¡Suenan los tambores por una reforma fiscal!
Vuelven a sonar los tambores convocando a una nueva reforma fiscal. Ya los gobernadores disidentes de la Conago, la Alianza Federalista, han planteado la revisión del Pacto Fiscal, proponiendo una Segunda Convención Nacional Hacendaria. Recientemente el secretario de Hacienda se pronunció sobre una posible reforma fiscal, después de las elecciones. El diputado Ramírez Cuéllar, entusiasta de estos temas, creó en la Cámara de Diputados un Grupo de Trabajo de “transición” para elaborar propuestas y crear un Instituto de Estudios de la Hacienda Pública.
Ramírez Cuéllar lanzó, además, la idea de establecer un Impuesto Patrimonial en México. Después de casi desaparecer, está nuevamente de moda para enfrentar la lacerante desigualdad. En Estados Unidos, los senadores Sanders y Warren, y el multimillonario progresista Buffet lo respaldan. En México resurgió por la referencia del presidente Fernández, que ya lo implantó en Argentina… ¿convenció a nuestro Presidente?
El Presidente ha dicho que hará una reforma para su tercer año, o sea 2022, pero se opone a nuevos impuestos, o a elevar tasas. Con estos obstáculos, ni un mago puede sacarla. Además no dan los tiempos. Hay que esperar al resultado de la elección, se le facilita si tiene mayoría. La nueva Cámara inicia en septiembre con nuevos diputados. Se puede avanzar en el menú, sobre todo preparado por Hacienda, pero probablemente no puede negociarse por su complejidad hasta el primer semestre de 2022. ¡Sería suicida una reforma si no estamos en pleno proceso de recuperación económica!
¡Desde luego urge! El Estado Mexicano, en sus 3 niveles, tiene una gran penuria. Si se toma en cuenta la debacle de Pemex y el inexorable aumento de las pensiones, que ya absorbe todo el IVA, ¡está en quiebra! Ya rompió los “cochinitos” de ahorro. Nuestra recaudación tributaria de 13% del PIB es un ridículo internacional. El promedio de América Latina es de 22%, el de la OCDE es 34% y, ¡oh sorpresa!, nos supera África: 17 por ciento.
En materia de federalismo fiscal estamos aún peor. Los Estados tienen de los más bajos ingresos, recaudan menos del 1% del PIB con paupérrimas fuentes propias: tenencia, alojamiento, nómina. Reciben en transferencias del Gobierno un nada despreciable 40% del “pastel” presupuestal, sin asumir ningún costo político. Pasan la “charola” al Gobierno federal, lo llamo “charolismo fiscal”. Los municipios, mayor vergüenza, recaudan en el predial 0.4% del PIB, frente a un normal 2% OCDE o América Latina. Un impuesto que es progresivo, gravando las mansiones, no la vivienda de interés social. No se evade, no pueden moverse. No cobran el agua tan escasa. Tienen que recaudar más.
La reforma precisa de un Pacto Fiscal Nacional, negociada con todos los actores económicos, balanceada en sus compromisos, diversificada en sus instrumentos.
¡Suenan los tambores —esperamos no de guerra! La reforma debe diseñarse, negociarse, comunicarse bien. Deben cuidarse los tiempos. ¡Solo aplicarla si hay una recuperación en curso!