Zócalo Monclova

Declive económico y deterioro del bienestar

- ÓSCAR PIMENTEL GONZÁLEZ https://oscarpimen­tel.com

Después de muchos años en que México tuvo un crecimient­o económico mediocre, insuficien­te para erradicar la pobreza extrema y la desigualda­d, a partir de 2019 inicia una etapa de franco retroceso que, con la emergencia sanitaria y la incompeten­te gestión gubernamen­tal de la economía, agrava su incapacida­d para crecer y mejorar el nivel de vida de la población. Esta situación se hará más crítica en los próximos meses y, muy posiblemen­te, será el origen de una mayor conflictiv­idad social y del endurecimi­ento de las mismas políticas públicas del Gobierno Federal que la han provocado.

El crecimient­o anual del PIB en 2019 cayó a tan solo el - 0.1 % y en 2020, ya con los efectos del confinamie­nto y paralizaci­ón que produjo la COVID-19, el decrecimie­nto fue de -8.5 %. Lo preocupant­e es que este descalabro no es resultado de la pandemia en sí misma, sino de la forma en que se le hizo frente y de las medidas gubernamen­tales que crearon un escenario verdaderam­ente adverso a las posibilida­des de un mayor dinamismo de la economía.

No obstante el optimismo del Gobierno Federal que pronostica­ba un crecimient­o para 2021 del 6.5 % del PIB, atribuyénd­olo a un efecto de rebote de la economía después de la caída de 2020 y a la campaña de vacunación contra la pandemia, el Banco de México ajustó su estimación a una tasa del 5.4 % y muchos otros analistas calculan que cuando mucho el crecimient­o será de un 5.0%.

Lo anterior significa que la reactivaci­ón

económica que se pretendió impulsar en 2021, después de los periodos más difíciles de la emergencia por la COVID -19, no logró concretars­e. La economía del país, a pesar de las oportunida­des de la reactivaci­ón global, se mantuvo rezagada. La inversión pública fue insuficien­te y sin una estrategia consistent­e, comprometi­da en proyectos irrelevant­es que responden más a criterios ideológico­s que a un proyecto de desarrollo.

Además de lo anterior, con la lenta ejecución de los proyectos de infraestru­ctura concertado­s por el Gobierno Federal con el sector privado -de 68 obras planeadas se han podido iniciar 26, solo quedan las remesas de los residentes mexicanos en los Estados Unidos y las exportacio­nes como bases para el crecimient­o.

Para 2022, las expectativ­as que registra la encuesta que levanta mensualmen­te el Banco de México, coinciden en una proyección del crecimient­o del PIB de 2.8 %, aunque otros especialis­tas lo estiman en 1.8 %.

Lo cierto es que el presente año será muy complicado para la economía.

Al negarse a otorgar estímulos fiscales a las pequeñas y medianas empresas en las fases criticas de la pandemia (como lo hicieron la mayor parte de los países), el propio Gobierno Federal adelantó un clima propicio para la inflación sin control que hoy padecemos: del 7.25 % en 2021 según los datos del INEGI. Y aunque es previsible que se reduzca el alza de precios, aún así seguirá siendo superior a la meta del 3.0 % que establece le Banco de México y un factor que perjudique seriamente el poder adquisitiv­o de las familias.

Y por si fuera poco, se espera también que la Reserva Federal de los Estados Unidos incremente las tasas de interés para controlar la inflación, lo cual implicará una reducción de las exportacio­nes, de nuevas inversione­s y de crecimient­o económico en México. O sea, la incapacida­d para crecer seguirá siendo un gran problema.

Sin duda, la fuga de capitales que se registró en 2021 por 257 mil 601 millones de pesos (la mayor salida de fondos desde que se inicio el registro en 1991) es una llamada de atención sobre la compleja situación de la inflación, la emergencia sanitaria y la incertidum­bre que provocan las decisiones del Gobierno Federal.

Es claro que sin crecimient­o económico habrá un mayor deterioro del bienestar de la población, seguirán creciendo las cifra de la pobreza y desigualda­des serán cada día más grandes. Y el malestar social provocará una mayor radicaliza­ción del populismo autoritari­o. Lamentable­mente.

Con el respaldo ciudadano, es necesario que las fuerzas políticas opositoras en el Poder Legislativ­o impulsen una agenda para el crecimient­o económico y el desarrollo social, cimentada en un Estado de Derecho, en el impulso a la productivi­dad y en una mayor calidad de nuestras institucio­nes.

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