LUCHAR POR UN PEDAZO DE CIELO
El artista y arquitecto, Pedro Reyes, y el Director del Nasher Sculpture Center en Dallas, Jeremy Strick, dialogan para Vogue acerca del Espacio Escultórico, la importancia de rescatarlo y la escultura del dominio público
El Espacio Escultórico surgió como idea del escultor Federico Silva en 1977. Inaugurado en la Ciudad Universitaria de la UNAM en 1979 y realizado en conjunto con Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Mathias Goeritz, Hersúa y Sebastián y Federico Silva, es una de las obras más importantes del Land Art en el mundo. Sin embargo, a este bien cultural no se le ha dado el mantenimiento adecuado. Está cerrado los fines de semana y su paisaje se ha visto dramáticamente dañado por la construcción del edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Pedro Reyes lanzó una campaña en la que se exigía que se restaurara de manera integral el Espacio Escultórico. Es así, que en esta conversación con Jeremy Strick, dialogan acerca de la relevancia de la escultura en el espacio común.
Jeremy Strick: Cuando participaste en el Nasher Prize Dialogue Program: The Public Place of Sculpture en el Museo Jumex, hablaste del Espacio Escultórico. Me gustaría saber por qué decidiste hablar de ese tema en ese contexto y por qué piensas que es tan importante ahora, no solo en México, sino a nivel internacional.
Pedro Reyes: El año pasado me percaté de un edificio que se construyó cerca del Espacio Escultórico y que se convirtió en algo problemático. El Espacio Escultórico es una obra de arte, donde la obra en sí es el paisaje. Es un círculo de 120 metros de diámetro con 64 prismas de concreto que enmarcan la lava natural y 360 grados de paisaje natural. Esto es invaluable porque muchas obras del Land Art están a distancias muy alejadas y esta es una preciosa obra de arte en un hermoso paisaje en medio de la ciudad. No estaba en medio de la ciudad en los años 70, pero ahora lo está porque la infraestructura ha crecido muy rápido. Algo que también es importante es que es un espacio público y gratuito que se presta para contemplar, y eso en una capital en la que su contexto social es violento, alborotado y perturbador, ofrece paz. Por eso sentí que era una causa verdaderamente importante y que se debía pedir a la UNAM que regresara la obra a sus condiciones originales.
J. S.: Algo de la campaña que organizaste, que también es algo extraordinario, es la resonancia internacional que ha adquirido, ¿cómo lograste enfocar la atención hacia este problema y la participación registrada por las voces y las firmas que se proporcionaron? ¿Por qué crees que tuvo una resonancia tan fuerte?
P. R.: El Espacio Escultórico es un lugar que si llegas a ver, querrás regresar con alguien para compartirlo. Mucha gente inmediatamente apoyó el proyecto porque ya lo conocían. Los que no, fue muy natural hacerlos entender rápidamente su relevancia. Sé que tú tuviste una situación similar con el Skyspace de James Turrell, y parece que incluso estamos peleando por un pedazo de cielo. Lo que ha pasado con la escultura y su desarrollo en el siglo XX ha sido una transformación importante. En lugar de tener un objeto al cual observas, siendo este el centro de atención, la escultura en contexto te dice a dónde más mirar, incrementando la contribución radical del Espacio Escultórico. Estas esculturas nacieron por la formación natural de lava y captaron la imaginación de pintores y arquitectos como Diego Rivera, Luis Barragán y Mathias Goeritz quienes quedaron totalmente obsesionados con estas formaciones. Se dieron cuenta que esto era la escultura y lo decidieron enmarcar con esta formación natural, y también, crear un medio ambiente. Este es el tipo de trabajo crucial que se usaba mucho en los 60 y 70 porque el medio ambiente se volvió esta idea de inmersión en una condición estética que también es consciente de la naturaleza, con esta naturaleza que no estaba domesticada como la jardinería tradicional, el tipo de rocas y paisaje; ahí tenías un sentido del tiempo, tu lugar en la historia y tiempo geológico. Estos artistas estaban pensando en formas muy primitivas de hacer arte, así como las primeras civilizaciones que estaban conectadas con el cielo, el movimiento del sol, en un entendimiento cósmico de tu lugar en el universo. Y es por eso que todo lo que te rodea cuando estás en una pieza de Land Art es
Es poco común encontrar un lugar gratuito y abierto a todos que ofrece un
entorno de paz
parte del trabajo que tenemos que cuidar con el mismo cuidado que los objetos que se encuentran preservados en un museo.
