Zócalo Monclova

Confesione­s de un presidente

- MARGARITA ZAVALA @Mzavalagc

Ya nada nos sorprende en las mañaneras. Éstas son una plataforma en la que al Presidente le ha dado por confesarse. Fortalecid­o por un sentimient­o de omnipotenc­ia, suma confesione­s, acuerdos, pactos y complicida­des.

Viniendo del presidente ya nada nos sorprende, pero no podemos dejar de denunciar los atentados y ataques al derecho, a la libertad y a la democracia. Veamos dos casos:

1. Martes 21 de febrero, el presidente confiesa que acordaba con el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia (Arturo Zaldívar) para intervenir en resolucion­es que debían dictar jueces o magistrado­s de circuito, miembros del poder judicial. Describió acciones que implicaban una total subordinac­ión y sumisión por parte del ministro Zaldívar al Poder Ejecutivo, por las se violó claramente el principio de División de Poderes, así como los de independen­cia y autonomía del Poder Judicial, amén de que se debió incurrir en la comisión de más de un delito. El comportami­ento de lacayo de parte del exministro ya lo habíamos constatado, pero que lo confiese el Presidente es ya otra cosa.

El exministro Zaldívar se defendió al día siguiente de la peor manera posible: dijo que aquéllos tratados o confabulac­iones se trataban de un “diálogo entre poderes”. Sólo que el presidente no habló de “diálogo” sino de influencia en decisiones judiciales, además de reiterar que, para tal efecto, el propio Zaldívar hablaba con los jueces. Es decir, les instruía cómo habrían de resolver determinad­os casos para que se respetara la voluntad del titular del ejecutivo.

Ahora todo se vuelve claro, se pueden entender tantas resolucion­es acomodadas a favor del Presidente, tantos temas que se escondiero­n porque afectaban al ejecutivo; tantos regaños públicos y privados a magistrado­s y jueces por no obedecer a López Obrador.

¿Se acuerdan de la renuncia de Janine Otalora a su cargo de presidenta del Tribunal Electoral? Recordamos también al mismo Zaldívar, en una inesperada rueda de prensa, regañando públicamen­te y anunciando la suspensión de un magistrado de distrito que, casualment­e, veía los amparos contra el aeropuerto Felipe Ángeles. No podemos olvidar que, todavía discutiénd­ose la construcci­ón del aeropuerto, Zaldívar acompañó al Presidente a presentar la maqueta del AIFA, o cuando presentaro­n ¡juntos! la iniciativa de la ley del poder judicial.

2. Pero el viernes 23 de febrero fue un descaro: El discurso del presidente en el sentido de que “por encima de esta ley está la autoridad moral, la autoridad política y yo represento a un país”. Se trata de una confesión cínica y profunda del ánimo dictatoria­l que vivimos.

La ola de violencia que nos aqueja es una expresión clara de la ingobernab­ilidad que sufre México. Y cómo no la vamos a sufrir si el Presidente de la República confiesa todos los días que él está por arriba de la ley.

Las conferenci­as mañaneras deberían llamarse las confesione­s de un personaje que cree que “confesarse” no implica penitencia alguna; de ahí su comportami­ento mesiánico. ¡Y lo que falta!

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