Bailan en el Zócalo en puntas de ballet
Sujeta de una de las barras metálicas dispuestas en el Zócalo, Soledad Cortés replicaba ayer la variedad de port de bras que la bailarina Elisa Carrillo instruía desde el escenario enfrente de la Catedral.
Movimientos suaves pero precisos que la mujer de 64 años, en mangas largas y un sombrero rojo para guarecerse del sol, ejecutaba a un lado de la silla de ruedas que usa, pues no puede caminar más de 200 metros debido a una lesión medular que le produjo una anestesia raquídea mal aplicada.
“No puedo hacer puntas, pero hay muchas cosas que sí puedo hacer”, contó la ex médica pediatra que empezó a practicar danza clásica a los 40 años.
ANIMANDO A LA AUDIENCIA
Carrillo, bailarina principal del Staatsballet de Berlín, comenzó animando a la concurrencia: “Yo deseo que hoy juntos podamos crear magia; quiero tener la oportunidad de que el ballet nos dé otra forma de vivir”, lanzó ante más de 5 mil asistentes, según cifras de Martí Batres, Jefe de Gobierno.
Las niñas y las jóvenes eran mayoría, muchas de ellas enfundadas en leotardo, mallas, zapatillas y tutú, pero también había sitio para niños y los hombres.
“Tenemos los mismos derechos. O sea, podemos todos bailar el ballet, niñas y niños”, opinó a este diario Ethan, de 9 años, quien acudió con algunos compañeros del Pilares Paquita Calvo Zapata, en Iztacalco.
No obstante, quienes más celebraron la clase, enmarcada en el Festival por la Igualdad, Tiempo de Mujeres, fueron quienes anhelan recorrer los mismos pasos de Carrillo.
COMPARTIENDO
“Estar aquí nos inspira, porque la danza no es algo fácil (...) Pero esto te da un pequeño rayo de esperanza porque sabes que en algún punto de tu vida lo vas a vivir”, dijo Melanie Martínez, quien tiene 13 años bailando, proveniente del Municipio mexiquense de Tequixquiac.
Eufórica, ella partió del Zócalo presumiendo como un trofeo la zapatilla que Carrillo le firmó al término del evento.
“Gracias por crear magia”, se despidió Carrillo, externando su deseo de replicar la actividad en otros estados.
Para acabar la primera etapa de la clase, Elisa pidió un aplauso para las niñas que la acompañaron, así como para el equipo técnico, luego siguió una pequeña demostración de ejercicios de centro con bailarines de la Compañía Nacional de Danza. Continuó una coreografía de Nacho Duato, para lo que llamó al chelista, William Molina y al primer bailarín ruso, Mikhail Kaniskin, en una pieza que simuló que Carrillo era un chelo.