Zócalo Saltillo

¿Milagro imposible?

- GERARDO HERNÁNDEZ gerardo.espacio4@gmail.com t: @espacio4mx

Secuela de la sucesión presidenci­al de 2018, pocas elecciones intermedia­s han llamado tanto la atención, al menos mediáticam­ente, como las del 6 de junio. No solo por la cantidad de cargos en disputa, más de 21 mil, lo cual las convierte en las de mayor cobertura y complejida­d en la historia del país. También porque serán un plebiscito sobre el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En la época dorada del PRI, las votaciones de medio periodo eran de mero trámite. Las cosas cambiaron con un estadista de talante democrátic­o, Ernesto Zedillo, cuya reforma electoral permitió, en 2000, la primera alternanci­a en Los Pinos.

Zedillo heredó una de las peores crisis económicas y debió tomar medidas antipopula­res para afrontarla. Una de ellas consistió en aumentar 50% el IVA, cuya celebració­n en la Cámara de Diputados agravió aún más a los mexicanos. En los comicios de 1997, el PRI perdió por primera vez la mayoría en el Congreso y la Ciudad de México, donde la izquierda gobierna desde entonces (primero con el PRD y ahora con Morena).

En las elecciones intermedia­s de 2003, 2009 y 2015, los partidos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña también fueron derrotados.

El turno de ser juzgado en las urnas toca ahora a Andrés Manuel López Obrador, el Presidente más fuerte de los últimos tiempos, pues el voto negado a sus predecesor­es para controlar las cámaras de Diputados y de Senadores, también se le concedió abrumadora­mente al candidato de Morena.

Vistos los resultados de sus dos primeros años de Gobierno, la decisión de entregar todo el poder a un solo hombre parece equivocada. De ese tamaño era el enfado ciudadano con las administra­ciones del PRI y el PAN por favorecer a sus burocracia­s, privilegia­r a las élites y regodearse en la corrupción.

El Presidente y su partido han perdido simpatizan­tes, y los sectores antagónico­s a López Obrador no votan por

Morena, tampoco lo hicieron en 2018, sino por el PAN y el PRI. Sin embargo, el equilibrio en la Cámara de Diputados no se logrará con denuestos, sino con votos.

Para obtenerlo, los opositores al régimen deben acudir en masa a las casillas electorale­s el primer domingo de junio, pero aun así su solo sufragio será insuficien­te para modificar la composició­n del Congreso. Es preciso persuadir a los decepciona­dos y a los abstencion­istas a presentars­e en las urnas y cruzar las papeletas por las oposicione­s, a pesar de su flema y de la pésima calidad y antecedent­es de muchos de sus candidatos.

A diferencia de Peña, Calderón y Fox, cuyas administra­ciones y ellos mismos llegaron debilitado­s a sus respectiva­s elecciones intermedia­s, hoy ocurre un fenómeno curioso: el Gobierno de López Obrador está reprobado, mas no él como persona. Si el partido en el poder, Morena, fuera evaluado en las urnas por sus pifias, sería castigado. Pero si la figura de AMLO se antepone, segurament­e conservará la mayoría en la Cámara Baja y también se hará con el mayor número de las gubernatur­as en disputa.

Jamás una elección intermedia para renovar el Congreso federal, compuesto por 500 diputados, había concurrido con procesos en todos los estados. El 6 de junio se nombrarán 15 gobernador­es, 30 legislatur­as locales y casi 2 mil ayuntamien­tos. Si las encuestas aciertan, Morena ganará la mayoría de los cargos, quizá no con la contundenc­ia de 2018, pero sí para afianzarse como primera fuerza política nacional y mantener el proyecto de la 4T. La condición para evitarlo es colmar las casillas, pero con opciones tan pobres en el PRI, PAN y PRD, el milagro parece imposible.

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