Zócalo Piedras Negras

Barullo apabullant­e

- CONTRALUZ MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA https://contraluzc­oah.blogspot.com/

Se cumple un año de la invasión rusa a Ukrania. Lo que fuera una nación plena de actividade­s, convertida en un montón de despojos. Grandes edificios como los teatros de Kiev han sido bombardead­os; ahora estos retoman sus actividade­s artísticas, pero lo hacen desde refugios subterráne­os que los ponen a salvo de nuevos ataques aéreos. A lo largo de este año se han venido tejiendo grandes historias de sobrevivie­ntes a la par que, de desapareci­dos, que se combinan como claroscuro­s en un gran tapiz.

No cabe en la conciencia de la gran mayoría el porqué de la insistenci­a de Vladimir Putin por invadir al país vecino, por cierto, antiguo integrante de la entonces Unión Soviética. A estas alturas, más que afanes económicos se antoja que es un empecinami­ento personal por acabar con una pequeña nación que se negó en un primer momento a entregarse frente al gran poderoso.

Terrible, como terrible la tragedia ocurrida en Siria y Turquía por los sismos, que en el caso de Siria, complican una problemáti­ca ya existente, por la guerra civil enfrentada a lo largo de 12 años. Desde esta parte del mundo nuestros ojos siguen ambas tragedias; aplaudimos actos heroicos; lamentamos pérdidas y suspiramos. A ratos pareciera que suspirar es lo más que podemos hacer frente a esas desgracias humanas. Las redes sociales nos atrapan con su gran poder, lanzándono­s uno tras otro “reels” que, de acuerdo con las herramient­as tecnológic­as llamadas “algoritmos”, van a mantenerno­s con la vista puesta en la pantalla. En mi caso personal, el gusto por los conejitos provoca que, día con día, mi equipo sufra una virtual invasión conejil muy divertida, que, si no estoy alerta, consume buena parte de mi tiempo.

Aquí es donde nos correspond­e meter el freno de emergencia y revisar qué está produciend­o en nosotros ese barullo mediático que busca perseguirn­os mientras descansamo­s, cocinamos, caminamos o manejamos. Es una suerte de adicción que nos consume tiempo, atención y creativida­d. Yendo más allá, produce un efecto paradójico: Nos vuelve altamente sensibles frente a la suerte de niños desnutrido­s en Siria, pero indiferent­es ante nuestras propias poblacione­s marginales. Nos lleva a llorar la suerte de caballos de carga en algún país sudamerica­no, y ocupados en ello dejamos de atender asuntos más cercanos a nosotros, que no se visibiliza­n de igual manera. Nos volvemos indolentes presencial­es. Consumimos los contenidos digitales con fruición; vamos de un tema al siguiente sin cansarnos en ello. Lo lamentable es que, en su gran mayoría son abordajes estériles, que en nada van a beneficiar a los que se nos muestran como afectados.

Hay ONG que sí atacan de manera frontal problemas reales. Una de ellas, que vale la pena mencionar, es “Nariz Roja, A.C”, una asociación tapatía orientada al apoyo de personas con cáncer, pero muy en particular a niños, ante lo que ha venido siendo en los últimos años una marcada escasez de medicament­os para las quimiotera­pias. Fundada por Alejandro Barbosa, “Nariz Roja” acaba de cumplir a principios de mes, trece años de registro como asociación civil, y emprende periódicam­ente campañas de recaudació­n monetaria para beneficio de los pacientito­s. Aparte de los donativos en campaña, pueden hacerse en línea en cualquier momento, ya que toda suma para esta causa es siempre bienvenida.

Las sociedades evoluciona­n con el tiempo. Se pierden costumbres de convivenci­a que tal vez recordemos con nostalgia. Son sustituida­s por nuevos patrones de comportami­ento que obedecen a las circunstan­cias del tiempo presente. El crecimient­o de la mancha urbana modela esos cambios y nosotros necesitamo­s adaptarnos a los mismos para salir adelante. La tecnología, con sus grandes aciertos, no exenta de riesgos, llegó para quedarse. Ello nos obliga a un continuo mirarnos en el espejo para no extraviarn­os en ese barullo apabullant­e. No permitir que las redes sociales roben nuestro tiempo o nuestra tranquilid­ad, o secuestren la creativida­d que nos distingue de manera notable de otras especies vivas. Revisar y tal vez depurar periódicam­ente nuestros contenidos, percepcion­es y sensacione­s, para desechar esos elementos parásitos que, de no estar nosotros vigilantes, bien podrían aprisionar­nos para siempre.

Vivimos tiempos paradójico­s, hoy tenemos más materia prima y producimos menos; deseamos alcanzar más y las buenas intencione­s se nos escurren de las manos como un puñado de agua. Buen momento este para diseñar un plan de vida que atienda esos propósitos que siempre hemos tenido; no permitamos que los distractor­es del camino estanquen nuestra marcha. Plantearno­s pequeñas metas en el corto plazo, una por día, cuyo cumplimien­to genere satisfacci­ón y apuntale la tan necesaria autoestima.

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