J. S.: Cuando el Nasher Sculpture Center abrió en el 2003, una obra permanente en la colección era un Skyspace titulado Tending, (Blue) de James Turrell, el cual se encontraba en la parte de atrás de nuestro jardín. La idea era que al mirar hacia arriba, a la apertura cuadrada, se viera el cielo enmarcado. Los Skyspaces de Turrell son muy famosos por la manera en la que ocurren, ya sea al amanecer o el trabajo original y construir el nuevo. Para el público, es algo importante y precioso que les quitaron. La pregunta es, ¿por qué la experiencia de mirar el cielo importa tanto?
P. R.: Es verdad que los dos casos son similares en el sentido de que el cielo es el componente que quieres preservar, lo cual es muy complicado. En el caso de Turrell, tienes una gran torre pero puedes mover la pieza, porque la percepción de la calidad de la luz que el cielo provee puede encontrarse en otro espacio si solo se reconstruye la obra. En el caso del Espacio Escultórico, la lava no el atardecer. Por los cambios que tiene la luz, la relación que existe entre la eléctrica interna y la del cielo al brillar en el amanecer o oscurecer al anochecer, los colores cambian dramáticamente. Miras al cielo y el color y la luz adquieren propiedades que parecen casi físicas. Sin embargo, lo que es interesante de Tending (Blue), era que el museo abre durante el día y esa clase de experiencia distintiva no estaba disponible la mayoría del tiempo. No obstante, fue una de las piezas más apreciadas, populares y queridas de nuestra colección por el público. Incluso estuvo listada no como la mejor obra de arte de Texas, sino como el mejor lugar. La gente venía a visitarla por ese sentido de paz. Durante un momento al introducirte en ese espacio, sentado y mirando al cielo, tenías el sentido de una separación real del día a día, y una conexión con algo mucho más grande y esencial. Hace unos años, un edificio fue construido del otro lado de la calle y era tan alto que visualmente se entrometía en el Skyspace. Cuando mirabas hacía arriba, ya no veías el cielo, solo observabas el edificio. El artista declaró la obra destruida y tuvimos que cerrarla; afortunadamente, Turrell ha diseñado un nuevo espacio que puede existir en ese lugar, pero significaría derrumbar
puede ser removida. Pero el edificio sí. Estuvimos conscientes de que fue una solicitud elevada e hicimos un estimado del costo de construcción en México, el cual incluía deshacerse de los cuatro pisos superiores del edificio. Era entre uno y dos millones de dólares, que realmente no es mucho, pues en México todo el tiempo se hacen trabajos de conservación de 50 millones o más. Estábamos haciendo un esfuerzo por explicar que el dinero no era el problema y que también se podría recaudar para los cambios necesarios. ¿Cuánto costaría rehacer la habitación de James Turrell?
J. S.:
Calculamos entre tres y cuatro millones de dólares. Se tendría que derrumbar completamente y volver a construir, y la apertura que abre hacia el cielo no se movería, pero se acomodaría en un ángulo distinto hacia el edificio de enfrente. La forma de la apertura tendría que cambiar de ser un cuadrado a un círculo ovalado, así que el domo que lleva tiene que ser de la misma forma.
P. R.:
¿Se tiene que hacer una campaña para este tipo de renovaciones con personas especiales invitadas para unirse a este esfuerzo?
J. S.:
Eventualmente esperamos hacer eso, es algo con lo que hemos trabajado con el artista, y creo que es un trabajo importante para traer de vuelta. El caso del Espacio Escultórico es único por la naturaleza del sitio. Pero, creo que también plantea nuestro problema y situación, ya que las obras de arte son creadas bajo ciertas externalidades, una clase de compromisos que se hacen y los entendimientos sobre preservar las condiciones que permiten que el trabajo exista.
P. R.:
Mientras más tiempo pase, una vez que una obra ha sido hecha, existe mucha más consciencia pública. En el caso del Espacio Escultórico, fue una situación increíblemente excepcional tener estas esculturas en un trabajo colaborativo que ha ocurrido en pocos casos en la historia. A su vez, la UNAM realizó un audaz experimento con el arte, lo cual también es poco común. Lo curioso de esto es que en la primera mitad del siglo XX, la pintura es muy fuerte en México y en la segunda mitad del siglo XX se ven estas esculturas experimentales que son muy abstractas en su lenguaje, pero tienen esta intención de alcanzar a una audiencia amplia. No hay una conciencia entera de lo preciosos que son estos ejemplos porque representan un periodo en el que la mentalidad de los artistas estaba en ese tipo de cosas. Es muy hermoso poder tener y preservar estos desarrollos, que son muy específicos a las preocupaciones de la escultura en esa etapa y momento de la historia.
