Vanidades (México)

El universo fascinante de la joyería india

Una exposición en París revela su historia en los últimos cinco siglos, desde la época de los reyes mogoles hasta la de los opulentos marajás. Diamantes legendario­s, piezas extraordin­arias y espectacul­ares objetos de arte que forman parte de la colección

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E n 1442, un embajador de Persia llegó al pequeño reino de Kozhikode, también llamado Calicut, en India. Luego de atravesar el muro que rodeaba la capital, escribió en su diario: “Todos los aristócrat­as de estas tierras, así como la gente común, incluyendo los comerciant­es del bazar, usan en sus orejas, cuello, brazos, dedos, joyas con hermosas gemas…”. Una superabund­ancia que asombró al diplomátic­o acostumbra­do a la opulencia de la corte persa. Casi seis siglos más tarde, fue un príncipe catarí, el jeque Hamad bin Abdullah Al Thani, quien cayó bajo el embrujo de esta riquísima tradición y comenzó a adquirir piedras preciosas que pertenecie­ron a los reyes y nobles de la dinastía Mogol y a los suntuosos marajás. Así, inspirado por su pasión, en un lustro formó una de la coleccione­s más espectacul­ares del mundo, que ahora se exhibe en el Grand Palais de París.

Lo que oculta un lujo La muestra tiene más de 270 artículos; 80% de ellos forman parte de la colección del príncipe y el resto es un préstamo de grandes museos internacio­nales. Las gemas no sólo asombran por su tamaño y calidad, sino también por las fascinante­s historias que traen con ellas.

Por ejemplo, en 1526, el diamante Agra, de un rosa intenso, fue ofrecido por el rajá de Gwalior a Babur, el primer emperador mogol, a cambio de su vida. Más adelante, en 1739, la misma pieza desapareci­ó, esta vez en manos de oficiales ingleses, quienes se la hicieron tragar a un caballo y la transporta­ron a Londres. Otra maravilla, un broche de 1910 con una esmeralda, perteneció a la bailarina española Anita Delgado, a quien el marajá de Kapurthala viera en Madrid, ciudad a la que viajó para asistir a la boda del rey Alfonso XIII, en 1906. Enamorado de la joven de 16 años, se la llevó a India, donde se casó con ella y la convirtió así en su quinta esposa. La piedra preciosa, que ella había admirado mientras colgaba en la frente de un elefante durante un desfile, fue el regalo para sus 19 años. Se dice que, al entregárse­lo, le dijo: “Ahora puedes pedirir la luna”. Un arte, dos culturasas Los mogoles, musulmanes con una fuerte cultura iraní, reflejadad­a en su joyería, invadieron Asia central.entral. El imperio se fundó en 152626 por Babur y ya a finales del sigloo XVI era muy florecient­e. El emperamper­ador Akbar tenía tantas piedras iedras preciosas sin montar que una de sus 12 tesorerías se dedicababa a administra­rlas.

La exposición en Parísrís justo explora este intercambi­ombio de influencia­s entre Indiaa y Occidente, desde el Renacimien­tomiento hasta los últimos cien años.ños. Un momento fundamenta­l queue abrió este “trueque” fue cuando Jacques Cartier realizó su primer viaje al país asiático. Ahí comenzóó a relacionar­se con príncipes, marajás y comerciant­es, e importó joyas oyas con un fuerte influjo de la zona, que resultaba intimidant­e: diamantes de la región de Golconda, rubíes de Burma, zafiros de Sri Lanka e incluso las esmeraldas de Sudamérica eran comerciali­zadas en Goa, en el sur. “Los indios tuvieron una relación diferente con las piedras. Para ellos, darle simetría era una herejía y preferían conservar las formas naturales, aun las anomalías”, dice Amin

Jaffer, u uno de los curadores. Riquísimos­R marajás jás TambiénT destacan en la muestram los objetos cotiotidia­nos:dia un reposapiés en oro, diamantes,di rubíes y perlas;as; un bastón de mando en cristal de roca y cabezacabe­z en oro esmaltado; una caja de o oro cubierta de esmeraldas, diamantesd­iama y otras gemas; un espantamos­casespanta­mosc en rubíes y oro, o una multitud de dagas y piezas de vajilla en j jade. Se pensaba que este últim último favorecía la victoria y evitaba el envenenami­ento; por ello, se empleaba a menudo en armas y p platos. En la sección dedicada a loslo atuendos de gala es posible presenciar­prese collares, ornamentos para turbantes, br brazaletes para brazos y tobillos.

Con los cambiosc políticos de los siglos XVIII y XIX XIX, la producción de la joyería tradiciona­l se fue trasladand­o al ámbito comer comercial, y la dominación británica en Ind India a partir de 1858 no hizo sino ace acelerar este proceso. En el siglo XX, la b bisutería occidental absorbió la influencia india, y una ola de orientalis­mo invadió el teatro, la moda y la artesanía occidental, mientras que los príncipes indios visitaban Europa y adquirían joyas en casas como Van Cleef & Arpels o Cartier. En 1925, el marajá de Patiala desembarcó en esta última boutique con miles de piedras preciosas, con el objetivo de hacer joyas destinadas a sus numerosas mujeres e hijos para el jubileo de Kapurthala. Entre las impactante­s piezas en exhibición, se encuentra el brazalete de bolas de esmeraldas para la maharaní de Baroda y el collar Nawanagar que el marajá Digvijaysi­nhji encargó en 1937, con 118 rubíes y 709 diamantes. ●

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 ??  ?? Turbante, Cartier.
Turbante, Cartier.
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 ??  ?? Arriba: Anita Delgado, princesa de Kapurthala, 1915. Derecha: Joya de la colección de Al-Thani.
Arriba: Anita Delgado, princesa de Kapurthala, 1915. Derecha: Joya de la colección de Al-Thani.
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 ??  ?? Joyaux, des Grands Moghols aux Maharajahs, Grand Palais, París, hasta el 5 de junio. Cerrado los martes, entrada 13 €.
Joyaux, des Grands Moghols aux Maharajahs, Grand Palais, París, hasta el 5 de junio. Cerrado los martes, entrada 13 €.

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