¿Merece Saltillo ésa Feria?
Borrón y cuenta nueva. Aquí nada pasó. Y si pasó, vuelta a la página. A otra cosa, mariposa. Sin mirar atrás.
Ayer presentaron a los medios de comunicación la Feria Saltillo 2024, a través de una transmisión improvisada, de cabeza, al aire libre, con ráfagas de viento que imposibilitaban su audición, y en la Plaza Mirador (¿como señal de algo?).
Acaso lo más importante: cuatro meses antes de la jornada estimada para su inauguración (no vaya siendo que algún saltillense no aparte la fecha en su calendario personal) pues hay prisa por legitimarse como “los nuevos” al frente del negocio millonario, luego del affair “Cuquita” del 2023.
Apareció entonces Jesús Ruiz García como presidente del Patronato, vía su cargo en el Consejo Regional Sureste de los Organismos de la Sociedad Civil, sustituyendo a María del
Refugio Gutiérrez, acompañado por tres “empresarios” (no por una mesa directiva, ojo), entre ellos un promotor local que presta su apellido y trayectoria musical (sexto lugar en un reality show de Televisa hace 22 años) como garantía de algo.
¿Son ellos realmente los autorizados? ¿Por quién, específicamente? ¿Quien tenga las llaves del terreno y las contraseñas de las cuentas en redes sociales, puede adelantarse y dar albazo a otros competidores?
¿Puede haber más de una Feria, la oficial y la pirata? ¿Qué categoría ocuparía cada una, asignada por quién, y con base a qué? ¿La opinión de quién toman en cuenta para armarla? ¿Quién está detrás del disfraz de Monja de la Feria?
En este caso crearon un portal web hace 15 días, de acuerdo con su registro, y un logotipo como imagen “institucional”, como si a partir de eso se construyera un evento magno anual.
También un elenco de tres artistas como hipotética cartelera, la cual se irá revelando de manera gradual, sin precisar qué diferente habrá de ocasiones anteriores, o qué amenidades ofrecerán ahora para motivar a la gente y demostrar que no se cometerán los vicios del pasado.
Sin embargo, la expectativa es nula, y las reacciones de los saltillenses rayan en la chunga. Un público que tiene fama de difícil y exigente, no por conocedor y sofisticado, sino por mezquino.
Se pretende realizar del 18 de julio al 11 de agosto (30 días, la más larga de la historia contemporánea).
Aún con la reducción del precio de entrada, a comparación de las últimas dos ediciones, será más larga y más cara que la Feria de San Marcos, en Aguascalientes (a celebrarse del 13 de abril al 5 de mayo –22 días– donde Coahuila es el estado invitado, a la espera de recibir 9.2 millones de visitantes, la mayoría turismo nacional).
Evidentemente sería desproporcionada y ventajosa la comparación, máxime cuando la única novedad acá es la venta de boletos “en línea”, lo cual permite ahora sí seguir la ruta del dinero por medios digitales, pues los tickets en papel que mayoritariamente se pagan en efectivo se prestan al desvío, o como sucedió en 2023: a la clonación (para evitar rendir cuentas).
Habrá Rodeo (para no variar, el deporte sexenal, en la Arena 8 Segundos), Teatro del Pueblo (en la velaria de las instalaciones) y Palenque (a un costado de la Feria, en la Plaza de Toros Armillita).
En este mismo espacio se profundizó el tema el año pasado, a propósito de la edición 2023. La investigación periodística motivó dos denuncias en la Fiscalía General de Justicia del Estado y una supuesta auditoría, todavía interminable. Todo mundo lo sabe ahora: la Feria de Saltillo representa un negocio más redituable de lo que se pudiese imaginar. El botín es cuantioso, y aún más cuando en la ciudad otra dinámica va tomando impulso, con conciertos masivos prácticamente cada fin de semana, en diferentes inmuebles y con distintos proveedores, en su mayoría regiomontanos, algo que antaño no sucedía en el municipio.
A últimas fechas, existe mayor apertura, en parte gracias a los migrantes permanentes y trabajadores temporales llegados allende las fronteras del estado a partir de la pandemia.
La rápida expansión de la vivienda vertical y el futbol de segunda división (en la Liga de Expansión) de regreso luego de 20 años, son muestras de que los tiburones del
negocio ya olieron la sangre.
Cortita y al pie
Ya no se mencionó ayer, en ningún momento, que la de 2024 se trata de “una Feria con causa” (el malogrado eslogan de antaño que vox pópuli se modificó a “una Feria con casa”).
Ninguno de los 46 organismos de la sociedad civil que validaron el evento del año pasado salió a cuento (ni fue público, por lo demás, el donativo a los Osc que presuntamente recibieron las ganancias), mucho menos el ejercicio de donaciones y caridad como fachada para obtener dividendos millonarios.
Fuera máscaras. Ahora será “a nivel casi 100% empresarial (…) con recursos privados, independiente”, según las palabras del propio presidente del patronato.
La pregunta es dónde inicia y dónde acaba lo público y lo privado, particularmente al momento de contar ganancias y, como se mencionó en la presentación, cuando existirán “auditores de Gobierno del Estado”.
La última y nos vamos
La Feria es sinónimo de corrupción, dejadez, mediocridad… y Leandro Ríos como embajador de todo lo que está mal.
¿Simboliza a cabalidad la cultura saltillense? ¿Merece Saltillo esa Feria?