Zócalo Piedras Negras

Más que vencedoras en Cristo

- ¡ SÍGUEME! ALMA ROSA SARABIA MÉNDEZ Informes: almarosa_ sarabia@ hotmail. com y a los teléfonos 866 6352877 y celular 866- 650- 3371 ( celular)

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ( Mateo 11: 28) Existen tres dimensione­s en la vida de una persona: La altura que representa su relación con Dios; la anchura que se refiere a su relación con los demás ( prójimo) y la profundida­d, que es la dimensión interna que incluye nuestras emociones. La Biblia nos enseña que los seres humanos fuimos creados a semejanza de Dios y estamos formados de espíritu, alma y cuerpo. La dimensión vertical ( nuestra relación con Dios), es la más importante y de ella dependen las otras dos. Si no hay una relación personal con Dios a través de Jesucristo o ésta relación es deficiente, se reflejará en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos ( nuestra salud física y emocional). Todo empieza con un llamado. Juan el bautista recibió un llamado: ser el precursor de Jesucristo, el hijo de Dios. Conocía su misión y al que lo llamó. Él predicaba “Arrepentío­s, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. ( Mateo 3: 3) Jesucristo conocía su misión: “El Espíritu de Jehová está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantad­os de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;” ( Isaías 61: 1) Él llamó a gente impulsiva y poco instruida como Simón Pedro y a Andrés su hermano; a Tomás que dudaba de su autoridad divina; a Mateo que defraudaba a la gente y a Judas Iscariote, que lo traicionó, entre los 12 discípulos que Jesús escogió para fundar su iglesia. Ellos no dudaron en responder al llamado de Jesucristo: “Sígueme”. Y estaban también los que querían seguir a Jesús y no lo hicieron porque su corazón estaba inclinado al mundo y sus prioridade­s eran terrenales. Una vez que se ha establecid­o una buena relación con Dios, la relación con el prójimo mejora. Nadie puede estar bien con Dios y no estarlo con los demás. “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, gritería y maledicenc­ia, y toda malicia antes sed benignos unos con otros, misericord­iosos, perdonándo­os unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” ( Efesios 4: 31- 32) La dimensión interna, la del corazón, el asiento de las emociones y los sentimient­os; el manantial del que fluye la energía, el discernimi­ento y la fuerza capaz de resistir no solo la turbulenci­a externa, sino de vencerla. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida.” ( Pr. 4: 23) El corazón puede estar enfermo, debilitado a causa de la preocupaci­ón, de la ira y el enojo, de la duda y el resentimie­nto, del pecado, del egoísmo y una baja autoestima y principalm­ente del temor. El temor nos paraliza e impide recordar quiénes somos en Cristo y sobre todo, quién es el que nos llamó: “Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaro­n, diciendo: ¡ Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo; ¿ Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándo­se, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillar­on, diciendo: ¿ Qué hombre es éste, que aún los vientos y el mar le obedecen? Amigo ( a) ¿ conoces a Jesús? Él quiere salvarte de la condenació­n eterna y librarte de la tempestad que se haya levantado en tu vida o en tu hogar. Tú tienes una misión aquí en la tierra, pero no estás solo ( a). El Padre eterno te invita a descansar en Él porque ha prometido bendecirte, fortalecer­te, ser tu proveedor y tu refugio en medio de la tempestad. Hoy puedes decidir responder al llamado de Dios.

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