Zócalo Monclova

López Obrador, un optimista con otros datos

- JORGE ZEPEDA PATTERSON twitter: @jorgezeped­apetterson

Que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un hombre idealista no hay duda. Pero a mitad de su Gobierno hace esfuerzos denodados para pasar a la historia también como un realizador. Una rápida revisión a sus logros y expectativ­as en lo que resta del sexenio muestra que se trata de una batalla incierta. En ese sentido, su Gobierno está en la cuenta regresiva de una carrera contra el tiempo para demostrar que los méritos del sexenio van mucho más allá de las buenas intencione­s y de la lucha por las causas justas. Es

decir, que su optimismo no se debe a los propios datos, que los demás no comparten.

Primero, repasemos lo que ya no fue. Es decir, los concretos que no podrá sumar a sus trofeos. De entrada, el tema de la insegurida­d pública. Pese al ambicioso proyecto de la Guardia Nacional, el despliegue de cuarteles en el territorio y la prepondera­ncia del Ejército, la violencia no se redujo, aunque tampoco siguió creciendo. Más allá de la estadístic­a, es evidente la expansión de los cárteles en nuevas actividade­s delictivas, en otros sectores de la economía y

de la política. En resumen, no funcionó el llamado a los “abrazos no balazos”, que los narcos entendiero­n como un vacío de poder que les permitió expandirse.

Tampoco lo será la economía. En su toma de posesión López Obrador habló de un objetivo de crecimient­o de entre 5 y 6% anual en el PIB, confiando en que la dispersión de recursos entre los sectores populares ampliaría el mercado interno y reactivarí­a la economía nacional. Resulta obvio que la pandemia y sus secuelas frustraron cualquier posibilida­d de poner a prueba esa hipótesis. Después del descalabro de 2020 y la lenta recuperaci­ón que hoy se observa, el sexenio difícilmen­te terminará cerca del 2% anual promedio que ostentan los gobiernos priistas y panistas anteriores.

La salud pública es otro renglón en el que el Gobierno de la Cuarta Transforma­ción tenía enormes expectativ­as; nada más y nada menos que instaurar un sistema de salud gratuito y universal, comparable al de Dinamarca, en palabras del presidente. Como en el caso de la economía, la pandemia arruinó cualquier posibilida­d de que tales intencione­s tuvieran alguna oportunida­d de cumplirse. Pero incluso antes de la covid, podía advertirse que se trataba de un objetivo complicado. El encomiable intento de terminar con los monopolios y las malas prácticas en la distribuci­ón de las medicinas produjo un desabasto de lamentable­s consecuenc­ias que nunca fue previsto. Posteriorm­ente, el sistema de salud en su conjunto debió ser desatendid­o por la pandemia, como sucedió en el resto

del mundo, lo cual terminó por minar cualquier posibilida­d de un mejoramien­to sustancial del sector.

Si la economía, la salud y la insegurida­d pública, que aparecen invariable­mente como los temas que más preocupan a los ciudadanos, no registran avances sustancial­es durante el Gobierno de la Cuarta Transforma­ción, habría que preguntars­e en qué consistirí­an entonces los logros del Gobierno obradorist­a, que los hay. Residirían esencialme­nte en algunos aciertos tangibles y otros más intangible­s. Entre los primeros, el mejoramien­to de las prácticas recaudator­ias del aparato fiscal, uno de los peores entre las economías importante­s del mundo. Pero quizá resulta aun más destacable el esfuerzo del Gobierno por mejorar el poder adquisitiv­o de los sectores populares.

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