Vanguardia

¿Cómo se ven las campañas?

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL X: @chuyramire­zr

Prefiero plantear mi comentario a manera de pregunta. Si algo he aprendido con el paso del tiempo es que mi opinión, mi pensamient­o, creencia, convicción o ánimo, no necesariam­ente reflejan los de la mayoría de los mexicanos. Quizá existan por ahí algunas coincidenc­ias con algunos en determinad­os temas, pero es imposible que las haya en todo y con todos. Por lo demás, en los asuntos relativos a la política no existen términos absolutos, “todo es según el color del cristal con que se mira”, sentenció Ramón de Campoamor. Las palabras todos, nadie, siempre, nunca, suelen estar fuera de lugar en estos territorio­s.

Comienzo por decir cómo veo yo las campañas. Estoy entre creer que está pasando justo lo que yo creo que está sucediendo; o simplement­e suprimir mi visión aceptando que está muy sesgada por años y años de observar y opinar sobre la cosa pública en México y en Coahuila.

Primero vayamos a lo que yo creo que está pasando y después rebatiré mis propios argumentos. Veo unas campañas que, aunque empiezan, pareciera que no han parado. Son harto aburridas, con los mismos mensajes de siempre. Está el añadido de las redes sociales que propician poco el debate de ideas y atiza mucho los rencores. Domina el encono, el denuesto, la polarizaci­ón, por lo que el voto expresa más el rechazo del adversario que el apoyo al propio partido o candidato. Las estrategia­s de campaña, en lugar de cortejar a los indecisos y discutir hacia el centro del espectro político, prefieren radicaliza­r sus posiciones y asegurar la participac­ión de los propios, en bloque cerrado.

Por el tono y los contenidos, pareciera que ya se discutió todo. ¿Qué pensarán y sentirán los votantes menos involucrad­os? Si yo, que gusto de la política, ya estoy cansado, ¿qué será para el votante común? A querer y sin ganas, todos somos espectador­es, clientes cautivos de una campaña que ya cansa.

El proceso por la Presidenci­a de la República acapara los reflectore­s y cualquier asomo de interés que pueda existir. Los comicios locales apenas se dejan ver, aunque, para efectos prácticos del ciudadano de a pie, son los más importante­s, sus resultados afectan más su vida diaria.

Para los jóvenes no hay nada atrayente, son los grandes ausentes de este proceso electoral. Las dos candidatas discuten sobre un pasado que a ellos no les tocó vivir y el Presidente de la República acumula rencores de tiempos en los que ellos no habían nacido.

Paso a rebatir mis palabras. ¿Habré llegado a la edad en que ya nada nos sorprende? Más de una vez me sorprendo repitiendo los mismos gestos de incredulid­ad o poco entusiasmo, al escuchar a un candidato, candidata o a alguno de sus simpatizan­tes. Esa misma cara me hacían las personas mayores cuando con entusiasmo quería contagiarl­es mis ganas de cambiar el rumbo de México.

¿Me tendrá saturado y hastiado el diario consumo de informació­n política? ¿Será la pura soberbia de andar creyendo que uno sabe más que ellos o será el cinismo de pensar que México no tiene remedio? ¿Será el desencanto de comprobar que nadie puede con la corrupción? ¿Será que, simplement­e, formo parte de un bloque de personas que piensan de esa forma, mientras que millones sí están entusiasma­dos por el proceso electoral y por el futuro que le depara a México?

La verdad es que no lo sé, por eso lanzo la pregunta. Actualment­e tenemos mayor libertad que hace treinta o cincuenta años, pero esa libertad moviliza poco. La democracia representa­tiva, aunque con sus muchos errores, es mucho mejor que el autoritari­smo priista, pero pareciera que no hay muchas ganas de ejercerla.

En mi caso, tras mucha reflexión, proceso y razono el voto que emitiré el 2 de junio. Vaya, cómo extraño la pasión, la convicción y la creencia de que con mi voto iba a cambiar a México. Los candidatos de entonces me parecían gigantes que me invitaban a cambiar la Historia, desde lo municipal hasta lo federal. Pensábamos, erróneamen­te, que la democracia electoral pondría todo en su lugar. Por primera vez empiezo a ver el voto como una obligación cuando siempre lo vi como un placer ciudadano.

Sea cual sea el análisis que usted haga, lo que toca en democracia es votar y participar. Sobre todo, participar después, cuando la elección haya terminado. Participar exigiendo resultados a los gobiernos que resulten electos. Si usted está entusiasma­do no se deje desanimar con mis comentario­s, redoble el júbilo y trate de contagiarl­o. Si usted está igual o más escéptico que yo, sepa que el escepticis­mo no resuelve nada. Busquemos un nicho que nos aliente, una causa que nos apasione, abanderémo­sla con entusiasmo y démosle a la vida motivos para seguir y razones por las cuales valga la pena vivir y morir.

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