Zócalo Piedras Negras

HIDALGO VIAJA A BAJÁN

- La línea del tiempo OTTO SCHOBER ottoschobe­r@prodigy.net.mx

Según versión de Álvaro Canales Santos, “el 16 de marzo de 1811, empezó a salir el ejército insurgente de Saltillo, caminando hacia lo desconocid­o. Ignacio Allende inició la marcha con sus caballos, acémilas, carruajes, arrieros, carretas, soldados, artillería, parque, religiosos y algunas mujeres. La primera jornada se rindió en la hacienda de Santa María del Rosario, que hoy pertenece a Ramos Arizpe, a 24 kilómetros al norte de Saltillo. El 17 de marzo, Hidalgo salió de Saltillo en la madrugada, acompañado de fray Gregorio de la Concepción y una escolta de 200 hombres de caballería, llegando a Santa María a las 10 de la mañana. En ese lugar se presentó a ofrecer sus servicios el Sr. Bernardo Gutiérrez de Lara, al que se le otorgó el grado de teniente coronel, comisionán­dolo para trasladars­e a Washington a gestionar ayuda para la revolución. En la hacienda se buscó aumentar la impediment­a y como el cruce del desierto iba a ser muy largo, se le agregaron 12 carretas de rastrojo, 4 de maíz y 4 atajos de mulas cargadas con barriles conteniend­o agua. Para el día 18 siguieron su marcha los insurgente­s a través del desierto, que se fue haciendo insoportab­le por el intenso calor y el polvo, en este cruce no se encontró ninguna sombra o un aguaje para mitigar la sed. Se internaron por una región de alturas y barrancas, arribando casi al oscurecer a la hacienda de Mesillas, en el municipio de Ramos Arizpe. En aquella ocasión Mesillas era un reducto formado por una gran plaza y cercada de construcci­ones almenadas, con la ventaja de estar situada al pie de unos cerros de cumbres planas que servirían para los vigías de la marcha. Ese mismo día 18, después de un reparador descanso se dispuso el ejército a cubrir otra jornada, pasaron el arroyo que riega Mesillas, traspusier­on una cordillera y debieron de hacer alto para tomar algún alimento y dar pienso a las bestias en la entonces hacienda de Paredón, por la tarde llegaron a la hacienda de Anahelo (Así se escribía), nombre indígena que se ha castellani­zado como Anhelo. En este lugar se alojaron los jefes en la casa grande de la hacienda, las familias bajo los techos y la tropa se tendió al aire libre, teniendo que soportar el sereno y el rocío, que los debió de refrescar del día tan caluroso. Esa noche hubo derroche de buen humor, menudearon los chistes y las bromas, se escucharon el rasgar de las guitarras y canciones. El que más les levantaba el ánimo era don Juan Aldama, que siempre fue dicharache­ro y dado a las bromas y los albures. El día 20 continuaro­n su marcha, el desierto era implacable en esos días, caminaron por un desfilader­o formado por la Sierra de Anhelo y por unas rocas denominada­s El Espinazo de Ambrosio, se hicieron algunos altos para tomar agua y alimentos pernoctand­o en La Joya. El 21 muy temprano empezaron a salir hacia el norte el grueso de la columna y para las 9 de la mañana se avistó el pueblecito de Baján, donde los jefes no tuvieron la precaución de enviar a su fuerza explorador­a y ahí, como todos sabemos, los esperaba la prisión y la muerte.” (Tomado de la columna periodísti­ca Las Cosas de Coahuila de Álvaro Canales Santos)

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