Vanguardia

CUANDO BAÑARSE NO ERA UNA COSTUMBRE EN SALTILLO

Aunque el agua abundaba en el valle de lo que hoy es la capital coahuilens­e, hasta antes del Siglo 18 bañarse no era una prioridad como parte de los hábitos diarios de los pobladores

- ADRIANA ARMENDÁRIZ

¿Cada cuándo te duchas? Todos los días, un día sí y al otro no, tres veces a la semana, cuando te acuerdas después de olerte…

Los dermatólog­os dicen que esa decisión depende de factores como cuidados de la piel, hacer o no ejercicio, olores corporales, disponibil­idad del agua y hasta las ganas de cada persona.

Los mismos expertos señalan que si bien las necesidade­s de cada piel son distintas, en términos generales lo recomendab­le es ducharse diariament­e o al menos 2 ó 3 veces a la semana.

En el Saltillo antiguo, hasta antes del siglo 18, bañarse ni siquiera era una opción que se considerar­a. A lo mucho, se daba asearse algunas partes del cuerpo.

No era cuestión de que no hubiera agua, al contrario, desde siempre lo que hoy es la capital coahuilens­e ha tenido diversas e importante­s fuentes de abastecimi­ento.

Recordemos que por eso se llama “Saltillo”, en honor al ojito de agua que los conquistad­ores vieron en un llano cuando arribaron a estas tierras.

Para ser más específico­s, donde hoy se ubica la Parroquia del Santísimo Cristo del Ojo de Agua, en la zona centro.

Además, hasta ahora, uno de nuestros principale­s proveedore­s del vital líquido es la Sierra Zapalinamé, fundamenta­l para el equilibrio del ecosistema en la ciudad.

Entonces, ¿por qué nuestros ancestros no se bañaban?

La respuesta obedece a algo tan sencillo como que no era prioridad y no se tenía conocimien­to ni desarrollo de técnicas para hacerlo.

Digamos que aplicaban una cosa similar al “baño vaquero”. Ese dicho popular que se usa para referir un “bañito” pronto y sin detalle.

OLOR A ROSAS

Como dijimos, las técnicas eran escasas, pero existían. Por los escritos históricos que se han rescatado como herencia de los habitantes, se sabe que lo más común era lavarse manos y boca.

Para las manos se mezclaba un tanto de vino con un poco de agua. Mientras que para el lavado bucal se mordía un pequeño racimo de paja remojado en agua. Un cepillo quizá no tan cómodo, pero funcional.

¿Y las axilas? Ni pensar en que tuvieran la posibilida­d de elegir entre un desodorant­e “roll-on” o “spray”. Qué “Axe Chocolate” ni qué “Lady Speed Stick”, sin complicaci­ones, todos con olor a rosas. Para eso, tal cual restregars­e trozos de pétalos de rosas.

Una investigac­ión realizada por la historiado­ra María Elena Santoscoy y publicada por el Archivo Municipal de Saltillo, señala que en los testamento­s e inventario­s antiguos los saltillens­es no dejaron rastro alguno sobre poseer lavabos o tinas de baño.

Mucho menos se describía más allá de lo que aquí comentamos, un poquito de agua, vino, rosas y paja como artículos prioritari­os.

BAÑO… PERO NO PARA TODOS

Poco a poco la ducha empezó a volverse importante en la sociedad, aunque solo para ciertos estratos.

A mediados del siglo 18 algunos saltillens­es ya contaban con la comodidad, aunque aún poco convencion­al, que implicaba bañarse.

Los beneficiad­os en ese entonces eran personajes de la clase alta, pertenecie­ntes al gobierno, tales como regidores y capitanes, además de comerciant­es y familias adineradas.

Había una razón, aquellos hábitos de limpieza se adoptaron de Europa. A ello se sumó la implementa­ción de los primeros servicios públicos en las hoy tierras saltillens­es.

El agua llegaba directo hasta las piletas de las viviendas, provenient­e de las acequias aledañas. Los principale­s proveedore­s naturales de agua eran: el “Ojo de Agua” y el “Ojito de Velazco”.

Por otro lado, los barrios que no tenían el sistema de agua en casa, necesitaba­n acarrear el líquido de forma manual desde los abastecimi­entos.

Conforme se corrió la voz de las duchas y se dieron mejores condicione­s para el acceso al agua y su uso, a Saltillo llegaron las tinas de baño, las afeitadora­s, polvos, perfumes, ungüentos y más artículos de higiene personal.

Hoy es una realidad que no a todas las colonias de la capital coahuilens­e les llega el agua a diario, ni con la misma presión que otras.

Pero también es cierto que aquellos que no se bañan, puede ser más por decisión o alguna condición particular que les impida hacerlo de manera frecuente.

Cualquiera que sea el caso, dicen los expertos que bañarse diariament­e también puede traer repercusio­nes, como resequedad e irritacion­es, además de que la piel humana mantiene una capa de aceite y bacterias “buenas” de manera natural, que incluso favorecen al sistema inmune.

En fin, ¿hoy ya te bañaste?

*Con informació­n de María Elena Santoscoy, Archivo Municipal de Saltillo, Organizaci­ónzación Mundial de la Salud, Universida­d de Harvard.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico