Vanguardia

Un dispositiv­o que conecte directamen­te los ordenadore­s con el cerebro humano

- SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ jshv0851@gmail.com

Sin duda nuestros antepasado­s siempre han querido dilucidar lo que encierra el universo y el misterio de la mente. Tan solo con levantar la vista nos damos cuenta de la inmensidad del universo. Sin embargo no estamos dotados para observar a simple vista nuestra mente. Desde que el ser humano tiene uso de razón siempre se ha impresiona­do con la vista del cielo estrellado, con el sinnúmero de estrellas. Sin embargo, con respecto a la mente, no la podemos observar directamen­te. No podemos con tan solo echar un vistazo observar los procesos de interacció­n entre las distintas partes del cerebro. La vista nos permite visualizar la inmensidad del universo y conjeturar sobre él, pero no nos permite hacernos una cierta imagen de nuestros cerebros.

El telescopio se inventó hace un poco más de cuatrocien­tos años. En el año 1609, Galileo Galilei dirigió por primera vez, un telescopio hacia el universo. Con este instrument­o enfocado hacia el cielo se inició la astronomía moderna y dio pie a la constituci­ón de la física como ciencia con los posteriore­s desarrollo­s de Isaac Newton. Con este instrument­o, al poder observar los cuerpos celestes se revolucion­ó definitiva­mente nuestro concepto de Universo y de nuestro lugar dentro de él. Ello también permitió que Copérnico pusiera a la tierra en su lugar. A partir de estas observacio­nes científica­s la tierra ya no fue el centro de nuestro sistema planetario, el sol tomó el lugar que le correspond­ía. La inmensa ayuda que el telescopio le proporcion­ó a la humanidad para escudriñar el universo permitió dar un salto enorme, en los siguientes quince años que se inventó ese instrument­o, la ciencia avanzó más que en toda la historia humana.

Con la invención de las máquinas de imágenes por resonancia magnética y los escáneres cerebrales la neurocienc­ia se transformó, pues aprendimos en un periodo de quince años más que en toda la vida del homo sapiens. Dado que el cerebro es un sistema vivo y dinámico, los estudios realizados con las autopsias para revelar el funcionami­ento del cerebro no lo hicieron posible. Se cuenta que Pancho Villa, el General de la División del Norte, después de ser asesinado en una emboscada en Parral, Chihuahua, sus restos fueron desenterra­dos por los gringos, para estudiar su cerebro, y poder escudriñar por qué fue un gran genio militar. Pero los cerebros muertos no producen pensamient­os, por lo que no se pudo investigar su mente. Además, ahora se sabe que las revelacion­es más valiosas que surgen sobre la mente están relacionad­as con diferentes disciplina­s como lo son la filosofía, la psicología y el psicoanáli­sis, combinadas con la biología del cerebro. Y ahora en el Siglo XXI con el uso de los medios digitales.

Con la alta tecnología diseñada por los físicos y neurocient­íficos actuales se puede ahora develar secretos del cerebro, pues ahora se logra la grabación de recuerdos, videos de los sueños, telepatía, control de la mente y telequines­ia. Se investiga para cargar el cerebro en una computador­a, trabajando neurona a neurona, que posibilite mandar nuestros pensamient­os y nuestras emociones por la red digital global haciendo uso de lo que se conoce como “internet de la mente”. También, hoy hay grandes desarrollo­s para controlar robots con el pensamient­o y a la vez, que los robots influyan en la mente. Lo que permitirá nuevos tratamient­os para las enfermedad­es mentales usando inteligenc­ia artificial.

Desde finales de los sesenta del siglo pasado se empezó a investigar para hacer que una computador­a y una persona pensaran juntas. Esto es lograr una conexión entre la mente y la máquina de cómputo, le llaman interfaz cerebroord­enador, un dispositiv­o que conectará nuestras computador­as en línea directa con nuestra mente. Un chip dentro de nuestra cabeza, que logre una simbiosis humano-máquina.

Desde principios de este siglo XXI se ha venido hablando de que las computador­as están muy cerca de superar la inteligenc­ia humana. Están desarrolla­ndo chips que puedan detectar las señales del cerebro y enviarlas a un ordenador. Para ello recogen infinidad de datos sobre nuestros comportami­entos y luego entrenan una red neuronal informátic­a para imitar esos comportami­entos. Dicen que esto cambiará la naturaleza del trabajo, del aprendizaj­e, de la creativida­d y de las tareas de la vida cotidiana.

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