El ex Gobernador sui géneris
Luego del registro de Miguel Ángel Riquelme como candidato a Senador de la República por Coahuila, nos encontramos ante un hecho inédito: un ex Gobernador que inmediatamente después de acabar su mandato se somete al juicio de las urnas en una elección, en este caso para la Cámara Alta.
Los usos y costumbres del poder mandatan que al finalizar su sexenio lo prudente es desaparecer de los reflectores, hacerse algunas cirugías estéticas, y escribir un libro de memorias. No en ese orden precisamente.
Como el mentado mamotreto requiere años de trabajo e investigación, y un entorno adecuado para la expresión de las ideas, Europa es el destino perfecto para vivir holgadamente durante su preparación: calles pavimentadas; movilidad urbana; actividad cultural; gastronomía que no engorda; sol que no quema.
Llega entonces un momento de introspección. La dicotomía entre ser y dejar de ser. De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo. Mientras tanto transcurren en silencio plazos fatales y prescriben delitos importantes como el peculado o enriquecimiento ilícito.
Se hallan, pues, en un limbo político: ni continúan en el juego ni les retiran forzadamente de él. No están en la congeladora temporal aunque tampoco han sido condenados al olvido permanente.
En el caso que nos ocupa, sucede a contrario sensu y en una circunstancia sui géneris: con los antecedentes de su administración frescos en la memoria colectiva, sin dejar pasar ese aliado que tiene a su favor la clase política: el tiempo. Dicho de otra forma: sin esperar a que se enfríen los temas, la desmemoria haga su trabajo, y un alud informativo sepulte años de evidencia de su actuación.
Para Riquelme, en cambio, la boleta representa un plebiscito simple: los coahuilenses aprueban o desaprueban su gestión. Punto. A grosso modo. Sin matices. Caprichosamente.
Aunque también es un riesgo calculado, ya que la realidad es que las reglas electorales le permiten, aún perdiendo pero quedando en segundo lugar de preferencia, obtener un escaño de primera fórmula por encabezar la coalición PRIPAN-PRD en la entidad.
La coyuntura de otra alianza tripartita nacional: Morena-pt-partido Verde, ubica en la misma posición a quien figura primero en la entidad, en ese caso a Luis Fernando Salazar. UDC no participa por ser un partido estatal, y ‘suelto’ en la intrascendencia queda Movimiento Ciudadano, un cascarón sin contenido en el estado.
Sin embargo la victoria para Riquelme supone convertirse en el primer político de Coahuila en ganar invicto la quintilla completa: Diputado Local (2005), Diputado Federal (2009), Presidente Municipal
(2013), Gobernador (2017) y Senador (2024). Sin apelar a listas de representación proporcional. En menos de dos décadas.
Salvo la Presidencia de la República, no habría más cargos disputables en el horizonte para él, y sólo en dos ocasiones ha ocurrido en el estado que un Gobernador aspire a una elección consecutiva, en ambas con pase al Senado: Nazario Ortiz Garza (1934) y Braulio Fernández Aguirre (1970). Hace 90 y 54 años respectivamente, en circunstancias electorales completamente distintas. Cuando las calles todavía no estaban puestas y eran bautizadas con el nombre del gobernante en turno. Cortita y al pie
Riquelme pasó de ser un gobernante que arribó al cargo cuestionado, producto de un proceso electoral polarizado y consecuencia del ánimo social de alternancia que se vivió durante 2016-2017, a uno que, una vez en el poder, prácticamente unificó a su favor todos aquellos que inicialmente le representaban oposición, y terminó con mayor aprobación ciudadana que sus tres predecesores (los hermanos y el interino bisagra entre ellos).
¿Acaso no es la política eso que precisamente practicó él, el arte de la negociación, para encontrar coincidencias?
Entre un ecosistema de traidores que deliberadamente dejaron abierta la puerta de sus territorios para permitir el saqueo y ocupación por el centralismo autócrata, Riquelme fue diferente del resto. Rara avis de la política nacional: mandatario de tiempo completo, sin desapegos ni distracciones. Resistió.
¿Qué hubiese pasado si en lugar de integrar y liderar la Alianza Federalista el tiempo que duró ésta, Riquelme hubiese capitulado y cedido entregar la plaza política al régimen populista-militarista? La última y nos vamos El lugar común de un hipotético detractor sería decir que, a su salida del Gobierno, le urge fuero. Esa protección constitucional prima hermana de la impunidad.
Como si el fuero sirviese de algo en un país con tendencia a la autocracia, proclive a la decadencia democrática y de la vida pública.