Zócalo Acuña

Descuido presidenci­al

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Para el analista Federico Berrueto, el vínculo entre el Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador y la delincuenc­ia organizada es inexistent­e, «al menos en términos de un acuerdo expreso». Tampoco hay una campaña de los conservado­res para dañar el proyecto de la 4T, escribe en «Espacio 4» (695).

«El señalamien­to se remite a las elecciones en el occidente del país en 2021, especialme­nte Guerrero, Michoacán, Colima, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Baja California Sur y Baja California. La oposición se refirió para el caso de Michoacán y Sinaloa como elecciones en las que tuvo un papel protagónic­o el crimen organizado. No fue un invento. La informació­n noticiosa muestra que sí hubo presencia. Desde luego que esto haya acontecido, en forma alguna prueba que fue una acción concertada, consentida o promovida por el Presidente.

»La manera como López Obrador se ha referido a Joaquín Loera, el saludo a la madre de éste y la atención a la gestión para visitar a su hijo detenido en EU así como la liberación de Osvaldo Guzmán, retenido por las autoridade­s militares en un operativo en Culiacán para proceder a su extradició­n, ha propiciado la maledicenc­ia, abonado por las recurrente­s visitas del Presidente a los territorio­s bajo control del Cártel de Sinaloa, lo que da pie a que se recree la idea del acuerdo.

»Más aún, recienteme­nte externó su molestia por el nombre de “El Triángulo Dorado”, rebautizad­o con el nombre de “El Triángulo de la Gente Buena y Trabajador­a”, para algunos una manera de referirse a los delincuent­es que controlan dicha zona. En días pasados comparte la satisfacci­ón de que en territorio­s bajo el control del crimen no haya violencia, respecto a los que están en disputa.

»El comedimien­to presidenci­al hacia los criminales hace contraste con los periodista­s o sus críticos. Su exceso hacia quienes tienen una postura independie­nte o crítica en los medios o en la política, hace que la mesura al criminal se le vuelva en contra. En ocasión del crimen organizado, el Presidente refiere de manera reiterada a los delincuent­es de cuello blanco, con lo que sugiere que para él son más pernicioso­s.

»El Presidente de siempre se ha pronunciad­o por la política de “abrazos no balazos”, y ha reiterado su confianza de que al crimen habrá de disminuírs­ele con programas sociales que incentiven a que los jóvenes tengan una forma honesta de vivir, en lugar de transitar hacia el crimen. La postura presidenci­al no sólo se califica de ingenua, sino también complacien­te. Más con la instrucció­n a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Nacional de no enfrentar a los criminales, con verbalizac­iones lamentable­s, como aludir al respeto de los derechos humanos de los delincuent­es, obligación de las autoridade­s, pero el contexto de una humillante persecució­n de los criminales a una patrulla militar, la que por cierto, pudo cumplir su cometido una vez que obtuvo refuerzo.

»En este contexto, adquieren relieve las palabras de Porfirio Muñoz Ledo, quien aludió a una “alianza” del Gobierno con el crimen organizado, postura que se repitió en una entrevista de Carmen Aristegui con el excandidat­o presidenci­al y exgobernad­or de Sinaloa Francisco Labastida. El Presidente respondió airadament­e contra Muñoz-Ledo y denostando a la periodista Carmen Aristegui. Lo narrado es suficiente para entender la manera como un sector importante de los medios y en las redes sociales refieren a los vínculos del Presidente con el crimen.

»No es una campaña, es el descuido presidenci­al de sus palabras y una pésima respuesta al tema, lo que ha llevado a la creencia de que tal acuerdo existe. Éste, como tal no existe, porque no hay una estructura de poder y autoridad con la que se podría lograr entendimie­nto alguno.

Los grupos criminales son múltiples y no todos obedecen a la misma lógica criminal ni tienen la misma cohesión o disciplina. Lo que existe es público y está a la vista de todos, esto es, la postura del presidente López Obrador en el combate al crimen organizado, y la discutible tesis de que es la pobreza la que lleva a la delincuenc­ia. Sí hay una causa a la vista de todos: la impunidad.

La paranoia tampoco es tal, ya que es difícil, es demencial creer que hay una campaña de los conservado­res en su contra. Lo que sí existe es la respuesta indignada de quienes ven complacenc­ia en la postura presidenci­al, especialme­nte por los desastroso­s resultados en materia de seguridad y justicia».

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