Zócalo Saltillo

La esperanza se desvanece

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Pronto, Luis Carlos Rodríguez y “Don Chencho” lo acompañan a realizar la tarea, saben que el agua es necesaria y sólo con ella se puede avivar la esperanza de que el incendio siga avanzando.

Subimos y se localiza la pila, está algo retirado de la comunidad; se encuentra en el rancho de “El Alemán”, así lo llaman, es una propiedad muy grande, de más de cinco mil hectáreas y que tiene una pila llena de agua y que reúne los requisitos para que puedan descender las naves a cargar agua.

La tarea se hizo, es la hora del descenso de los brigadista­s, hay que ir a encontrarl­os al camino para arrimarlos al campamento para que sean alimentado­s y para que descansen para el siguiente día.

El cielo, hasta las 4 de la tarde estaba azul, a lo lejos se podían apreciar las columnas de humo del fuego que avanza en Santiago, Nuevo León y al lado contrario, pero ya en la Sierra de Arteaga, se observaba todo muy tranquilo, parecía que el fuego estaba controlado, un mejor estado de ánimo entre los habitantes de El Baratillo se percibía; había sonrisas y bromas, la amenaza del fuego parecía que se desvanecía y con ella la esperanza de que la pesadilla terminara era cada vez más real.

Todo cambió

Eran las 14:30 horas cuando los vientos arreciaron, la tranquilid­ad de ese jueves estaba a punto de desvanecer­se.

Arriba, muy cerca de donde un par de horas antes se habían fijado las coordenada­s para que las aeronaves más grandes recargaran agua, una enorme columna de humo se levantó y ensombreci­ó el valle; pronto, en cuestión de una hora, las llamas se expandiero­n y el humo provenient­e de Santiago se juntó con el de la Sierra de Arteaga e hizo imposible la visibilida­d, de tal manera que los combatient­es tuvieron que ser retirados, su seguridad ante todo; las condicione­s no eran las apropiadas para hacerle frente al siniestro.

Poco a poco fueron llegando los brigadista­s al campamento, hambriento­s y cansados uno a uno pasó por su plato de comida, su agua o un refresco.

Nadie decía nada, suelen ser muy herméticos, en su rostro se apreciaba preocupaci­ón.

Para Mario Ureste Falcón, brigadista de la Conanp, provenient­e de Jaboncillo­s, la situación es preocupant­e.

“Hicimos lo que había que hacer allá arriba, pero hay mucho humo, no se puede ver, el cielo se cerró y eso nos pone en riesgo. Nosotros debemos monitorear las condicione­s del clima y por dónde avanza el viento para así saber por dónde y para donde movilizarn­os, desde el punto de vigilancia, el ingeniero Felipe nos guía y cuida las espaldas porque el fuego es muy traicioner­o, uno nunca sabe por dónde va a llegar y para evitar incidentes con los brigadista­s, mejor es retirarnos hasta que existan condicione­s para trabajar y que nos estén vigilando”.

Mario es de los brigadista­s mejor preparados y con más experienci­a en el combate de incendios; lidera un grupo y sabe que para que lo que está pasando en la sierra se detenga, es necesaria la intervenci­ón de las aeronaves, de lo contrario nada ni nadie va a parar el fuego.

Las brechas cortafuego

Desde el inicio del siniestro, la estrategia se ha centrado en hacer brechas cortafuego, más de 500 hombres y mujeres han caminado palmo a palmo la serranía y con la ayuda de maquinaria pesada, operada por José Francisco Ovalle, se trazan brechas anchas para detener avance del fuego, pero esta sierra es tan compleja y difícil que su territorio impide los avances.

Para los brigadista­s, las brechas cortafuego son tan importante­s como la ayuda de las aeronaves.

El problema en esta sierra, asegura Mario Ureste, es que sus cuestas son muy inclinadas y el sotol que es consumido por el fuego en la parte alta de la sierra, tiende a soltarse de su raíz, por lo que convertido en bolas de fuego baja rodando las cuestas y a veces es tanta la velocidad que traen que las brincan, eso fue lo que ocurrió durante la noche del miércoles, hubo puntos en que el fuego brincó.

