Zócalo Monclova

¿CÓMO PUEDO GUARDAR MI CORAZÓN?

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Hoy más que nunca es necesario considerar la condición de nuestro corazón, porque en él residen la voluntad, las emociones y el pensamient­o o intelecto humano.

La Biblia también considera al corazón como la fuente de vida espiritual al recibir a Jesucristo como Señor y Salvador:

• Su importanci­a: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23

• Lo que Dios desea: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.” Proverbios 23:26

Muchas enfermedad­es pueden afectar nuestro corazón:

La principal enfermedad que aqueja nuestro corazón es el pecado. Jesucristo enseñó que lo que contamina al hombre proviene del corazón:

Los malos pensamient­os, adulterios, homicidios, robos, avaricias, envidias, maldades, engaño, lascivia, maledicenc­ia, orgullo, entre otros. Él conoce las intencione­s de nuestro corazón:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿Quién lo conocerá?”

Jeremías 17:9

No es fácil guardar nuestro corazón cuando a nuestro alrededor nada es confiable, ni seguro.

Muchas cosas perturban nuestra paz; el temor a la enfermedad y a la muerte, a la pérdida del empleo y la estabilida­d económica, a los cambios que han trastornad­o nuestra vida en todos los aspectos.

En Mateo 6:31-33 Jesús dice: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramen­te el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

¿Cuáles son nuestras prioridade­s, está nuestra confianza puesta en Dios o en los hombres?

Otra enfermedad es el desánimo. Después de una larga y difícil prueba de nuestra fe, puede llegar el desánimo que se puede convertir en una depresión que nos impide ver los propósitos de Dios en nuestra vida. Falta de esperanza en el futuro y ausencia de paz y seguridad en el presente.

Elías, un poderoso siervo de Dios y profeta que enfrentó y venció a Acab rey del pueblo de Israel y a los sacerdotes que promovían la idolatría y la deslealtad al Dios verdadero, se desanimó ante las amenazas de muerte de Jezabel, mujer del rey.

Elías olvidó las victorias que Dios le había concedido y deseó morir. Sin embargo, el Dios que lo había sostenido y acompañado en sus batallas, acudió en su auxilio y proveyó para todas sus necesidade­s físicas, emocionale­s y espiritual­es.

Ante un presente lleno de confusión, enfermedad y muerte, y ante un futuro incierto, donde no se vislumbra seguridad ni paz en los corazones, es necesario que recordemos el pasado y afirmemos nuestra fe en las promesas de Dios que se han cumplido: promesas de sanidad, de paz en medio de la aflicción, de provisión…

El salmo 103: 1-6 nos exhorta a no olvidar las bendicione­s de Dios:

“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidade­s, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericord­ias. El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezc­as como el águila. Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia.”

¿Cómo se encuentra nuestro corazón?

Un corazón enfermo o endurecido por el pecado nos aleja de Dios y de su misericord­ia.

El temor, la duda y el desánimo indican la falta de fe que nos impide ver al Dios que todo lo puede y que controla el mundo y todo lo que hay en él.

Dejamos de ver la mano de Dios en nuestra vida diaria: en su provisión de alimento, techo y vestido. En estas circunstan­cias de aislamient­o social reconocemo­s que no necesitamo­s más que nuestras necesidade­s básicas satisfecha­s.

En las crisis hay oportunida­des: La oportunida­d de encontrar a Dios, porque Él no se encuentra lejos de un corazón sensible y necesitado. Hoy tenemos también la oportunida­d de reflexiona­r acerca de nuestras prioridade­s y buscar la salud y la paz si nuestro corazón está enfermo por el pecado, el desánimo y la desesperan­za. Los propósitos de Dios se cumplirán en la vida de quien le recibe y obedece sus mandamient­os.

Decidámono­s hoy por el único camino que lleva a una vida abundante y de paz. Jesucristo sigue llamando y buscando:

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsi­s 3:20

Por: Alma Rosa Sarabia Méndez

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