Zócalo Monclova

La nueva Cenicienta

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

El príncipe le entregó al primer ministro un brassiére de tamaño supergrand­e. “Haz que se lo prueben todas las doncellas del reino -le ordenó-. La que lo llene se casará conmigo. Se me ocurrió esta nueva versión del cuento de la Cenicienta”. Un individuo no vio el semáforo en rojo y fue a chocar con el cochecito compacto que conducía una monjita. Descendió del vehículo la sor y le dijo al torpe tipo: “Los sagrados hábitos que visto me impiden decir lo que pienso de usted, y me obligan a devolver bien por mal. Entonces le pido a Dios que su mamacita nunca lo vaya a morder”. Pasaba la medianoche, y el novio de Glafira no se iba. Don Poseidón, el severo genitor de la muchacha, le preguntó a su hija desde lo alto del segundo piso: “¿Todavía está ahí tu novio?” “Ya no, papá -respondió ella-. Ahora estamos viendo la tele”. Hay quienes dicen que el Ejército Nacional se ha convertido en Ejército Presidenci­al, y que en vez de defender a la Patria se ocupa ahora en defender su patrimonio. Lejos de mí la temeraria idea de suscribir tal aseveració­n. No quiero exponerme a que después me señalen en la calle: “Mira: ése que va ahí suscribe aseveracio­nes”. Me preocupa, sin embargo, la aceptación por parte de las Fuerzas Armadas de las variadas encomienda­s -me resisto a decir “empresas” o “negocios”que López Obrador les ha entregado, y que han sido aceptadas fuera de todo orden constituci­onal e institucio­nal. Cuando la próxima Presidenta de México, sea Gálvez o Sheinbaum -se citan por riguroso orden alfabético-, ciña la banda presidenci­al, los militares se encontrará­n en un dilema: ser leales a su nueva Jefa Suprema o mantener su vínculo de subordinac­ión con quien los llenó de privilegio­s, dádivas, prebendas y otras indebidas y peligrosas ocasiones de enriquecim­iento impropias de quienes han jurado dedicar su vida a servir a la Nación. En este segundo caso, si escogieran seguir a las órdenes del que ya no será Presidente, sino mero político, darían un verdadero golpe de Estado, y pasarían a la Historia en la misma deshonrosa manera que Victoriano Huerta y otros traidores de similar jaez. No digo que eso pueda suceder, pero me inquietan el apego de López al poder, la visible tendencia que ha mostrado a influir sobre aquélla a quien entregó el bastón de mando y su constante negativa a reconocer los triunfos de sus adversario­s cuando éstos lo han vencido en las urnas. Los militares y marinos deben su lealtad a México, no a un individuo. Le harían un gran servicio a la Patria si una vez concluido este sexenio hacen renuncia a todos los encargos que AMLO les entregó en violación flagrante de la ley y con claras intencione­s de comprar sus voluntades. En cada hijo el cielo le dio a la Patria un soldado, no un negociante o mercader. El ex alumno del Colegio de la Colegiata le preguntó a uno de sus compañeros de generación: “¿Supiste que hace tiempo falleció nuestro amigo Patané?”. “Sí -respondió el otro-. Todos los días lloro amargament­e su desaparici­ón”. “¿Tanto así lo quisiste?” -se sorprendió el primero. “No -aclaró el otro, mohíno-. Lo que pasa es que me casé con su viuda”. Aquel señor le dijo a su esposa: “El vecino está vendiendo su casa a precio de ganga. Es una pena que no tengamos para comprarla”. “Sí tenemos -le informó la señora-. Dispongo de una muy buena cantidad”. El hombre se atufó. “¿De dónde sacaste ese dinero?”. Explico ella: “Desde que nos casamos, cada vez que me hacías el amor tomaba cinco billetes de mil pesos y los guardaba en una caja. Ahí está ese ahorro”. “¡Carajo! -se consternó el marido-. ¡Si he sabido eso habría hecho contigo todos mis depósitos!”.

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