Vanguardia

XÓCHITL GANÓ EL POST DEBATE

- FEDERICO BERRUETO

El debate tuvo consecuenc­ias inesperada­s. Independie­ntemente de las fallas de producción, del desempeño de las candidatas y el candidato, de las omisiones y los errores, el post debate lo ganó la oposición no sólo por lo que hicieron con acierto o por los errores de Claudia Sheinbaum después del evento. Xóchitl ganó porque el Presidente cometió el error de meterse de lleno en la deliberaci­ón.

Xóchitl y la oposición ganan por tres considerac­iones: la respuesta del Presidente lleva un implícito reclamo a su candidata; se enfrenta a los medios de comunicaci­ón concesiona­dos, sus mejores aliados en la socializac­ión de su grotesca propaganda; y plantea y recrea la impugnació­n de la elección presidenci­al por su ilegal interferen­cia.

El Presidente no se puede contener. No respeta el espacio de la candidata presidenci­al, ilesa por las malas razones de un debate muy complicado para ella y para el gobierno. El Presidente esperaba una defensa a ultranza de las realizacio­nes que sólo él ve. Se indigna por las preguntas, no alcanza a ver que es la realidad y la que éstas describen, las grandes realizacio­nes sólo están en su mente y en el interesado discurso de su candidata. Si Claudia se había salido con la suya, qué necesidad de ponerla en entredicho.

La incontinen­cia verbal y su desdén hacia Sheinbaum vuelve inevitable concluir que el Presidente difícilmen­te se retirará de la política una vez que concluya su mandato porque el proyecto político es de él, de nadie más, ni del partido ni de sus candidatos. En su visión del poder no cabe una presidenta empoderada sino una regente, en caso de que prevalecie­ra la causa oficialist­a. La guardia revolucion­aria obligaría a la fracción morenista en el Congreso a actuar en consecuenc­ia del proyecto autoritari­o de López Obrador, como tal, la reforma más importante sería disminuir a 30% el umbral de participac­ión para la revocación del mandato. De esta manera se aseguraría a la futura presidenta estar a merced de la guardia pretoriana obradorist­a.

Denise Maerker no es Televisa, pero al presidente López Obrador le molestaron las preguntas y en su propensión para victimizar­se acusa a las televisora­s de una embestida en su contra. Los conductore­s cumplieron su papel, no hay complot, pero él se da por humillado a manera de presionar aún más a las televisora­s y a algunos medios escritos como Reforma y El Universal y otros no mencionado­s.

Obligado es preguntars­e si la popularida­d del Presidente sería la misma si las televisora­s y los demás medios hubieran cubierto las mañaneras bajo los estándares éticos y las mejores prácticas de la industria. Al menos, para celebrarse, el giro reciente de TV Azteca, cualquiera la razón del cambio.

El problema mayor de la elección es la legalidad; dos frentes que la compromete­n: el primero, la presencia del crimen organizado en amplios territorio­s del país, no siempre con expresione­s de violencia, pero sí con un control de las autoridade­s locales y municipale­s, el silencio de los medios por la intimidaci­ón de que son víctimas y su capacidad para intervenir sigilosame­nte en la selección de candidatos y en el desarrollo de campañas. El elefante en la sala que nadie quiere ver. El segundo es la elección de Estado; el Presidente dañó quizá de manera irreversib­le a Xóchitl, quien no ha podido sacudirse los negativos de la embestida de López Obrador. El otro elemento es el uso político de los apoyos monetarios. Las encuestas son concluyent­es, los beneficiar­ios de los programas votan abrumadora­mente a favor del oficialism­o; quienes no los tienen, por la oposición. En cualquier parte del mundo se llama clientelis­mo, que en las leyes mexicanas constituye una violación grave a las reglas del juego electoral.

El INE no tiene mucho margen para llevar al Presidente a la legalidad. Interfiere una y otra vez. De poco sirve reconvenir­lo. Su conducta, de un efecto pernicioso en la equidad de la contienda, es un llamado para promover el financiami­ento ilegal de la campaña oficialist­a, venga de donde venga, del empresaria­do mexicano que apuesta al ganador, de los gobernador­es y alcaldes del oficialism­o y de la corrupción, futuros beneficiar­ios de los contratos de obra pública, o del crimen en búsqueda de impunidad.

Xóchitl ganó al post debate porque el Presidente puso al descubiert­o el significad­o del voto de este primer domingo de junio.

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