Vanguardia

Universida­d Autónoma de Coahuila, cero tolerancia a las drogas

- ALFREDO REYES

Reforzar la seguridad de la Universida­d Autónoma de Coahuila ha sido una de las decisiones más acertadas del rector Octavio Pimentel Martínez al inicio de su gestión. Las videocámar­as, el reconocimi­ento facial, la vinculació­n al sistema de seguridad pública serán en beneficio de alumnos, maestros y trabajador­es en general.

La peor amenaza contra la población estudianti­l es la propagació­n de las drogas, como ha sucedido en otras universida­des donde se ha abusado de una equivocada liberalida­d respecto al espíritu de la autonomía, que es el caso del Auditorio Justo Sierra al interior de la UNAM, una especie de autonomía dentro de la autonomía universita­ria, un gueto llamado “Che Guevara” que es un antro de vicio, de venta de drogas, una cueva de delincuent­es que no son estudiante­s de la Universida­d.

Esa puede ser una de las consecuenc­ias de la tolerancia al uso lúdico de las drogas que, como en el caso de la mariguana, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobó para su consumo con fines recreativo­s, de diversión, de ocio y entretenim­iento.

Muchos estarán de acuerdo con el uso de las drogas para el jolgorio y la disipación, pero luego pretenderá­n también el uso lúdico de la cocaína, dirán que es de origen natural como la mariguana porque proviene de las hojas de una planta usada desde hace siglos con fines rituales y medicinale­s.

Si los ministros de la SCJN han dictaminad­o que este país está urgido de ocio, diversión y entretenim­iento, pues entonces que se expanda lo lúdico a las escuelas y universida­des de todo México. Pero la tentación a las drogas será tan poderosa que no creemos que nuestra juventud estudianti­l esté blindada de virtudes como para resistir tan adictivas aficiones “recreativa­s”. En un país donde nuestras actitudes individual­es no abonan a las virtudes públicas necesarias para la convivenci­a pacífica, fomentar ludopatías es apostar al desorden endémico y a la degradació­n.

Y no estamos para andar tutelando a universita­rios cuando ni siquiera uno mismo es capaz de tutelarse. Pero al menos el rector Pimentel Martínez está tomando medidas preventiva­s para evitar que el campus universita­rio se convierta en un muladar del narcomenud­eo, el ocio, la vagancia y en una guarida de okupas como actualment­e es el Auditorio Justo Sierra de la UNAM. Esa debe ser una política pública reforzada en todas las escuelas de Coahuila.

Vea usted lo que pasó en el parque Luis Pasteur del centro de la CDMX y a un costado del Senado de la República. Colectivos que buscan legalizar drogas para uso lúdico, o sea, para diversión, ocio, entretenim­iento y recreación, ocuparon dicho parque en un plantón que duró tres años y se llenó de carpas, viciosos, vagos, prostituci­ón y narcomenud­istas que sembraron mariguana y dieron rienda suelta a las drogas y la disipación.

Esa tolerancia convirtió un jardín público dedicado a Pasteur, el científico de la salud, la higiene y las vacunas, en una cloaca de la enfermedad y la adicción. Hay que aplaudir a la cero tolerancia a las drogas en la UADEC y en todas las escuelas de Coahuila. Cierto, la tolerancia es el respeto a las ideas, las creencias y prácticas de los demás. Pero también es demasiado peligrosa. Ahí tiene usted el ejemplo de Filadelfia, la ciudad del amor fraternal, santuario histórico de la tolerancia, ahora convertida en la capital de los zombis del fentanilo, la ciudad de los muertos vivientes.

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