VOGUE (México)

Un hogar ARTSY

La virtuosa fusión de obras de arte de gran formato, ESCULTURAS, antigüedad­es y piezas de mobiliario personaliz­ado, definen el toque ECLÉCTICO de Silvia Rojo. Esta rúbrica, el emblema de MACARA, su estudio de diseño de interiores, se disfruta en su resid

- Fotógrafo CÉSAR DURIONE

Un desafío arquitectó­nico que conjuga distintos niveles y una altura que otorgan dramatismo y personalid­ad al ambiente, definen el corazón de la residencia de Silvia Rojo, altruista y diseñadora de interiores del estudio Macara. En la sala, la luz natural ilumina delicadame­nte el espacio y permite observar los imponentes muros en los que habitan obras de distintos artistas mexicanos. El equilibrio se logra con amplios ventanales que enmarcan la obra de la naturaleza, la vista hacia un jardín y un paisaje boscoso.

Silvia abre las puertas de su residencia para Vogue y comparte su forma de crear ambientes, tal como lo ha hecho para su familia y los clientes que recurren a su firma. “Esta casa traté de hacerla de una forma que todos los espacios se utilizaran y eso me gusta, que todo se disfruta y no es un sitio donde algunas áreas estén prohibidas para entrar”, explica Silvia, quien es reconocida por sus labores benéficas en la Fundación Duerme Tranquilo.

Desde la entrada, custodiada por una puerta antigua que ha sido restaurada por un artista, se aprecia un diálogo entre el espacio, el mobiliario y los elementos decorativo­s. “Se nota que no traté de interrumpi­r el flujo con muros ni marqué límites precisos y eso es porque me encantan los espacios abiertos”, apunta. Ante tal decisión de dotar protagonis­mo a las áreas más libres, es notorio que también la organizaci­ón del proyecto arquitectó­nico se realizó de tal manera para hospedar las obras de arte que forman parte de su colección particular. “En una casa siempre hay algo que te inspira más y se crea todo alrededor de eso, ya sea un tapete hermoso, un cuadro o una pieza de mobiliario”, asegura Silvia. “En nuestro caso, mi marido y yo comenzamos a colecciona­r arte, por ello los muros fueron hechos en específico para ciertas obras, porque tienen un lugar protagónic­o y todo gira alrededor de ellas”. Ese valor que otorga a la estructura arquitectó­nica y su diálogo con la estética, remiten al aprecio que Silvia expresa por la belleza de la naturaleza, una afición que

cultivó desde su niñez a través de los paisajes de los Prismas Basálticos, el parque El Chico y el pintoresco pueblo de Huichapan, en Hidalgo. “Eran de los lugares favoritos de mi padre y él nos enseñó a amar su tierra. También, mi tío que era arquitecto nos decía que todo debe estar en orden con la naturaleza; no sé cuántas veces en mi vida me pidieron dibujar algo y terminé haciendo los prismas basálticos, porque es un lugar que me trasmite la armonía que se puede lograr con la tierra”, expresa. De ese periodo, Silvia también rescata el aprecio a la labor de los artesanos y la nobleza de los materiales naturales, que incorpora de forma contundent­e con trabajos en madera y los metales. “Me gusta dignificar a los artesanos y las corrientes que surgen

en México, por eso la mayoría de las obras de arte que tengo en mi casa son de artistas mexicanos”, afirma Silvia. “Siempre los tengo presentes en algún detalle, como un cuadro, un bordado o una artesanía. Reconozco que los orfebres mexicanos son lo máximo, como también lo son nuestros ebanistas”. La integració­n orgánica de estos toques tan personales son para Silvia un elemento que debe estar presente en la creación de cualquier proyecto decorativo. “En el diseño de interiores el juego es que no se quede la casa como te la entregaron, sino que el cliente se sienta cómodo colocando cosas que le hayan gustado y que le encuentren un lugar a sus objetos para que comience suceder algo rico en el espacio”, detalla. En su caso, las piezas de materiales naturales son las que han otorgado ese valor añadido a su casa. Uno de ellos es una mesa, obra del arquitecto Alejandro Fernández, elaborada con 800 piezas de cuerno.

Actualment­e, Silvia tiene a su cargo proyectos residencia­les en la Ciudad de México, San Miguel de Allende y Acapulco y siente un gran compromiso al saber que su trabajo produce un impacto en la vida de las personas. Al preguntarl­e si desde su punto de vista en las casas del futuro existe el espacio para los recuerdos y la historia, su respuesta es una reflexión que realizó después de haber colaborado en las labores de ayuda en el terremoto de 2017 y es que los recuerdos son lo único que es irremplaza­ble y que las personas atesoran. Para ella, las memorias más entrañable­s son las que ha vivido en su casa. “Me gusta pensar que el último año nuevo de mi papá lo pasamos aquí, que estuvimos cantando y bailando y que le encantaba venir. Eso es lo maravillos­o de crear un ambiente, que lo haces cómodo para los demás e invitas a vivirlo”,finaliza

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Silvia Rojo, diseñadora de interiores de Macara, en la puerta de su residencia con blazer de Louis Vuitton, blusa de James Perse y jeans de Jorge Ayala: extrema izda.: vista de la sala principal, donde destaca la obra del artista Roberto Cortázar.
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Izda.: escultura Ojos, de Javier Marín junto a un cuadro de Gabriel de la Mora; en página opuesta: el juego de texturas y matices dominan el espacio; Silvia Rojo en un total look de Louis Vuitton al lado de un cuadro de Siqueiros y un juego de platería.
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