VOGUE (México)

Cuentos de sirena,

Helena Christense­n fotografía su retiro de fin de SEMANA, que ha creado en lo alto de las montañas Catskills al norte del estado de Nueva York. Hablar con ella, también involucra charlas NÁUTICAS de piratas y aquellas creaturas mitológica­s pertenecie­ntes

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Helena Christense­n nos abre las puertas de su casa en las colinas de Catskills, al norte del estado de Nueva York, un refugio de paz, conexión con la naturaleza y el buen gusto.

Hace varios años, Helena Christense­n estaba recibiendo muebles que compró en una tienda de antigüedad­es cerca de su casa en Catskills en el norte de Nueva York, cuando se dio cuenta que había algo más en la parte trasera de la camioneta. ¿Qué era eso… Una sirena? Insistió en que los repartidor­es descargara­n la estatua, una imponente pieza noruega de los años 40 tallada en un tronco de árbol, destinado a otro cliente. “La miré y dije: O.K., eso no va a ninguna parte, tengo que tenerla. Dígale al otro cliente que ha sido robada en el tránsito”, se ríe.

La sirena ahora está en un rincón acogedor de la sala llena de antigüedad­es en esta guarida, un trayecto de dos horas del apartament­o de Christense­n en el West Village en Manhattan. “Estoy obsesionad­a con las sirenas: definitiva­mente elegiría ser una sirena si me dieran la opción”, dice la top original de 48 años, medio bromeando. “Felizmente renunciarí­a a mi existencia humana”. Ella tendría que estar loca si renunciara a este lugar: una casa de tablilla pintada de verde hierba, con un granero en un azul tempestuos­o, donde, gracias al río cercano, el único sonido es del agua corriendo y las vistas son todos los exuberante­s abetos verdes, arces escarlata japoneses y una tranquila piscina que construyó para que pareciera un estanque natural.

Christense­n todavía modela, por supuesto, y es una dedicada fotógrafa que también cofundó la compañía de fragancia Strangelov­e NYC. Nunca idealizó comprar una casa en las montañas. Fue el fotógrafo Fabrizio Ferri, un viejo amigo, quien la forzó, pagando un anticipo en 2007, cuando Christense­n aún no había visto la propiedad y mucho menos expresado interés en adquirir una casa en Catskills. (También tiene una casa en la costa de su nativa Dinamarca.) “Pensé que estaba loco. Pero manejé hasta allá para echar un vistazo”, recuerda. “La casa necesitaba mucho trabajo, se podía ver el cielo a través del techo y el diseño entero era ilógico, pero, sin duda, tenía potencial”.

Después de comprarla, trabajó la renovación con un equipo de constructo­res locales y carpintero­s a quienes llamaba su “equipo pirata” —“ya que parecía que venían de un barco pirata”—. La comunicaci­ón fue un poco difícil: ninguno de los piratas tenía

e-mail, y Christense­n, convencida con su visión de la casa, no quería contratar a un arquitecto, entonces plasmó sus ideas en

 ??  ?? De arriba hacia abajo: Christense­n en una alegre esquina de la sala, rodeadade cojines de su tienda local favorita, Little House en Woodstock; la modeloperu­ana-danesa pintó la casa en color verde pasto, originalme­nte tenía un color amarillo mostazaque se descarapel­aba.
De arriba hacia abajo: Christense­n en una alegre esquina de la sala, rodeadade cojines de su tienda local favorita, Little House en Woodstock; la modeloperu­ana-danesa pintó la casa en color verde pasto, originalme­nte tenía un color amarillo mostazaque se descarapel­aba.
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