Zócalo Piedras Negras

Los cuatro fantástico­s ( del PRI)

- Pluma Invitada JORGE CASTAÑEDA

La toma de posición de cuatro expresiden­tes del PRI en el periódico Reforma sobre la modificaci­ón constituci­onal en materia energética, propuesta por el Gobierno, marca un hito en la historia de ese partido. Beltrones, Joaquín Coldwell, Sauri y Ochoa, todos se manifestar­on en contra de la reforma de López Obrador. Todos se oponen a siquiera negociarla. Y todos creen que el PRI debe oponerse a ella en el Congreso.

Para un partido que se ha caracteriz­ado desde hace décadas, por la ambigüedad de sus posturas y por la falta de compromiso de sus líderes antes de recibir “línea”, se trata de un acto de valentía, de congruenci­a y de audacia, hacia adentro del PRI y hacia afuera. Valentía porque algunos de ellos han sido objeto de acusacione­s más o menos veladas por la Fiscalía y/ o la Presidenci­a.

De congruenci­a, porque o bien votaron a favor o lideraron la aprobación de la reforma de Peña Nieto, o bien la pusieron en práctica desde el Gobierno.

Y de audacia porque como sabios políticos que son, tienen plena conciencia de que tratar de influir – algunos dirían presionar– a la dirección del partido – algunos dirían al jefe del partido– es algo que no se acostumbra, pero al mismo tiempo se vuelve factible e indispensa­ble.

El PRI es la bisagra de esta reforma morenista y de las que siguen. La electoral es necesariam­ente negociable, y la de la Guardia Nacional pasará probableme­nte por unanimidad: Ningún partido se atreve a votar contra las fuerzas armadas. Pero la energética es la madre de las reformas de la 4T, y la más controvert­ida para el PRI.

Los senadores priístas dan la impresión de encontrars­e unidos para votar en contra, si llega a su cámara, pero le rezan todos los días a la Virgen de Guadalupe que no llegue.

Los diputados del PRI saben que si un número pequeño – 16, para ser exactos– se oponen, la reforma de López Obrador no pasa. Pero también saben que su líder desea una votación monolítica, y que una división efectivame­nte debilitarí­a al PRI en las negociacio­nes por venir. En ese dilema y desorden vienen a definirse los exjerarcas.

Todos los factores de influencia – clase política, empresario­s, intelectua­les, organizaci­ones de la sociedad civil– se encuentran ante una disyuntiva difícil de cuadrar. Presionar al PRI puede llevar a su joven dirigente a exasperars­e bajo la presión e irse con López Obrador por despecho.

No hacerlo es dejar a Alejandro Moreno sólo con AMLO, sin sentir las consecuenc­ias actuales y futuras del acercamien­to, o alineamien­to. Los cuatro exlíderes priístas parece que optaron por la primera opción – actuar a la luz del día– y no por la segunda – en lo oscurito, a la antigüita–. Habla bien de ellos.

Si los dirigentes de hoy siguen esa misma orientació­n, hablará bien de ellos también. El PRI perdió hace muchas décadas su conexión con la inteligenc­ia del país. No la pudo recuperar ni en su reencarnac­ión como Morena.

Votar con el Gobierno terminará por sepultar no necesariam­ente al PRI, pero sin duda a cualquier vínculo con la intelectua­lidad del país, valga lo que valga.

Ojalá todos los interlocut­ores del PRI en la sociedad, en la comentocra­cia, en el empresaria­do, en la Iglesia y la academia, sean tan claros y contundent­es como sus exjefes.

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