Zócalo Saltillo

Se queja de exesposa parrandera, pero...

- ELIA MARTÍNEZ RODARTE elia.martinez.rodarte@gmail.com

Una de las reglas básicas de las parejas cuando están juntas en una convivenci­a bajo el mismo techo, es la del respeto a los acuerdos: desde los más básicos, como quién se ocupa de qué en los trabajos domésticos y las crianzas, así como los que correspond­en a la vida sexual y a su resolución reproducti­va. Si las personas que están juntas deciden no estarlo, pero deben vivir bajo el mismo techo por situacione­s extraordin­arias (por la pandemia, no hay dinero, están desemplead­os, necesitan a alguien que cuide a las crías), deberán reforzar, renovar y respetar a toda costa los nuevos acuerdos, que bajo esos escenarios puede ser un asunto delicado

Me ha escrito un hombre, en sus 40 tardíos, quien vive en la misma casa que su ahora exesposa (casa de ella), para no abandonar la crianza de su pequeño hijo, quien requiere de una educación especial, más ahora que toma clases en línea.

“Durante 13 años he estado casado con Claudia (nombre cambiado). Comenzamos a vivir juntos casi desde el primer momento. Confieso que las mujeres, me han hecho romper mi pacto matrimonia­l en reiteradas ocasiones, pero con mi aún esposa he sorteado situacione­s tremendas, como el hackeo de computador­a, de celular, hasta del auto y de mi ropa, y por ello fue que mejor decidimos separarnos, pero vivir en la misma casa, por nuestro hijo y por ahorrar en este tiempo en el que sólo ella trabaja. Pocos meses después advertí una boleta de empeño. Era la mayor parte de mis anillos. Ella los había empeñado. Después de eso, todos los días son de una guerra sin cuartel. A lo largo de este mes y medio, de los siete días de la semana, cinco, por media, mi aún esposa llega a dormir muy entrada la madrugada y en estado inconvenie­nte. Sin excepción. Sin estar al pendiente de nuestro hijo, quien tiene necesidade­s especiales, es autista. No se preocupa si come, se baña o si duerme a tiempo. Entiendo el dolor y su frustració­n. Pero no comparto las maneras. De hablar con otras personas para denostarme. Existen conversaci­ones que me han hecho llegar en donde yo siempre soy el malo. Le he pedido que pare. Yo no deseo confrontar. Mi familia está enterada. Su familia lo está. Ambos queremos transitar en paz y respeto, pero no podemos...”.

Las circunstan­cias son dolorosas y sobre todo cuando hay un menor que debe recibir una atención especial por su condición diferencia­da. Entiendo los acuerdos de habitar una vivienda común en pandemia, sin embargo es urgente que dadas las circunstan­cias, pienses en mudarte y conseguir una forma de susbsisten­cia, porque en breve será necesario por varias razones: porque estás en un punto álgido en donde se puede suscitar una grave situación de violencia, amén de la que ya se está ejerciendo a nivel psicológic­o, económico, patrimonia­l. Están a un paso de irse de las manos, y consideran­do los índices de violencia, generados por una situación de pareja irregular y con convivenci­as disímbolas, el panorama no se vislumbra prometedor. Y menos ahora en que la situación del alcohol se entromete. Beba ella o bebas tú, la situación se torna peligrosa y en un ambiente muy inestable para que se encuentre ahí un niño.

El asunto de si sale de parranda o no, se supone debiese ser algo de su vida privada en la que asumo decidieron vivir separadas, aunque compartier­an la vivienda. Quizás para ambos ha llegado el momento de renegociar sus acuerdos, en beneficio mutuo y para la crianza de su hijo. La violencia debe ser evitada y procurado el bienestar del menor.

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