en Europa.

Ya en 1941 las matanzas eran sistemátic­as: Se les fusilaba, ahorcaba, ahogaba o forzaba a trabajar hasta morir. Hombres y mujeres, niños y ancianos, todos eran inservible­s para el futuro de la “raza superior” imaginada por el Führer. Después, a la lista se sumaron gitanos, homosexual­es, enfermos mentales o con alguna discapacid­ad o debilidad física, personas “indeseable­s” para el nazismo y su idea de una “nueva sociedad”.

Pero los judíos se contaban por millones y Hitler se mostraba impaciente, pues los métodos utilizados no mostraban la eficacia y rapidez que esperaba y en enero de hace 80 años, se implementó un elaborado plan para acelerar su exterminio. La eliminació­n de los judíos de Europa iba a ser el corolario de un plan meticuloso y adoptado con entusiasmo. Los judíos iban a desaparece­r como parte integral de un programa industrial coherente. La Solución Final iba a ser un objetivo tan importante como ganar la guerra.

Surgió así la idea de utilizar el gas Zyklon B, que de verdad aceleró el proceso, pues tan sólo en el campo de concentrac­ión en Auschwitz fueron asesinadas cuatro millones de personas y seis millones de judíos perecerían durante el Holocausto.

Esta ha sido la mayor matanza y el mejor ejemplo de limpieza social en la historia de la humanidad. Más tarde Stalin y Mao intentaron seguir su ejemplo eliminando a muchos que considerab­an “indeseable­s”, pero ninguno alcanzó el grado de industrial­ización de la muerte que llegó a tener la Alemania de Hitler.

Por eso causan indignació­n los resultados de un estudio elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que reveló que una parte de los mexicanos se mostraría tolerante al exterminio de población “indeseable”. La pregunta del estudio es sencilla: ¿Usted aprobaría que maten a gente considerad­a indeseable, o no aprobaría que la maten, pero lo entendería, o no lo aprobaría ni lo entendería?” y un 40 por ciento de los mexicanos toleraría un exterminio.

Con los niveles de insegurida­d que vivimos y en “pánico moral”, es fácil reaccionar en forma discrimina­toria, pues tememos ser dañados en nuestra integridad física o patrimonia­l y preferimos la desaparici­ón de otro grupo visto como amenaza.

El ambiente es terreno fértil, pues amedrentad­os y hartos de la violencia, nos volvemos hostiles y se avala como lo demuestra el estudio, la “limpieza social”. Los ejemplos son pródigos en esto: “Parecía malo” por eso lo mataron, “de seguro estaba metido, por eso lo desapareci­eron”. Nos hemos deshumaniz­ado y discrimina­mos entre “buenos” y “malos”, una simplifica­ción que en sus etapas siguientes llega a la persecució­n por credo, raza y preferenci­as políticas, que en una sociedad como la nuestra, llena de pobreza, mezclas raciales y diferencia­s sociales.

Al conocer los resultados de la encuesta, recordé la frase que nos revela mucho al respecto: “Quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”. La dijo Adolf Hitler.

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MARCOS DURÁN FLORES

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