Pasen a tomar atole, todos los que van pasando
Poco antes del término de la administración del presidente Manuel Ávila Camacho surgieron en México muchos aspirantes a la Presidencia, llamados presidenciables y actualmente “corcholatas” y precandidatos, respaldados todos por sectores diversos de la población, organizaciones obreras y campesinas y distintos gremios y agrupaciones. Ese año de 1945, los saltillenses pudieron leer uno de los manifiestos más interesantes de Adrián Rodríguez, quien se firmaba “Farolito” y se presentaba a sí mismo como el economista non, fundador y rector de la Universidad Universo y creador de la Ciudad Lux, entre otros cargos y virtudes.
Aquel papel impreso firmado por Adrián era un Manifiesto a la Nación y en su parte principal decía: “El C. Economista Adrián Rodríguez lanza su candidatura a la vicepresidencia de la República, o en su defecto, jugar en la candidatura no registrada a la Presidencia de la República Mexicana. En la misma forma jugaré a Gobernador del Estado y Senador de Coahuila. Exhorto públicamente al Presidente de la República, apoyado en el artículo 8 constitucional, que defina esta situación, porque no puede haber elecciones por estar en estado de guerra y no permitiremos que partidos de facción hagan dimitir a nuestro gran Presidente de la República. Y pido a la vez al Secretario de Relaciones Exteriores registre mi candidatura ante todas las cancillerías democráticas de las Américas. Saltillo, a 25 de mayo de 1945”.
Entre los presidenciables se encontraban Henríquez Guzmán, Rojo Gómez y Miguel Alemán, de quien se dijo, al obtener el apoyo de todas las centrales: “Se ganó Zamora en una hora”. Del pueblo brotaron otras frases, algunas vigentes todavía: “Lombardo está detrás, la Revolución seguirá adelante” (hoy podría decirse: “López Obrador está detrás, la 4T seguirá”), “Es un estado de emergencia”, “La cargada” (ahora le dicen acarreados), “¡Quién cree en el pueblo!”, “La democracia no puede existir”, “La unidad revolucionaria”, etcétera.
En los ámbitos de la política no faltan los episodios que mueven a risa. En esa ocasión, el tinte cómico lo dio Pedro Rendón, pintor de oficio. Su candidatura fue lanzada por escritores, poetas, pintores, periodistas y estudiantes que se congregaban en el Café París, de donde, una vez puestos de acuerdo, sus partidarios salieron con gran algarabía llevando al candidato en hombros y sin dar oídos a sus peticiones de guardar compostura y dar alto ejemplo de civismo. La comitiva llegó a la redacción del periódico La Prensa, donde Rendón habló de su proyecto de gobierno. Para acabar con los diputados analfabetos, propuso: “Crearé una escuela nocturna de legislación, a la que asistirán los diputados, para que reciban allí, cuando menos, su título de haberse aprendido el Silabario de San Miguel”. Declaró que su gobierno impondría una “cuota voluntaria” de cinco pesos y con el fondo reunido impulsaría “el establecimiento de maternidades, con la elevada mira de que no haya mexicanos mal nacidos”, y para que todos los que mueran tengan un entierro decoroso, dijo, “vamos a crear otro fondo: los dineros que reciban los líderes como sueldo con sus puestos sindicales serán confiscados y con ellos compraremos todas las cajas de madera que sean necesarias para enterrar a los desheredados”. En el ramo de Asistencia Pública, mandaría a los enfermos a curarse a los balnearios: “Todos los balnearios del país tendrán la obligación de no cobrar un solo centavo… y el Estado les otorgará el dinero necesario para que se paseen, con su respectivo boleto de ida y vuelta…”. Y, por último, así como Monterrey instalaría un gaseoducto, de ocupar Rendón la presidencia, instalaría en la Ciudad de México un “atoleoducto, para que ese mal comprendido alimento nacional llegue a las clases populares a chorros y dejen ya de tomarlo únicamente con el dedo”.
Coahuilenses, no se dejen engañar con la bebida nacional que hoy se ofrece, porque atoleoductos no hay, y el atole sólo con el dedo lo dan.