Vanguardia

Nuestras necesidade­s reales (como la pertenenci­a) están escondidas debajo de ideas y emociones que usamos como estandarte­s de vida

- DONA WISEMAN

Después de días de calorcito y clima medianamen­te agradable, hoy, el día en que me he sentado a escribir, hace frío. Eso me puso a pensar en la guerra eterna entre “team frío” y “team calor” y reflexiona­r sobre la importanci­a de pertenecer. No intenten seguir mi lógica, es un proceso peligroso y muy confuso. Ser reconocida por e incluida en grupos y lugares se siente bien y aligera la soledad, para quienes nos sentimos solos ante la vida en general. Un “te amo”, una invitación, un cumplido, un “estoy de acuerdo contigo”, un “me gustaría verte”, un “te acompaño un rato”, un “te traje unas gomitas”, un “¿se te ofrece algo?” Todo eso nos habla de que otra persona nos ha visto y nos incluye en sus pensamient­os e intencione­s.

He conocido a muchas personas, yo incluida, que decimos estar muy felices en nuestra soledad, y es verdad que nos agrada vivir solos y ser bastante independie­ntes. Pero, de eso a buscar vivir en soledad, hay una diferencia. Hoy pensé que quizás eso es lo que provoca que armemos equipos hasta por temas de clima, y nos juntamos a defender nuestra preferenci­a hasta con insultos. Consideran­do la historia de la humanidad, es un milagro que no ha habido una guerra provocada por este tema. Creo que sí existirá alguna que tuvo un origen similar.

Me acordé de pronto de un “chiste”. Un sacerdote católico, un rabino judío, y un pastor protestant­e entran a una cantina… Se sientan los tres a tomar unas copitas y a platicar animadamen­te de sus planes para el período vacacional. ¿Seré muy idealista al pensar que eso sería posible?

Confieso que apenas me he dado cuenta de mi necesidad de pertenecer y de estar acompañada. No deseo vivir con alguien. Me contemplo territoria­l e irritable. Siempre me ha quedado claro que quiero reconocimi­ento, pero no sabía que mi necesidad real es otra. Necesito la presencia de otros en mi vida, aunque les guste el frío. Es buena práctica cuestionar­nos y buscar debajo de nuestras piedras mentales y emocionale­s para encontrar nuestras necesidade­s reales. Solo así podremos satisfacer­las y dejar de pelearnos por el clima.

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