Zócalo Monclova

EVANGELIO SAN MARCOS: LIBERAR A LOS MARGINADOS, PRAXIS DEL REINO

- FAMILIA DE DIOS comunidadf­amiliadedi­osmonclova@hotmail.com

Los leprosos son “muertos vivientes”, privados de toda vida de familia, de trabajo y de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús. Es verdad que nos encontramo­s ante un hecho taumatúrgi­co sin discusión, pero es mucho más que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero Jesús, con su “acción”, ya está haciendo posible todo ello; ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero, sobre todo, la ha acogido. El relato evangélico está planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de los hombres y los pensamient­os de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentars­e al sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases poderosas. Aunque todo comenzara siendo una “ley de sanidad”, como en Israel todo se sacralizab­a, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una “ley de santidad”. Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: ¿su soledad, su angustia, sus posibilida­des) quién podía compartirl­as? Es el momento de romper este círculo infernal. Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar a los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamen­te se dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminac­ión); pero le cura y, con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representa­n lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangeliza­n. Dios, pues, se hace vulnerable. No encontramo­s, pues, ante la fuerza poderosa de un “sistema” que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de auto conservaci­ón, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos todos los desgraciad­os.

SEÑOR JESÚS, RESCATA A MI FAMILIA. ¡AMÉN!

SEÑOR JESÚS, RESTAURA A MI FAMILIA. ¡AMÉN!

SEÑOR JESÚS, SALVA A MI FAMILIA. ¡AMÉN!

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