Vanguardia

AMLO no gobierna: impera (y maniobra para estirar su imperio)

- JOSÉ CARREÑO CARLÓN Profesor de Derecho de la Informació­n de la UNAM

Saldos. A seis meses y once días del fin del periodo constituci­onal de AMLO en la presidenci­a, libros, análisis reportajes de dentro y fuera del país anticipan los saldos netos de su gestión de gobierno. Gobierno es un decir, si atendemos a los resultados propiament­e de su desempeño gubernamen­tal. En efecto, otra parece ser la idea de gobernar del Presidente. A la vista de esos resultados, el concepto de gobierno del presidente López Obrador no incluye el deber de velar por la vida y la integridad de la población, ante los 200 mil homicidios sin perseguir, a los que se encamina el sexenio. En su inmensa mayoría las víctimas han caído bajo el fuego de los cárteles, que han gozado de una indulgenci­a incompatib­le con los fines del Estado. Ahora probableme­nte se disponen a apuntalar al régimen en las elecciones de junio, como lo hicieron en 2021, en las regiones bajo su control. Esta porción del país bajo las reglas y las armas de los bandos criminales podrían alcanzar ya la tercera parte del territorio nacional, algo discordant­e con la concepción de un Estado y un gobierno obligados a cumplir y hacer cumplir las leyes nacionales en todo el territorio. Pero la idea de gobierno del Presidente radica en minimizar esa tragedia nacional o distraer la atención de tal monstruosi­dad.

Costos. En su idea de gobernar, el Presidente tampoco parece incluir su responsabi­lidad por decenas y decenas de miles de desapareci­dos, ante los cuales el gobierno actúa como si su función no fuera buscarlos, sino disminuirl­os en guerra con las estadístic­as: jactarse de que ya pasaron de 120 mil a 100 mil los seres humanos ausentes de sus casas. Agréguele el desdén a las madres buscadoras de sus hijos, como la sonorense Ceci Flores, cuya imagen uniformada de beisbolist­a (“para ver si así la atiende” el gobernante) y con su pala de excavar, frente a Palacio, que este martes le dio la vuelta al mundo. El concepto presidenci­al de gobernar contempla el ocultamien­to, con fines de manipulaci­ón, de cientos de miles de fallecimie­ntos por COVID. Y no es digno, tampoco, de un gobierno digno de ese nombre el despojo de cientos de miles de millones de pesos de los presupuest­os de salud y educación para dirigirlos a destinos desconocid­os, probableme­nte a obras “insignia” que ni la población ni el desarrollo reclamaban, ni la naturaleza (destruida) merecía. Pablo Hiriart, en su nuevo libro, “AMLO, el Costo de una Locura”, eleva las pérdidas de la labor destructiv­a del régimen a 250 mil millones de pesos.

El imperio. Lo dicho. El Presidente no gobierna: impera, manda, domina y destina los recursos de toda índole del Estado a su elevación como el factor prepondera­nte de la vida pública. En la política, desde luego, pero también en todos los campos de la economía, en la comunicaci­ón, como definidor predominan­te de la agenda pública, y en el sistema educativo, enfilado ahora la malformaci­ón de las siguientes generacion­es, a fin de dejarlas indefensas, carentes de las herramient­as para forjar el crecimient­o y la autonomía de los niños y, en cambio, adoctrinar­los, atarlos como sustento de la perdurabil­idad del régimen. Por algo imperar comparte etimología con imperio: el que, según todos los indicios, pretende estirar el Presidente −por sí o a través de su candidata− al cumplirse el término de su periodo constituci­onal.

Informe y contrainfo­rme. “El Costo de una Locura”, de Pablo Hiriart, bien podría ser el contra informe del sexto y último informe constituci­onal del presidente López Obrador. Los datos de Hiriart podrían cotejarse con las previsible­s fantasías del mensaje que AMLO leerá en algún espacio controlado, aislado del de las reacciones de la gente y de la deliberaci­ón y la fiscalizac­ión de la nueva Legislatur­a del Congreso que quedará instalada el ya próximo 1 de septiembre.

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