El amor vence al temor
La moneda que se había quedado en el aire al final de la columna anterior ya cayó y dos veces. El lunes pasado se publicó en este espacio, El Temor y el Futbol, que como su nombre indica, relaciona estas dos palabras o conceptos (si alguien no coincidió con ese episodio lo podrá leer en la página de Facebook Quiero Ser Libre).
El domingo 14 de marzo, Marco Garcés, director deportivo de los Tuzos del Pachuca, pasó por mi hijo y por mí para ir a presenciar el juego de Pachuca contra los Diablos Rojos del Toluca en el estadio Nemesio Díez.
Algunos lectores se preguntarán si esta columna de opinión se ha convertido ahora en un espacio deportivo para narrar partidos de futbol, y no, no es así, pero como lo hiciera anteriormente en otros periódicos donde colaboré, tengo la fortuna de que en mi vida siguen pasando cosas interesantes que vale la pena relatar, y que siempre, como regla general, tienen que ver o están vinculadas, de una u otra manera al tema principal de esta columna, que es el de adquirir la libertad para vivir intensamente, sin ataduras mentales y emocionales, que coaccionen nuestras acciones, y nos confundan equivocándonos por un rumbo diferente del de la realización personal y la felicidad colectiva.
El sábado, Marco Garcés me había pedido que pensara en algo qué decirles a los jugadores en los vestidores antes de que salieran a jugar. Como soy poeta natural, irremediablemente mi arenga surgió en forma poética, al inspirarme para escribir mi pequeño discurso; nostálgicamente recordé mi época de jugador en el equipo campeón, por varias temporadas, de futbol americano, Los Buitres, de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro –de la cual soy orgullosamente egresado– volví a sentir como si fuera ayer, el miedo y la exaltación que se percibía colectivamente en todos nosotros, antes de salir a enfrentarnos al equipo contrario, y que disipábamos golpeándonos mutuamente en las hombreras y los cascos, alentándonos.
Algo similar pasa en las plazas de toros antes de partir plaza e iniciar el paseíllo en cada corrida, el miedo está ahí, y puede ser molesto y desagradable cuando se convierte en un temor crónico a sufrir un percance, o a caer derrotados. Del temor crónico se deriva la angustia, la ansiedad, el estrés, la depresión, la falta de autoestima, los complejos y los traumas. ¿Cómo vencer al temor? Con Amor.
Ya en la columna pasada había anticipado que trataríamos este precepto basado en los fundamentos que a continuación explicaré. La gran mayoría de las sicoterapias o disciplinas tales como la meditación y el “mindfullnes”, al tratar con el miedo recomiendan diversas soluciones, pero con el mismo común denominador: la evasión. Lo que yo hago conmigo mismo, y enseño en mis cursos y terapias, es exactamente lo contrario: la confrontación. Este término y actividad no es muy aceptada debido a que se le considera violenta y malvada, porque está relacionada con la lucha y la contienda, por ello, siempre es más recomendable para las personas apacibles y tranquilas, solo contemplar, evadir, huir y resignarse.
Pero una persona que tiene metas importantes, y que desea triunfar y ser exitosa en la vida, no puede estar evadiendo aquello que le da temor toda su vida, mucho menos un deportista, cuyo éxito en su profesión, está precisa y totalmente basada en la competencia, la confrontación, forzosamente tienen que vencer a alguien más para avanzar en su carrera.
Eso es lo que les compartí a los Tuzos en las conferencias, El Arte de Confrontar, eso, confrontarse a sí mismos, sus propios temores, confrontar las derrotas, el pasado, el presente y el futuro. ¿De qué manera hay que confrontar? con amor? Esta palabra es a la vez también un concepto de vida, una acción, una actitud, incluye pensamientos y sentimientos positivos, y mucho más. Pero en ocasiones al amor se le limita, y se considera que nada más se ejerce en las relaciones de pareja o familiares, se le considera solo algo tierno y dulce, que se representa con un corazoncito. Yo difiero con ello.
En mi opinión, el amor es fuerte, poderoso, apasionado, invencible. Mientras que el temor trae consigo tristeza, oscuridad, pérdida, derrota, infelicidad, envidia, celos, carencia, desconfianza; el amor siempre es acompañado por la alegría, ilusión, la fe, confianza, la felicidad, éxito y la abundancia. La clave para mí, es poner a estos dos antagonistas en los extremos opuestos de una balanza, y ser conscientes que, para poder inclinar esa balanza para el lado positivo y luminoso del amor como guía y rector de nuestras vidas, hay que entregarnos siempre al 100% en el juego de la vida, no por temor a perder, sino por amor a ganar.
Al confrontar una competencia o a la adversidad con amor, no estás enojado, no hay ira ni rencor en tus acciones; al jugar por amor al juego, por amor a ganar, hay convicción, perseverancia, contundencia, ambición positiva, todo con amor, “en buena onda”, pero firme, sin ceder un ápice de terreno ante el rival.
Basado en todos estos conceptos, terminé de escribir mi poema, el cual, –al cederme amablemente la palabra su entrenador Paulo Pezzolano– compartí a los Tuzos en los vestidores antes del partido, y compartiré también en este espacio con mis lectores, pero primero me permitiré expresar, que ese juego del Pachuca ante el Toluca, es el que más intensamente he sufrido y gozado en mi vida. En el palco, junto con Marco y Armando Martínez, grité y brinqué sintiéndome de corazón parte del equipo, agradecido por aportar mi pequeño grano de arena a que cambiara la situación adversa.
Yo soy tuzo bravo
“Yo soy tuzo bravo del Pachuca futbol club. No me rajo ante el rival y confronto de frente la adversidad. Cuando salto a la cancha nunca dudo, mi entrega siempre es total. Aprendo de las derrotas, me fortalece caer, pues me levanto con hambre de triunfo para no volver a perder. En mi mente y en mi alma ya solo hay espacio para una palabra, tengo grabado a fuego en mi pecho, que mi destino es ganar, ganar, y solo ganar”.
La moneda ya cayó y dos veces, los Tuzos le ganaron al Toluca 2-0, y a los Tigres 1-0.