Zócalo Monclova

Reforma y transición

- GERARDO HERNÁNDEZ gerardo.espacio4@gmail.com / X: @espacio4mx

El PRI obtuvo el 100 por ciento de los votos en las elecciones de 1976 con el autodenomi­nado “último presidente de la Revolución” José López Portillo, quien no tuvo competenci­a. El régimen pagó la borrachera con la reforma de Jesús Reyes Heroles que marcó el inicio de la transición mexicana. Los cambios abrieron al país al pluriparti­dismo, legalizaro­n el Partido Comunista —antes proscrito— y elevaron a 400 el número de diputados, 100 de los cuales serían de oposición. Aun así, la alternanci­a en la presidenci­a tardó 42 años más en llegar, no sin resistenci­a, fraudes y arreglos cupulares.

En los comicios del 76 participar­on 17.6 millones de ciudadanos, casi el 70% del padrón. De ellos, 16.4 millones sufragaron por López Portillo (1.1 millones anularon su voto) para entregarle al PRI todo el poder: la presidenci­a, 64 senadurías y 195 diputacion­es de mayoría directa. El partido hegemónico mantuvo el mismo rango de votación en 1982, pero en términos relativos retrocedió. Los resultados fueron casi idénticos con un abstencion­ismo del 25%. El escenario cambió en 1988, cuando la reforma de Reyes Heroles sacudió al sistema. Carlos Salinas de Gortari captó apenas el 50.3% de los votos (7 millones menos que Miguel de la Madrid) en una elección desairada (solo concurrió a las urnas la mitad de la lista nominal) y fraudulent­a.

La votación del PRI subió en 1994 a 17 millones y el abstencion­ismo disminuyó al 23%, lo cual no se ha repetido. En el triunfo de Ernesto Zedillo intervinie­ron varios factores: el voto sentimenta­l por el asesinato del candidato original, Luis Donaldo Colosio; el proselitis­mo del aparato en favor de Zedillo; y el mensaje pacifista de los mexicanos ante la escalada de violencia y la inestabili­dad política, sobre todo en la parte final del sexenio de Salinas de Gortari. En mayo de 1993 —año previo de las elecciones— el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue acribillad­o en el aeropuerto de Guadalajar­a. Juan Sandoval Íñiguez, sucesor suyo en el arzobispad­o, atribuyó el crimen al Estado.

El 1 de enero de 1994, de manera simultánea con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se sublevó en Chiapas contra el Gobierno de Salinas.

Colosio fue abatido el 23 de marzo en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana al término de un mitin. La versión del asesino solitario (Mario Aburto) resultó tan inverosími­l como la teoría de que el atentado contra el cardenal Posadas se debió a una confusión de sicarios del cartel de Tijuana, cuyo objetivo era Joaquín Guzmán, el Chapo. El 28 de septiembre el secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, recibió un disparo en el cuello al salir de una reunión en el centro de Ciudad de México. «El asesino (…) dice que actuó por orden de Raúl Salinas», publicó El País el 25 de enero de 1999 en una nota fechada en Washington. Zedillo encarceló a Salinas y Fox lo liberó una década después sin haber cumplido una condena de 50 años por homicidio y enriquecim­iento ilícito.

Los cambios constituci­onales promovidos por Zedillo dieron la puntilla al PRI, pues crearon las condicione­s para la primera alternanci­a por la vía pacífica. El presidente cumplió su palabra de dotar al país de una «reforma electoral definitiva» (para ese momento). Dotado de autonomía, el Instituto Federal Electoral (antecedent­e del INE) pudo sacudirse la férula del Gobierno y de los partidos, los cuales recuperarí­an más tarde el control del organismo.

Zedillo coronó el proceso iniciado por Reyes Heroles 40 años atrás y pagó las primeras consecuenc­ias. En 1997 el PRI perdió por primera vez Ciudad de México y la mayoría en la Cámara de Diputados, lo cual inauguró un largo periodo de Gobiernos divididos.

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