Zócalo Piedras Negras

ASÍ, LUEGO DE LA EVACUACIÓN DE AFGANISTÁN:

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Qué tiradero de basura hay en este país. Quizá algunas ciudades luzcan más limpias que otras, pero en el fondo, el cochinero es el mismo. Para muestra, Guadalajar­a, donde está el tiradero de Picachos, que la autoridad califica como “un basurero ejemplar”… y es cierto: es un gran ejemplo de lo que no se debe hacer. Ahí los lixiviados registran niveles de cianuro, cobre, mercurio y níquel, así como nitrógeno, coliformes fecales y demanda química y bioquímica de oxígeno por encima de los máximos permitidos. Además, detectan aguas abajo del basurero todo ese cochinero, y en altas concentrac­iones. Mencionaba ayer que en Japón la basura se maneja de otro modo: incineran alrededor del 80 por ciento de ella y aprovechan para generar electricid­ad. Otro 15 o 16 por ciento se recicla. El resto se compacta y se acumula en rellenos, algunos de los cuales sirven para reclamar tierra al mar. Por cierto, allá no han prohibido el uso de plásticos como el de las bolsas del súper… porque los reciclan. Nada que ver con la hipocresía de prohibirlo­s en México de un día para otro, y así crear un nuevo mercado para los comerciant­es. En los Oxxos, por ejemplo, ya no te dan bolsa, que les costaba unos cuantos centavos, a menos de que pidas una porque no puedes llevar tu compra. Entonces te la dan… y te la cobran a peso: negocio redondo. Agrego que esas bolsas tenían un magnífico doble uso, pues en tu casa las usabas para almacenar basura. Ahora hay que comprarlas por cajas y pagarlas a precio de marca fifí. Son unos genios. La nota aporta una imagen imborrable: “el volumen de lixiviados, reportado vía transparen­cia por el municipio, equivaldrí­a a llenar cuatro piscinas olímpicas”. Perfecto para usarlo como balneario en las próximas vacaciones. Peor aún, autoridade­s salientes y entrantes dicen que Picachos opera dentro de norma y no tiene problemas para recibir mil 500 toneladas diarias de basura. Cierto, no tiene problemas para recibirlas. El problema es deshacerse de ellas. Y ni esperanzas de que busquen una solución de fondo. La raza que vive río Santiago abajo, alzaron el grito y hasta un pliego petitorio para exigir que no se reciban residuos adicionale­s. Pero como diría el histérico de Jaime Maussan, “nadie hace nada”. Ni siquiera las autoridade­s federales. La Semadet dice que está al tanto de la bomba de tiempo que combina lixiviados con metales pesados en un rico coctel, pero afirma que todo está por encima de las normas. Pues, ¡ ah, que las normas! Cierro con un apunte optimista: según expertos, las cosas no están tan mal en Picachos. O sí están, pero podrían ser peor, como por ejemplo, en el tiradero de Laureles, que es un asco y también es muy nuestro. Y sigue operando, claro.

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Con suerte, los afganos van a reciclar esa basura

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