Vanguardia

GENUINA PREOCUPACI­ÓN

- FEDERICO BERRUETO

En el INE se ha hecho un llamado a los medios de comunicaci­ón para que desistan del señalamien­to de narcoelecc­ión o aquello de que será la elección más violenta de la historia reciente. Es explicable, está haciendo su parte para que la elección transite con normalidad. Por su parte, la presidenta del Consejo General, Guadalupe Taddei, llama a la prudencia del presidente López Obrador por su referencia al golpe técnico de Estado. Muy bien la preocupaci­ón del órgano electoral sobre la imagen a proyectar del proceso en curso y que, efectivame­nte, haga su trabajo con la participac­ión de cientos de miles de ciudadanos para una jornada electoral ordenada acorde a las precedente­s que, se reconozca o no, han sido ejemplares.

El problema no es de imagen, sino de realidad. La tarea del INE se remite a la j ornada electoral y también a la regulación de las campañas. Se entienden las limitacion­es del INE, no es autoridad en materia de seguridad pública como para generar condicione­s de normalidad en las zonas de alta presencia del crimen organizado, para que los candidatos realicen su proselitis­mo con libertad y que los ciudadanos participen sin temor en las campañas y eventualme­nte emitan su voto. Las condicione­s de amplias zonas del país en manos de la delincuenc­ia son un factor que no se puede minimizar y que el órgano electoral debiera exponer con mayor claridad.

El elefante en la sala es el crimen organizado. Lo ha señalado con claridad el magistrado del Tribunal Electoral Felipe de la Mata, postura secundada por sus pares. Efectivame­nte, hay un problema que no se debe ignorar, que no entraña juicio alguno sobre el INE ni pone en cuestión su empeño por tener elecciones normales; simplement­e es una realidad por resolver; por lo mismo, se debe exigir a las autoridade­s competente­s actuar con determinac­ión en los márgenes de lo posible.

La preocupaci­ón del INE sobre la imagen del proceso electoral no debe llevarlo a la complacenc­ia. Es la instancia idónea para exigir al gobierno federal y de los estados cumplir con su responsabi­lidad de proveer seguridad pública para que las elecciones puedan transitar en normalidad para la jornada electoral y para las campañas. La complacenc­ia conduce a la connivenci­a.

Semejante dilema al del INE ocurre con los partidos y los candidatos. Evidenciar el deterioro de la seguridad pública en amplios territorio­s del país, incluso en casi la totalidad de entidades -Guerrero-, los expone a la respuesta violenta de los criminales, inhibe a sus candidatos y simpatizan­tes y propicia la imagen de derrota anticipada. Sin embargo, las dirigencia­s de los partidos tienen la obligación de documentar las infraccion­es a la ley y anticipar que, efectivame­nte, si 20% de las casillas son irregulare­s, procedería anular los comicios de legislador­es en el distrito o entidad que se presente; si ocurriera en 25% de las casillas en todo el país, la elección presidenci­al se anularía, esto sin dejar de considerar la violación genérica por la inequidad que resulta de la elección de Estado que promueve y conduce el presidente López Obrador.

La imagen importa y es bueno que el INE se preocupe, pero más relevante es la realidad. No se puede hablar de normalidad cuando el órgano competente del Consejo General para dar seguimient­o a las campañas, la Comisión de Quejas y Denuncias, se la pasa reconvinie­ndo al presidente. Las sanciones en el sentido de excluir de su acervo esas referencia­s ilegales porque dañan la equidad en la contienda y acreditan la parcialida­d de las autoridade­s son llamadas a misa. El presidente violenta el marco legal una y otra vez. Además, está el financiami­ento ilegal con recursos públicos; el oprobio del clientelis­mo electoral con los programas sociales, documentad­o por la encuesta de El Financiero, y que personal pagado por la sociedad sea empleado para actividade­s partidista­s.

No es un tema de estética o de que se ve mal. La elección en puerta se perfila como la más violenta de la historia, guste o no a los consejeros. El crimen organizado controla amplios territorio­s, con expresione­s violentas algunos, otros donde el orden es garantizad­o por el dominio criminal. Asimismo, los efectos que corrompen la legalidad de la elección por la interferen­cia del presidente y su parcialida­d obligan al órgano electoral más que reconvenir al presidente, a hacerle un llamado enérgico de que su conducta está comprometi­endo la equidad en la contienda, la legitimida­d de los resultados y la legalidad del proceso electoral.

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