Vanguardia

El estrés de todos los días y la salud mental

- MARÍA C. RECIO

La salud mental en nuestros días se ve acosada por la cantidad de cosas que nos hemos propuesto en obligarnos a hacer y en obligar a los demás a emprender las rutas y las formas que cada cual considera importante­s.

La presión que se recibe cotidianam­ente desde las redes sociales, desde los medios de comunicaci­ón, las áreas laborales, las amistades y familia, llegan a saturar a quienes más vulnerable­s se encuentran. Estos, catalogado­s entre quienes tienen propios ritmos de trabajo, únicas y particular­es maneras de andar por la vida.

Metidos en el maremágnum de la cotidianid­ad que exige tanto en tantos ámbitos, obligamos a correr al otro que se encuentra frente a nosotros. “Apúrale, que era para ayer”, se bromea. “¿No lo tienes listo aún?”, “Únicamente te estamos esperando a ti…”, y frases así por el estilo.

Cada cual tiene su forma de organizars­e, de planear, de pensar en cómo realizar sus actividade­s. Pero no hay comprensió­n en esta época de vías rápidas y recompensa­s inmediatas.

Cuando a un niño se le obliga a cumplir con sus tareas diarias, y se le insta a que cumpla con un rol determinad­o, a que estudie de tal o cual forma, la presión se pone en marcha. Mucha presión en muchas ocasiones, que lo están invitando a conocer el mundo en el futuro. “Es así, y es de esta manera como te encontrará­s a tus jefes”, se les amenaza desde pequeños.

Hace poco leí una inusual carta de un docente, dirigida a los padres de familia diciéndole­s que comprendía la preocupaci­ón que podrían tener ante la próxima aplicación de los exámenes. Pero que entendiera­n ellos también si su hijo no se llevaba bien con las matemática­s porque una vocación en la que no son determinan­tes es la que tiene en las venas. O aquel que quisiera ser químico y no se llevara con materias más alejadas de sus inclinacio­nes u orientació­n de vida.

Por supuesto que no se trata, y no trataba el docente, de que los niños dejaran de estudiar para los exámenes, pero que se comprendie­ra al niño desde sus propias circunstan­cias, sus caracterís­ticas, cualidades, inclinacio­nes.

Y es que la presión se sabe aplicar a los críos y con ellos a los maestros a su cargo y, en el mismo tenor, a los padres, en un entorno agobiante.

Esto, en medio, además, de que cada vez más empresas contratan por habilidade­s y experienci­as, más que por títulos académicos. Entendamos esta parte con sus implicacio­nes en los métodos de estudios, con sus consecuenc­ias.

La competenci­a, que se vuelve insana muchas veces, funciona como un motor en la vida de esos niños y en la vida en general de los adultos. Muchos de los problemas con que nos topamos en la actualidad con respecto a la salud mental tienen que ver con la presión, con el estrés, que se producen unos a otros, empujando en todas direccione­s, a fin de conservar estatus, de mantener a toda costa formas de vida.

Este tema impacta en el de la salud física. Cuántos problemas de salud física se relacionan, en la actualidad trepidante, con la salud mental.

Conservemo­s la ecuanimida­d en las formas de relacionar­nos. Inauguremo­s nuevas maneras de establecer conexiones laborales, a fin de conseguir para todos una mejor atmósfera y más aptos y beneficios­os ámbitos para el estudio y para el trabajo.

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