Cultura económica, órgano musical y saltillenses (I)
La cultura se puede definir en función de la disciplina que trate de hacerlo. Las ciencias sociales como la sociología y antropología han sido, de las que más la han estudiado y usado en la investigación del comportamientos de colectivos urbanos y comunidades indígenas. Al margen de esas ciencias, una definición accesible y menos técnica, que la explica desde una perspectiva holística: cultura es el conjunto de creencias, costumbres, manifestaciones artísticas, y un largo etcétera, que configuran el modo de vida de una población o sociedad asentada en una región o país (Taylor). Por otra parte, la economía cultural, es la responsable de evaluar la sensibilidad de la sociedad ante expresiones de pensamiento, que se manifiestan en arte, artesanía, dibujo, y también otras, pero de carácter intangible; aunque todas orientadas a satisfacer necesidades del consumidor, y que no implican, para él, un beneficio de orden material o monetario.
La economía cultural, valora el éxito de cada evento artístico, de acuerdo a su poder de convocatoria o demanda. De ahí, que sea plausible construir un ranking que clasifique a las ciudades por su nivel cultural. Hace apenas unos días Saltillo fue sede de dos sucesos, casi simultáneos, pero con una perspectiva muy diferente, el primero despertaba el buen humor en la audiencia que asistía a escuchar las historias jocosas que contaba La India Yuridia (1983); a algunos de los presentes les evocó a la popular india María de los años 70. El mercado del chiste, salpicado de mímica y crítica velada al status quo, al parecer sigue siendo rentable en esta parte del país. Tanto así, que los saltillenses que fueron a oírla no escatimaron en pagar hasta 1000 pesos por ocupar una butaca en el teatro de la ciudad, localizada lo más cerca del escenario; a medida que el espectador se alejaba de la figura de la fémina, también las tarifas de los boletos disminuían a 750 y 500 pesos. El teatro según los organizadores maximizó su aforo, no solamente en la primera función, sino en las cinco restantes del fin de semana. Fue el propio director del teatro embargado por una profunda emoción, quien casi interrumpe el final de la última función; el público que abarrotaba el recinto oyó de sus labios: durante la vida del teatro, más de 20 años, nunca se había logrado una asistencia de 1143 personas por función consecutiva. ¡Todo un récord!
El otro evento, que demandaba del público asistente un poco más de esfuerzo intelectual y concentración, que el requerido para entender y disfrutar los chistes, que contaba con desenfado Yuridia, se llevó a cabo en la Catedral de Santiago. Fue organizado por los muchachos de la Facultad de Jurisprudencia, y forma parte de los festejos programados por estar cumpliendo 80 años de vida académica institucional. La asistencia se conformó por estudiantes de la propia facultad, y alguno que otro melómano, que en total sumaron alrededor de 300 personas en aquella cita con el arte. Es comprensible, que debido a su abultada agenda de trabajo, ningún funcionario de la Universidad pudiera estar presente aquella noche en el concierto de música clásica, interpretada por una pieza en guitarra y el resto de las partituras en el órgano de la iglesia. Este se importó de Alemania en 1908, un Walker de 400 tubos. Especula la leyenda que su destino final era la ciudad de Zacatecas, una diócesis con más poder económico que la saltillense. Pero por las gavillas de salteadores de caminos, que asolaban la región en aquella época pre-revolucionaria, se resguardó en la catedral, y allí ha permanecido hasta la fecha. Es probable que sea el único ejemplar en la región, con esa capacidad tubular, con excepción del que tienen los jesuitas en el templo de San Juan Nepomuceno, casi idéntico al de catedral. Al parecer, la única diferencia entre ellos, es la fuente que alimenta el aire a los tubos.
Por muchos años el uso del órgano se reservó para interpretar música sacra (sagrada), pero las autoridades catedralicias, decidieron prestarlo a la Universidad, particularmente desde aquel añorado festival anual de órgano de octubre, que endulzó el oído y deleitó el corazón de decenas de melómanos que se dieron cita para escuchar a los mejores organistas del país. De acuerdo con la definición de cultura que se daba al inició de este artículo, ambos espectáculos se consideran cultura, ya en el acervo memorístico cultural de los saltillenses y residentes que se dieron el tiempo de dejar sus ocupaciones y asistir. No obstante, las “lecturas”, extra-culturales, que se pueden hacer, van a depender del enfoque con que se quieran ver las anteriores presentaciones. Por ejemplo, la económica: los “fans” de Yuridia cooperaron con el erario al comprar su boleto, propiciaron externalidades económicas, al generar ventas en los comerciantes ambulantes y restaurantes próximos al teatro, (continuará)