Zócalo Saltillo

Dejó la gratitud como legado

Siempre vio por su familia, entregado a la Iglesia, a su trabajo, agradecido por lo que tenía

- NÉSTOR GONZÁLEZ

Jesús Armando Vázquez Saucedo conoció desde muy joven a Mary Sánchez Luna. Armando vivía en la calle Acuña, en el corazón de la ciudad, y Mary, quien estudió para ser cultora de belleza, trabajaba justo al lado.

Cuando se casaron él tenía 19 años, y Mary 17. Juntos procrearon a tres hijos: Tzivia Arely, la mayor, que vive en Monterrey; Jessica Alondra y Armando, el más chico.

Nacido en el seno de una familia profundame­nte católica, desde muy joven Armando se involucró con la Iglesia, con la que forjó fuertes lazos a lo largo de su vida: de niño fue monaguillo, durante su juventud siempre se involucró en grupos para la promoción del Evangelio, y como adulto recibió del Obispo el diaconado permanente, la segunda mayor orden que tiene la Iglesia católica.

“Él me decía que era monaguillo, y luego ya después cuando nos conocimos íbamos a la iglesia, la que está ahí, el Espíritu Santo, ahí íbamos y él daba catecismo, yo lo acompañaba y luego ya cuando nos casamos empezamos a ir con una pareja, Luchita y don Pepe, íbamos a Monterrey a las clases que nos daban, dinámicas matrimonia­les, todo eso, y luego empezamos ya acá en Catedral en las misas con niños, y él ya desde antes daba pláticas de bautismo, de los sacramento­s, de confirmaci­ón”, recuerda Mary Sánchez.

Su apego a la religión podría explicarse, además de la tradición familiar, a una curiosa coincidenc­ia. Su primer nombre es Jesús, debido a que cumplía años justo el 25 de diciembre.

Recibe ordenación

Hace cuatro años empezó a estudiar para convertirs­e en diácono, y apenas el 13 de septiembre del año pasado recibió la ordenación de parte del entonces Obispo de Saltillo, monseñor Raúl Vera.

“Estaba él muy contento porque se había involucrad­o, digo, ya estaba muy involucrad­o en los grupos de la Iglesia, y sentía mucha emoción el día que recibió su ordenación junto con sus compañeros de la primera generación”, dice doña Mary.

Cuando se casaron, trabajó como carpintero y luego como taxista. Su esposa lo recuerda como un hombre de gran corazón y muy trabajador, que nunca dejó que faltaran cosas en su hogar.

Además de una profunda fe católica, Jesús Armando heredó de su madre el negocio familiar de las gorditas, que poco a poco fue creciendo, y que formó parte de la infancia de sus hijos, quienes desde niños estuvieron involucrad­os.

“Desde que yo nací mi papá ya tenía este negocio por herencia de mi abuela, de su mamá, él le empezaba a ayu

dar a repartirlo, y desde que estábamos muy pequeñitas mi hermana y yo, mi hermano todavía no nacía, siempre era ir a apoyarlos, siempre nos traían en el negocio, a donde íbamos, desde muy temprano, irnos a la escuela, a dejarnos y bueno él estar en el negocio… Siempre era estricto, pero no tengo yo ningún recuerdo de regaños, siempre fue muy trabajador mi papá, sí, fue un padre dedicado, siempre al pendiente”, señala Jessica.

“Después de que me casé y tuve a mis hijos, siempre muy consentido­r con sus nietos, con los cuatro, y siempre que necesitaba de mi papá, lo que necesitara, siempre estaba ahí”, dice.

Al paso de los años, el negocio pasó a manos de Armando y Mary, quienes se hicieron cargo del establecim­iento, que con el tiempo se volvió un lugar muy conocido: las Gorditas Don Armando.

“Estábamos aquí en la de

Juárez, donde estaba antes la CROC, ahí estuvimos… ya tenemos 20 años, pero en sí en el negocio ya tenemos como 39 años. Ahí empezamos donde estaba la CROC, y luego ahí donde estaba Gitanos, y luego en Allende”, dijo Mary Sánchez.

La familia de Jesús Armando siempre fue muy apegada, y siempre festejaron los triunfos de los demás como propios.

“Cuando nos graduamos de la universida­d, bueno, yo estudié en el Tecnológic­o, y el día que le dijimos de la graduación, la emoción que sintió, que los dos lloraron, porque todo el trabajo y el esfuerzo que hicieron para darnos a todos educación… cuando me entregó en la iglesia… son muchos recuerdos, cuando nacieron mis hijos, mi hija es la mayor de los nietos y cuando la cargó por primera vez que fueron a vernos al hospital, la emoción que sintió al ver su cara, lloraron por verla, muy orgullosos de eso”, recuerda Jessica Alondra.

Llega el virus

El mayor peligro que ha enfrentado la humanidad en los últimos años trastocó la vida de la familia Vázquez Sánchez.

“Yo creo que como toda la gente, pensábamos que no iba a ser algo así tan complicado, tan fuerte, tan grave como lo es, lo escuchaba uno en las noticias y comentábam­os que allá en China, no sé, en otros lados, y no lo veíamos tan cerca, y sí, de un momento a otro empiezan a estar aquí en el país los casos, y sí se empieza uno a preocupar por todo lo que puede suceder”, dijo Jessica.

“En ese tiempo, justo cuando empezó la cuarentena, y que nos empezaron a cerrar, mis papás iban a celebrar; teníamos programada una fiesta para celebrar sus 40 años de casados. Los cumplían en marzo del año pasado, y justo cuando empezó estábamos a una semana de hacer la celebració­n, y por todas estas cuestiones en el salón se pospuso, y ya no se pudo realizar, lo habíamos pospuesto para este año”, agrega.

El negocio de gorditas, pilar de la economía de esta familia, también resintió los estragos de la contingenc­ia sanitaria, pero don Armando siempre tenía palabras de aliento para su esposa y sus hijos.

Siempre controlado

A pesar de las precaucion­es, Jesús Armando nunca supo cómo, pero en enero de este año se contagió. El 15 de enero empezó a sentir una molestia en la garganta.

Luego de hacerse la prueba subió una foto a los grupos de la familia y amigos para demostrar que estaba bien.

Días después recibió el resultado. Se sometió a tratamient­o durante una semana y media, pero empezó a sentir problemas para respirar.

Sentía mucha emoción el día que recibió su ordenación junto con sus compañeros de la primera generación”.

Mary Sánchez

Su esposa

Yo creo que su preocupaci­ón era siempre mi madre, él sabía que estábamos bien, pero ellos siempre juntos para todos lados”.

A pesar de eso mi papi resistió mucho, trató de salir, cada que hablábamos con él, que nos escuchaba, quien estaba con él”.

Siempre muy consentido­r con sus nietos, con los cuatro, y siempre que necesitaba de mi papá, lo que necesitara, siempre estaba ahí”.

Jessica

Su hija

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El orgullo de Jesús Armando siempre fue su familia.

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