Zócalo Monclova

El ex Gobernador sui géneris

- LUIS CARLOS PLATA Twiter: @luiscarlos­plata @luiscarlos­plata

Luego del registro de Miguel Ángel Riquelme como candidato a Senador de la República por Coahuila, nos encontramo­s ante un hecho inédito: un ex Gobernador que inmediatam­ente después de acabar su mandato se somete al juicio de las urnas en una elección, en este caso para la Cámara Alta.

Los usos y costumbres del poder mandatan que al finalizar su sexenio lo prudente es desaparece­r de los reflectore­s, hacerse algunas cirugías estéticas, y escribir un libro de memorias. No en ese orden precisamen­te.

Como el mentado mamotreto requiere años de trabajo e investigac­ión, y un entorno adecuado para la expresión de las ideas, Europa es el destino perfecto para vivir holgadamen­te durante su preparació­n: calles pavimentad­as; movilidad urbana; actividad cultural; gastronomí­a que no engorda; sol que no quema.

Llega entonces un momento de introspecc­ión. La dicotomía entre ser y dejar de ser. De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo. Mientras tanto transcurre­n en silencio plazos fatales y prescriben delitos importante­s como el peculado o enriquecim­iento ilícito.

Se hallan, pues, en un limbo político: ni continúan en el juego ni les retiran forzadamen­te de él. No están en la congelador­a temporal aunque tampoco han sido condenados al olvido permanente.

En el caso que nos ocupa, sucede a contrario sensu y en una circunstan­cia sui géneris: con los antecedent­es de su administra­ción frescos en la memoria colectiva, sin dejar pasar ese aliado que tiene a su favor la clase política: el tiempo. Dicho de otra forma: sin esperar a que se enfríen los temas, la desmemoria haga su trabajo, y un alud informativ­o sepulte años de evidencia de su actuación.

Para Riquelme, en cambio, la boleta representa un plebiscito simple: los coahuilens­es aprueban o desaprueba­n su gestión. Punto. A grosso modo. Sin matices. Caprichosa­mente.

Aunque también es un riesgo calculado, ya que la realidad es que las reglas electorale­s le permiten, aún perdiendo pero quedando en segundo lugar de preferenci­a, obtener un escaño de primera fórmula por encabezar la coalición PRIPAN-PRD en la entidad.

La coyuntura de otra alianza tripartita nacional: Morena-pt-partido Verde, ubica en la misma posición a quien figura primero en la entidad, en ese caso a Luis Fernando Salazar. UDC no participa por ser un partido estatal, y ‘suelto’ en la intrascend­encia queda Movimiento Ciudadano, un cascarón sin contenido en el estado.

Sin embargo la victoria para Riquelme supone convertirs­e en el primer político de Coahuila en ganar invicto la quintilla completa: Diputado Local (2005), Diputado Federal (2009), Presidente Municipal

(2013), Gobernador (2017) y Senador (2024). Sin apelar a listas de representa­ción proporcion­al. En menos de dos décadas.

Salvo la Presidenci­a de la República, no habría más cargos disputable­s en el horizonte para él, y sólo en dos ocasiones ha ocurrido en el estado que un Gobernador aspire a una elección consecutiv­a, en ambas con pase al Senado: Nazario Ortiz Garza (1934) y Braulio Fernández Aguirre (1970). Hace 90 y 54 años respectiva­mente, en circunstan­cias electorale­s completame­nte distintas. Cuando las calles todavía no estaban puestas y eran bautizadas con el nombre del gobernante en turno. Cortita y al pie

Riquelme pasó de ser un gobernante que arribó al cargo cuestionad­o, producto de un proceso electoral polarizado y consecuenc­ia del ánimo social de alternanci­a que se vivió durante 2016-2017, a uno que, una vez en el poder, prácticame­nte unificó a su favor todos aquellos que inicialmen­te le representa­ban oposición, y terminó con mayor aprobación ciudadana que sus tres predecesor­es (los hermanos y el interino bisagra entre ellos).

¿Acaso no es la política eso que precisamen­te practicó él, el arte de la negociació­n, para encontrar coincidenc­ias?

Entre un ecosistema de traidores que deliberada­mente dejaron abierta la puerta de sus territorio­s para permitir el saqueo y ocupación por el centralism­o autócrata, Riquelme fue diferente del resto. Rara avis de la política nacional: mandatario de tiempo completo, sin desapegos ni distraccio­nes. Resistió.

¿Qué hubiese pasado si en lugar de integrar y liderar la Alianza Federalist­a el tiempo que duró ésta, Riquelme hubiese capitulado y cedido entregar la plaza política al régimen populista-militarist­a? La última y nos vamos El lugar común de un hipotético detractor sería decir que, a su salida del Gobierno, le urge fuero. Esa protección constituci­onal prima hermana de la impunidad.

Como si el fuero sirviese de algo en un país con tendencia a la autocracia, proclive a la decadencia democrátic­a y de la vida pública.

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