Vanguardia

Mi trabajo en conjunto con la lucha libre

- DONA WISEMAN

Mi trabajo es movible. Puedo trasladar mi trabajo a cualquier lugar a donde puedo llevar mi laptop, o cuando menos mi celular. He trabajado en aviones, aeropuerto­s, terminales de autobuses, autobuses, cabañas, hoteles, en el campo y en ciudades, en restaurant­es; jamás en coche porque me mareo. Pero tengo dos anécdotas en las cuales llegué a convertir una arena de lucha libre en mi oficina por un rato.

La primera vez fue un domingo en que por allí de la segunda lucha en la Arena Obreros me llegó un mensaje de un periódico reconocido e importante. Me avisaban que mi columna, a punto de ir a prensa, había llegado incompleto. Revisé mi correo, y en efecto. No sé cómo sucedió, pero había terminado una columna y enviado solo la mitad. Siempre he sido buena para equivocarm­e de maneras poco convencion­ales. Les pedí que me dieran un ratito y allí, sentada sobre las gradas de cemento, en los tiempos entre caídas y luchas, terminé de escribir mi columna. La mandé. Salió a tiempo. Y sí, les puse atención a las luchas.

La segunda vez que combiné lucha libre con trabajo fue en la APN. Mientras yo disfrutaba lo que llamo mis mini-vacaciones de un domingo cualquiera, había un evento en Foro Amapola. Llegó el momento en que me tocó recibir corte de caja y pagar al staff, todo por vía electrónic­a. Saqué una libreta, una pluma, el celular, y en primera fila, me di a la tarea de cerrar las cuentas del evento.

Quien sabe de lucha libre saltillens­e sabe que cuando lucha Devil Boy son luchas muy activas con luchadores volando por todos lados. En este caso, el contrincan­te había subido al “Diablito” a las gradas superiores y lo tenía colgado tal vez a un metro de mi asiento. No pensé que lo bajaría por completo, pero para cuando me di cuenta, sus pies estaban cerca batiéndose en el aire. Recogí libreta, pluma, y celular y me levanté, dando dos pasos a mi izquierda para darle espacio al luchador de caer con seguridad. El chico cayó, la lucha continuó, y yo me senté a terminar mis encomienda­s, todo sin equivocarm­e.

Me encantan las arenas de lucha libre.

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