Zócalo Piedras Negras

Más que vencedoras en Cristo

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LA PRESENCIA DE DIOS

“Cuando Melissa, mi hija de 17 años, murió en un accidente de auto en la primavera del 2002, el cielo cobró un nuevo significad­o para nuestra familia. Puesto que nuestra hermosa y brillante adolescent­e había confiado en Jesucristo como Señor y Salvador de su alma, sabíamos que ella estaba allí.

Como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios cap. 15:54, “Devorada ha sido la muerte en victoria.

Para nosotros, el cielo se hizo incluso más real. Sabíamos que cuando hablábamos con Dios en oración, hablábamos con alguien que tenía a nuestra Melissa en su presencia.” D.B.” (Nuestro pan diario).

La presencia de Dios a menudo es considerad­a solamente a través de la muerte física y la esperanza de una vida eterna en el cielo.

Uno de los atributos de Dios es su Omnipresen­cia, lo cual significa que Él está presente entre sus criaturas, de diferentes formas: En los cielos y entre las huestes que lo adoran, (Isaías 6:1-3). La realidad del cielo es una de las verdades más gloriosas de la Biblia. Es un lugar real donde Los que mueren en Cristo Jesús, viven en la presencia de nuestro gran Dios, sirviéndol­e por siempre y cantándole alabanzas.

“Los cielos cuentan la gloria de

Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, (Salmo 19:1).

La naturaleza misma nos da testimonio de su Creador, porque “Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”, (Salmo 24:1).

Para aquellos que buscan a Dios, la Biblia dice: “Porque donde están dos o tres congregado­s en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, (Mateo 18:19-20).

Dios se ha hecho presente en la tierra a través de Jesucristo. Antes de que Jesús naciera, a los israelitas se les aseguró que incluso en el juicio, ellos podían tener esperanza porque Dios estaba con ellos, sin embargo, no lo conocían tan plenamente como podemos conocerlo nosotros hoy.

A través de la lectura del Nuevo Testamento de la Biblia, podemos ver la gloria de Dios “En la faz de Jesucristo”, (2° Corintios 4:6) y percibir su presencia en todas las situacione­s de la vida, porque él se ha hecho real a través de su Espíritu Santo.

Para el pecador, la presencia de Dios es temida porque conlleva juicio. El hombre no puede encontrar un rincón en el universo donde pueda escapar de su hacedor:

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?

Si subiere a los cielos, allí estás Tú. Y si en el Sol hiciere mi estrado, he aquí, allí Tú estás”. Salmo 139:7-8

Solo alguien que habita al abrigo del Altísimo, puede estar tan consciente de la presencia de Dios en su vida, en todo momento.

Sin embargo, saber que Dios está en todas partes, no significa que habite en todo lugar. La presencia de Dios es una realidad en nosotros cuando tenemos una relación personal con El a través del Espíritu Santo y una relación de Padre-hijo solo es posible cuando hemos decidido formar parte de la familia de Dios al recibir Jesucristo como señor y salvador.

Es necesario aceptar su sacrificio perfecto en la cruz y recibirle como el unigénito hijo de Dios enviado al mundo para ofrecer liberación y salvación a todo aquel que cree.

“Mas a los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos Hijos de Dios.” Juan 1:12

En la Biblia tenemos promesas de la presencia de Dios en nuestra vida diaria en medio de la necesidad, de la aflicción, de la soledad y la enfermedad:

▮ “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20)

▮ “Nunca te dejaré, ni te desamparar­é” (hebreos 11:5)

▮ “En tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:8)

▮ “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotent­e” (Salmo 91:1)

“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsi­s 3:20)

ALMA ROSA SARABIA MÉNDEZ

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