J. S.:
Si consideramos que la UNAM es normalmente una institución que uno esperaría que tuviera cierto interés y sensibilidad hacia la cultura, y junto con el Espacio Escultórico, el programa de arte en general y el programa del museo, ¿por qué no fue más comprensiva y dispuesta a tomar los pasos necesarios para salvar esta obra de arte? ¿Por qué piensas que no lo han hecho, especialmente si la gente ofrece pagar por ello?
P. R.:
Hay conciencia de que hubo un error y es algo que continúo cuestionándome. El edificio fue comisionado por un rector que no tenía la sensibilidad hacia la herencia cultural de la UNAM. Estaba comisionando muchos edificios con arquitectos mediocres sin ninguna consideración de que la UNESCO reconoció a este como patrimonio cultural de la humanidad. Creo que es una decisión puramente política porque José Narro, quien era el rector anterior y ahora el Secretario de Salud, estaría aceptando que cometió un error. Yo espero que con el cambio de administración y rector, que de cierta forma estaba protegiendo a su predecesor, ocurra un cambio. Espero que con el bullicio que creamos, la UNAM haya entrado en consciencia de que no deben construir más edificios en esta área. Lo que más me impactó fue que había un comité de historiadores del arte y expertos. Tuvieron juntas en las que invitaron a artistas para tener estas discusiones y les dijeron que el edificio tenía que quitarse. Fue muy decepcionante ver a expertos del arte como Renato González Mello, que han escrito libros de escultura, traicionar esta disciplina para salvar sus trabajos. Yo creo que serán castigados por los historiadores del arte del futuro.
J. S.:
Una de las cosas importantes de lo que estás haciendo es crear consciencia acerca de este problema. Pero estas obras de arte dependen de la preservación del sitio y la situación donde fueron creadas. Cuando la gente piensa en conservación, tienden a pensar en preservar un objeto, pero con un objeto siempre existe una inexplicable relación con su alrededor. ¿Cómo creas consciencia general de las responsabilidades —ya sean instituciones o entidades políticas— para preservar las obras de arte que no son simplemente objetos, sino realmente piezas limitadas a un sitio?
P. R.:
Con respecto a la opinión pública, en el caso del Espacio Escultórico, dicen cosas como: “México tiene otras prioridades” o “si vamos a usar dinero público o privado, será para problemas más amenazantes que ese”. Y lo primero que quieren cortar del presupuesto público es la cultura. Esto es una concepción equivocada pues no es verdad que debes tener tus necesidades básicas cumplidas para que al final puedas tener todo lo demás, y ver si puedes tener acceso a la cultura. Esto es como si la cultura fuera un privilegio solo para aquellos que la pueden pagar. La cultura es una necesidad básica y la gente de cualquier rol social la produce, sin importar el nivel socioeconómico. La cultura es central para el sentido de la dignidad humana. Es poco común encontrar un lugar gratuito, abierto al público y que ofrece un espacio de paz y contemplación. El Espacio Escultórico tiene una visión real e importante y se clasifica como una de las obras de arte más importantes que existen en el país. Es justificable que recaudemos dinero para preservar esto a futuras generaciones. Lo que realmente carga las glorias de una cierta era son los objetos de arte, así que a la larga la cultura es la mejor inversión.
J. S.:
Mucho de tu trabajo involucra un intenso compromiso con los conflictos socio-políticos más preocupantes de nuestra época. ¿Cómo ha sido para ti como artista el ir en este camino, organizando una campaña pública y política para salvar estas obras de arte sin involucrarte con tu obra, sino con una acción directa?
P. R.:
Muchos artistas se han involucrado con la sociedad pero esta causa la siento muy cercana a mí, ya que yo me considero principalmente un escultor. Otros artistas, como Rafael Lozano-Hemmer, Anish Kapoor y Jesusa Rodríguez han hecho un esfuerzo colectivo y he recibido su apoyo. Sentimos que como artistas, expertos y autoridades, esto es una causa que hay que defender y concientizar para mostrar lo importante que es una cultura que tiene bienes preservados. Estamos haciendo un documental en donde no solo hay artistas que sienten que han sido partícipes, sino también críticos de arte, historiadores e intelectuales que han abordando el problema de la escultura pública. El Espacio Escultórico se convierte en una oportunidad para hablar acerca de la tradición de esculpir los lugares públicos y para hacer consciencia de los paisajes. El plan es estrenarlo antes de que termine el año y compartir con una audiencia más grande la relevancia de este trabajo para ser restaurado a su calidad original.
Estas obras de arte dependen de la preservación del sitio donde fueron creadas