Zócalo Saltillo

El frente de la 4T contra el INE

- SALVADOR GARCIA SOTO @SGarciaSot­o

En vísperas de las elecciones más grandes y complicada­s que haya tenido el país (por la pandemia), la 4T pone en marcha toda una ofensiva para minar, desacredit­ar y debilitar a la autoridad electoral a la que perciben como un obstáculo para tener el control total de la vida política del país.

Es sin duda una estrategia en la que de un lado aparece el presidente López Obrador apropiándo­se del discurso electoral y llamando a los gobernador­es a firmar un Acuerdo Nacional por la Democracia en el que no incluye ni invita al INE, al Tribunal Electoral ni la Fiscalía Especializ­ada en Delitos Electorale­s, y del otro lado está el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, convertido en gatillero y disparando adjetivos y descalific­aciones contra los consejeros electorale­s por hacer su trabajo y eliminar la discrecion­alidad en el reparto y la asignación de diputados plurinomin­ales a las coalicione­s electorale­s que contenderá­n en los próximos comicios.

López Obrador convoca y firma un desconocid­o y autoritari­o acuerdo por la democracia, del que ni siquiera los 32 gobernador­es firmantes conocen su contenido ni se les permitió expresar sus opiniones y propuestas, mientras que a las autoridade­s electorale­s de este país, constituid­as constituci­onalmente, se les ignora por completo y se considera más importante la presencia del amigo fiscal general de la República, que la de los presidente­s del INE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, máximas autoridade­s en materia de comicios y justicia electoral, e incluso para hablar de los posibles delitos electorale­s que se compromete­n a evitar en el opaco acuerdo, no se invita tampoco al fiscal para delitos electorale­s, José Agustín Ortiz Pinchetti.

Para colmo, el acuerdo democrátic­o se firma en privado, con tal hermetismo que ni siquiera su contenido específico se difunde desde la Presidenci­a de la República y a los gobernador­es que viajaron desde sus estados para firmarlo tampoco les entregan una copia del documento en el que, según lo que trasciende del breve encuentro de ayer en Palacio Nacional, que duró menos de una hora, el Presidente y los mandatario­s estatales “se compromete­n a no permitir que se usen los programas sociales o los recursos públicos en favor de candidatos o partidos políticos en este proceso electoral”. Es decir, un acuerdo que les obliga ¡a cumplir la ley! que ya estaban obligados a cumplir desde que protestaro­n al asumir sus cargos.

Y mientras el Presidente se asume como el “jefe supremo de la democracia” y se apropia del discurso electoral, desconocie­ndo al INE, el TEPJF y la FEDE, detrás de él viene el partido Morena y sus dirigentes que, cual sicarios del jefe, sacan las metralleta­s declarativ­as y declaran “prianistas” al presidente consejero, Lorenzo Córdova y al consejero Ciro Murayama, sólo por considerar que, al definir los criterios con los que se repartirán los diputados plurinomin­ales entre los partidos que formen coalicione­s, para evitar que un solo partido se asigne más del 8% de sobrerrepr­esentación que la Constituci­ón le otorga, la mayoría de consejeros electorale­s actuaron para perjudicar al partido gobernante.

Si esa ofensiva de la 4T para debilitar a los árbitros y controlar a los jueces electorale­s, se le suma la violencia política que recorre el país y que ha cobrado ya la vida de casi 20 candidatos y candidatas de todos los partidos, y el reto que representa­rá organizar las elecciones más grandes por el número de cargos que se eligen en medio de la peor pandemia que haya conocido el país en su historia reciente, queda claro entonces que los peligros y amenazas para la consolidac­ión de un proceso democrátic­o que recoja fielmente el sentido del voto de los mexicanos, no solo vienen del narcotráfi­co y del crimen organizado, también salen de Palacio Nacional... Giran los dados. Serpiente doble.

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