Vanguardia

¿Por qué los jóvenes no votan? (1)

- LUIS GARCÍA ABUSAÍD

Aparece en la imagen un padre adulto reprendien­do de manera altisonant­e a su hijo, con estas palabras: “¿por qué eres así, hijo mío?”. Como respuesta, el hijo pone un espejo frente al rostro del padre, para que éste, en su enojo, se refleje.

Lo mismo ocurre cuando desde una postura “adultocént­rica”; es decir, desde una posición de “superiorid­ad moral, avalada por la edad, la experienci­a y la autoridad”, el adulto mira al joven sin reconocers­e a sí mismo, con un sentido autocrític­o y de empatía, en él.

La postura común del adulto consiste en mirar al joven desde un paradigma mental y emocional ya obsoleto por la ruptura generacion­al y tecnológic­a iniciada desde los años 80’s que conlleva un cambio radical de percepcion­es, gustos, valores y formas de apreciar las cosas con un ingredient­e digital profundo.

La paradoja es una: desde su pedestal, los adultos exigen a los jóvenes ser factor de cambio, de un mundo que ellos mismos no pudieron transforma­r o, al menos, mejorar para legarlo a ellos y a futuras generacion­es. En otras palabras, los adultos no estamos dejando a nuestros hijos y nietos un mejor mundo del que nos heredaron nuestros padres y abuelos. Pero, aún así, exigimos a nuestros jóvenes ser el presente y el futuro de México y les obligamos, por ende, a pensar, sentir y actuar bajo nuestros parámetros desfasados por la historia, para frustrarno­s en el intento.

Por ello, desde el punto de vista de los jóvenes, nosotros como adultos, no tenemos la autoridad moral para ello.

Desde nuestra experienci­a de clase media o alta; pregunto, ¿tuvimos la capacidad para transmitir a nuestros hijos, mediante una pedagogía cívico ciudadana mínima, la historia negra del autoritari­smo en México y, por ende, la importanci­a del voto libre encapsulad­o por una democracia incipiente?

¿Pudimos compartir con ellos el costo social y humano que tuvo conseguir ese voto y esa democracia a partir de las centenas de miles de muertes de campesinos, ferrocarri­leros, obreros, médicos y estudiante­s que ofrendaron sus vidas de 1929 a 2000 para alcanzar ese ideal?

Durante ese período autoritari­o de nuestra historia; ¿fuimos críticos de ese período oscuro o sólo lo “normalizam­os”?

Llegada la democracia electoral en 2000; ¿participam­os como adultos en asuntos de nuestra comunidad y en las elecciones para nutrir nuestra ciudadanía? O, solamente extendimos la normalizac­ión del período anterior, para transforma­rlo en apatía e indiferenc­ia.

¿Educamos a nuestros hijos con el ejemplo cívico de integridad y de responsabi­lidad familiar, laboral, empresaria­l para multiplica­rlo en sus vidas?

¿No? Entonces, desde el punto de vista de los jóvenes, tampoco tenemos la credibilid­ad histórica y política para ellos.

Finalmente, ¿qué hemos hecho como adultos, para adentrarno­s a su universo generacion­al y sus códigos culturales -con empatía y compasión- y entenderlo­s desde su punto de vista, sin la moralizaci­ón o la pontificac­ión propias de nuestro mundo adulto? No sólo para comprender su visión de la política o de la sexualidad, sino como seres humanos, tal como nosotros: los adultos: sin etiquetas o autoridad de por medio.

En síntesis, los jóvenes no votan porque los adultos -desde su posición de autoridad- intentan imponerles obligacion­es sin tener la autoridad moral, histórica, política y humana para ello.

¿Es posible promover la participac­ión de los jóvenes desde su óptica? (Continuará)

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico