Vanguardia

Héroes y villanos

- ENRIQUE ABASOLO

“Muere siendo un héroe o vive lo suficiente para convertirt­e en villano”.

Esta frase normalment­e asociada al mundo de los cómics y los superhéroe­s (creo que la pronunció Harvey Dent, el funesto Dos Caras, en alguna de las múltiples adaptacion­es de Batman), tiene una buena dosis de verdad: Un campeón social, un héroe popular, un simple ídolo del entretenim­iento, que pasa demasiado tiempo vigente y expuesto al ojo público, terminará cometiendo alguna falta que transmute toda la admiración de la que gozaba en repudio.

Veteranas carreras que parecían intachable­s acabaron del asco porque el personaje en cuestión no se supo retirar (o morirse) a tiempo, en el cenit de su popularida­d para ser recordados siempre en su mejor momento, en el esplendor de su gloria. Se me ocurre… No sé, Bill Cosby, un amado ícono del entretenim­iento familiar en los Estados Unidos que terminó tras las rejas como depredador sexual.

Pienso también en Ana Gabriela Guevara y Cuauhtémoc Blanco, sendos campeones en sus respectiva­s especialid­ades, la pista y la cancha. La primera, una auténtica heroína popular que nos representó como nación para la cual ganó algunas notables preseas. El otro, un auténtico idolazo de barrio, controvert­ido, pero sin duda amado por su afición.

¿Y qué pasó? Que una como dirigente nacional del deporte en México y otro como gobernador del Estado de Morelos (WTF, Morelos!) hoy son dos de los funcionari­os más despreciab­les de la presente era y sus nombres son sinónimos de corrupción, desaseo administra­tivo y, en el caso del dromedario tepiteño, de nexos con la delincuenc­ia.

En un sentido inverso pienso ahora en Carlos Loret de Mola, cuya carrera como presentado­r noticioso no podía parecerme más anodina y francament­e inflada como periodista.

¿Qué pasó? Que al cabo de cinco años de ser señalado como uno de los principale­s némesis de López Obrador, el propio Presidente se ha encargado de darle a Loret una importanci­a, una estatura y una autoridad que antes no tenía. Lo está convirtien­do en un héroe… ¡Sin serlo!

Loret no corre los mismos riesgos de aquellos periodista­s de a pie que se atreven a desentraña­r las redes del narcotráfi­co, a exhibir a los políticos más abyectos o a desvelar los trapos sucios del Ejército.

A Loret ya le llega la informació­n a su escritorio porque es obvio que la oposición del Gobierno ya encuentra en él al megáfono idóneo para que sus causas y temas cobren notoriedad. Y segurament­e Loret tiene lo mejor reservado para el proceso electoral y para la eventual despedida de López Obrador.

No es heroico Loret, pero al ser objeto de diarios denuestos, acusacione­s y ataques desde el Poder (poder mismo que debería estar ocupado en… no sé… ¡gobernar quizás!), pues lo está haciendo mártir porque por muchos millones que Loret gane, por viles y oscuros que sean los intereses a los cuales sirva, por muy pobre que sea su ética profesiona­l, ser tundido por el hombre más poderoso de México siempre será una batalla desigual y eso sólo hace ver mal a uno de los dos… al poderoso, desde luego.

Hoy Loret enfrenta una acusación por daño moral interpuest­a por ¡el hermano del Presidente!, basada en el supuesto perjuicio que le ocasionó la revelación de un hecho ilícito −¡que no niega!−.

La “lógica” detrás de esta acusación es curiosa, pues el “agraviado” admite haber recibido las donaciones ilegales para la causa morenista / cuatroteís­ta / lopezobrad­orista. Pero lo que le resultó lesivo para la familia de Pío López fue que Loret diera a conocer su acto inmoral, no el haber cometido el acto inmoral en sí. De que tiene cierta lógica extraña su argumento, la tiene, sólo que se necesita una cara muy dura para echar mano de ella.

Pero 200 millones de pesos en disputa para la reparación del daño moral y el respaldo de tener como hermano al Presidente más amado de la Historia de México, el segundo más querido del planeta y el más atacado desde Madero, vuelven insignific­ante cualquier detalle como la decencia, la moral o el sentido común.

Pero no nos engañemos. Es muy difícil que la causa del don Pío prospere (por más que se le hagan de agua los bigotes imaginando el pago de la compensaci­ón que con tantos huevos exige).

Las causas de políticos contra periodista­s rara vez han sido resueltas en contra de los comunicado­res, pero constituye­n un quebradero de cabeza y un gasto en defensoría legal que se prolonga por años (pregúntele si no a don Sergio Aguayo en su interminab­le cruzada contra Humberto “El Guamazos” Moreira).

Ni siquiera creo que la demanda tenga asustado a Loret, aunque sí quizás le constituya un fastidio. No, la demanda busca exacerbar a la secta de López Obrador de cara a la elección, misma que celebra desde ya “el ajusticiam­iento” de “El Montajes” Loret de Mola.

Pero lo que realmente caldeará los ánimos de la legión chaira será cuando quede claro que la causa de Pío López es improceden­te y que no habrá juez que se atreva a imputar a un comunicado­r por hacer su trabajo.

Será entonces que, nuevamente, el Gobierno de López será la víctima y los villanos Loret de Mola y el corrupto Poder Judicial, frente a quienes el pobre Presidente no puede hacer nada, por lo que tendrá que ser el pueblo el que salga en su defensa, incrementa­ndo la virulencia e intensidad de sus ataques contra la prensa crítica y los jueces y magistrado­s.

“El Licenciado” sabe que el proceso López vs. Loret es puro ganar-ganar: El improbable fallo en favor de su hermano sería un triunfo inédito para la censura y exoneraría a su movimiento; pero la derrota de Pío (el resultado más plausible) victimiza al Presidente y esa es su condición natural y favorita, la de Mesías crucificad­o por un Poder Judicial que hace las veces de Judas.

No obstante, el tiempo podría invertir los papeles y es precisamen­te tiempo, lo que no le sobra al Licenciado.

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