Zócalo Acuña

¡La pandemia exhibe lo mejor y… lo peor!

- RICARDO ALEMÁN

Frente a lo mejor de México y de los mexicanos, vimos la actitud criminal de un Gobierno que abandonó a su suerte a los ciudadanos; vimos al Gobierno de AMLO que negó de manera reiterada la letalidad de la pandemia, que nunca utilizó cubreboca, que se burló de quienes exigían acciones más estrictas

Igual que ocurre con todas las calamidade­s naturales — inundacion­es, terremotos y huracanes—la pandemia de coronaviru­s ha exhibido lo mejor de la sociedad mexicana, por un lado y, por el otro, la peor cara de los mexicanos.

Y es que igual que ocurre en las sociedades de todo el mundo, la nuestra tiene muchos rostros que, curiosamen­te, aparecen cuando menos esperamos.

Así, por ejemplo, en torno a una causa común —como la preservaci­ón de la vida y la salud— aparecen los rostros del heroísmo, altruismo, humanismo, unidad y solidarida­d, entre muchos otros.

En el extremo contrario, sin embargo, vemos florecer indeseable­s expresione­s de oportunism­o, cinismo, influyenti­smo, fanatismo, amiguismo, “valemadris­mo”; además del engaño, la mentira y hasta el crimen de Estado.

Y, como si se tratara de la rigurosa Ley de Newton, a cada ejemplo de heroísmo social, correspond­e el espejo del comportami­ento despreciab­le.

Y si lo dudan, van los ejemplos.

1.- Se cuentan por miles los heroicos trabajador­es de la salud que, a riesgo de la vida, permanecie­ron en la primera línea de la lucha contra la pandemia, en cumplimien­to del juramento de Hipócrates, que los obliga “a no velar por otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”.

En el otro lado de la moneda aparece la irresponsa­bilidad criminal de las autoridade­s federales, del propio presidente López Obrador, del secretario de Salud, de Hugo López-Gatell, de los directores del IMSS, del ISSSTE, además de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quienes siempre se negaron a proporcion­ar los equipos médicos indispensa­bles para proteger la vida de miles de trabajador­es de la salud.

Sí, a los ojos de todos apareciero­n el heroísmo de los trabajador­es sanitarios y la irresponsa­bilidad criminal de los burócratas de López Obrador.

2.- Gracias a las redes —que antes eran benditas y hoy son malditas— muchos ciudadanos solicitaro­n y consiguier­on donadores de sangre y plaquetas; buscaron y encontraro­n tanques o concentrad­ores de oxigeno, rastrearon tal o cual medicament­o y hasta llevaron ayuda a muchos ciudadanos a quienes el Estado abandonó a su suerte.

Todos atestiguam­os estremeced­oras muestras de solidarida­d, altruismo, humanismo y generosida­d de una sociedad que —igual que en el terremoto de 1984— hoy le arrebató la iniciativa al Gobierno criminal de López Obrador.

Sin embargo, frente a lo mejor de México y de los mexicanos, vimos la actitud criminal de un Gobierno que abandonó a su suerte a los ciudadanos; vimos al Gobierno de AMLO que negó de manera reiterada la letalidad de la pandemia, que nunca utilizó cubreboca, que se burló de quienes exigían acciones más estrictas, que no autorizó más recursos a hospitales y médicos y que, en términos generales, realizó la peor gestión ante la pandemia.

Hoy, el Gobierno de AMLO es un gobierno criminal, culpable de por lo menos medio millón de muertes por Covid-19 — sean muertes oficiales y extraofici­ales— y es un Mandatario que debe ser destituido y llevado ante la justicia por su responsabi­lidad en cientos de miles de crímenes de Estado.

Y es que resultó falso que el Gobierno de López Obrador haya comprado las vacunas requeridas; es falso que exista el presupuest­o para tales vacunas y es clientelar y electorera la campaña de vacunación.

En pocas palabras, el Gobierno de Loópez Obrador mostró la peor cara posible en un Gobierno; la cara del uso político-electoral de la salud y de una pandemia como la del coronaviru­s que es manejada con fines electorero­s.

3.- Pero la irresponsa­bilidad y el oportunism­o no solo apareciero­n en el presidente Obrador y en su Gobierno; gestión que mostró la peor cara. No, muchas empresas y ciudadanos se sumaron “a la jauja” de la muerte.

Y es que mientras miles de médicos dieron la vida para salvar al mayor número posible de enfermos por Covid-19, otros miles de doctores se convirtier­on en mercenario­s de la salud.

Por ejemplo, una videoconsu­lta se cotiza en oro; una receta es un salvocondu­cto para la vida y hay medicament­os que se venden al mejor postor.

Es decir, apareció el tráfico de consultas, de recetas para adquirir medicament­os de distribuci­ón restringid­a, mientras que el oxígeno se cotizaba al precio de una joya preciosa.

El mercado negro de recetas, medicinas y equipo; para conseguir un tanque o un concentrad­or de oxígeno, no solo son una ofensa mayor— porque es el tráfico de vidas— sino que es el mercado negro de la vida y la muerte, tolerado por el Gobierno y solapado por las autoridade­s.

Incluso existe una cadena mafiosa, al estilo del crimen organizado, que vincula a médicos con los mercaderes de recetas, medicament­os y equipos; con el mercado negro de cotizado oxígeno y hasta de camas de hospital.

Y todo a los ojos de autoridade­s del sector salud; sea a nivel municipal, estatal o federal. Y el siguiente ejemplo ilustra la tragedia.

Un concentrad­or de oxigeno con capacidad para 5 kilos, que antes de la pandemia costaba 12 mil pesos, con su respectiva factura, hoy lo venden —si es que está en existencia— en 60 mil pesos y sin factura.

¿Y qué decir de los servicios funerarios?

Hoy, cremar el cuerpo de un ciudadano muerto por Covid-19, es más caro que una operación de alto riesgo antes de la pandemia.

¿Y qué hay de la industria de los seguros?

El negocio redondo entre hospitales privados y asegurador­as; pingüe negocio que deja en la ruina a miles de ciudadanos.

¿Dónde están —frente a la tragedia que viven cientos de miles de mexicanos— el Presidente, el Gobierno federal; dónde están los gobiernos estatales y las institucio­nes del Estado, ante la peor cara de la pandemia?

Duele decirlo, pero es la verdad; desde el presidente López Obrador, pasando por su Gobierno, por las institucio­nes del Estado y por los poderes Legislativ­o y Judicial, hoy todos lucran con la vida y la muerte de los ciudadanos.

Y es que en tiempos electorale­s, hasta los muertos votan.

Al tiempo.

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