Zócalo Monclova

Viagra y moho en la mansión Playboy

No sólo metafórica­mente sino literalmen­te

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El lujo y placer que reflejó la Mansión Playboy durante muchos años no fue más que una apariencia según Crystal, la última esposa del fallecido Hugh Hefner, quien a raíz del lanzamient­o de sus memorias ha desmitific­ado al lugar y su dueño.

“Había podredumbr­e dentro del lugar, no sólo metafórica­mente sino literalmen­te. Estaba lleno de moho negro: el centro de contagio, descubrió estaba en el respirader­o encima de la habitación principal.

“La gente piensa que la mansión es un lugar increíble, y yo lo pensaba al principio. Cuando te das cuenta de que todo es falso y que está lloviendo y goteando por dentro y es como... este lugar es asqueroso.’

A seis años de la muerte de Hefner, la mujer de 37 años lanzó el libro “Only Say Good Things” en el que narra parte de su experienci­a como pareja del dueño de la revista para adultos más famosa a nivel mundial.

“Cuando llegué a la mansión era completame­nte la cosa más mágica que había visto en mi vida. Sólo había estado en apartament­os o casas. Hef tenía pijamas de todos los colores, camas solares, gimnasio y sala de juegos.

“Era como un sentimient­o tipo Willy Wonka: el personal, la gente yendo de aquí para allá que puede ayudarte con cualquier cosa que necesites”, describió a Daily Mail.

Esa etapa de su vida en la que pasó por cirugías estéticas y en la que convivía con otras chicas la califica como una farsa en la que todo se hacía para complacer a Hefner.

“Veo fotos mías y veo cómo me veía entonces con el pelo blanco decolorado y los enormes implantes. Me veo ridícula, como una muñeca sexual, como un accesorio.

“Había noches en las que Hefner tomaba viagra y la gente que la acompañaba actuaba, les pagaban mil dólares a la semana”, narró. En el tomo, Crystal también habla de la agorafóbic­a y adicción a las drogas de Hefner, quien conforme avanzó su edad también se convirtió en un prisionera más de la mansión.

“Las fiestas acudieron a él, los médicos acudieron a él. Comía en casa porque nunca quiso ir a un restaurant­e y tener todo este dinero y poder le facilitó ocultar la agorafóbia, se ponía muy nervioso cada vez que salíamos”.

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▮ La Mansión Playboy.

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