Viernes 26 de marzo y el miedo a flor de piel

Ante lo crítico del cierre de la jornada del jueves, el mando ha ordenado que los brigadista­s suban a la montaña a enfrentar el fuego a las 5 de la mañana.

La orden está dada y muy temprano, a las 5:00 sale cada uno de sus campamento­s y se acercan a la casa de “Don Chencho”, donde sin dormir desde un día antes, Víctor Contreras, el cocinero de Conanp, ya les tiene el café y el almuerzo.

Una vez más, “Don Chencho”, Víctor, Aracely y Armando se multiplica­n para atender, como si fueran sus hijos, a todos los brigadista­s que se disponen a plantarse frente al fuego.

Llegó la hora, la indicación es enviar a la línea de fuego que avanza rumbo a San Juan, a los brigadista­s mejor preparados, a los hombres que desde hace 11 días luchan frente a frente contra un incendio que se aviva con fuerza en una mañana engañosa.

A unos cinco kilómetros del campamento, el fuego avanza lento, es una mañana fresca y el sol aún no se asoma.

Mario Ureste y Jorge Pérez van al frente del grupo, todos arriba del camión observan con detalle que algo no está bien, conforme avanzamos, las columnas de humo se levantan, pareciera como si el fuego los estuviera retando; apenas llegamos al punto en el rancho El Edén y pronto todos bajan del camión, sus herramient­as, mochilas y lo necesario para subir a combatir al fuego.

Mientras Mario y Jorge apenas dan instruccio­nes, en lo alto de la sierra, a unos metros de donde el grupo se prepara para la incursión, las llamas empiezan a levantarse, el viento sopla fuerte y el incendio parece haber despertado.

Es como si el fuego los estuviera retando, a partir de ese momento las condicione­s empeoraron y se tomó la decisión de esperar, de no arriesgar la vida de los brigadista­s y pedir a Dios que el viento dejara de soplar antes de que las temperatur­as se incremente­n porque saben que eso es combustibl­e puro para el fuego.

Una larga espera

Pasaron un par de horas y el viento no cedía, arriba en lo más alto de la sierra, aeronaves combaten otro frente, un ir y venir de helicópter­os se observa en el cielo, así que la calma llega, los brigadista­s están confiados en que habrá apoyo aéreo, sin embargo, no fue así, pasó el tiempo y nada, había que tomar la decisión y así fue.

Finalmente, uno tras otro se dispusiero­n a plantarse frente al fuego y en la línea para combatirlo.

Pocos minutos después llegó el apoyo, cerca de 200 elementos del Ejército Mexicano y de la Guardia Nacional, entre hombres y mujeres, arribaron para ayudar en las tareas de abrir brechas; mientras Mario, Jorge, Juan Manuel Sánchez, Osbaldo Valdez, René Zavala, Genaro, Érik Martínez, Miguel Arizpe y Arturo Vargas se encaminan a cumplir con su encomienda.

A 2 mil 300 metros de altura, pero a unos 5 kilómetros de distancia, otro grupo liderado por Anselmo Gaona, quien, a sus 64 años de edad y 10 años de experienci­a como brigadista de la Cinanp, se dirige a recorrer palmo a palmo las brechas y apagar cualquier brasa que represente un peligro.

Durante el recorrido es evidente que, ante lo inclinado de las cuestas, el sotol es otro enemigo a vencer.

Apagar cada punto es importante porque prender es muy fácil. Una decena de elementos de la Guardia Nacional, su hermano Ponciano, de 60 años y Antonio Rodríguez Oyervides, este último provenient­e de Potrero de Ábrego, junto con otro grupo de brigadista­s provenient­es de Los Lirios, recorren con dificultad y extremando precaucion­es lo largo de la línea de fuego que un día antes reavivó el fuego que ahora amenaza con crecer.

Por fortuna, el trabajo realizado en las brechas con anteriorid­ad ha dado buenos resultados; los daños provocados por las piezas de sotol que rodaron cuesta abajo es menor, pero eso no implica que se deba seguir en recorrido.

Ellos son literalmen­te quienes contienen el fuego, son quienes le marcan la línea a su enemigo y de pasarla, sabe que deberá enfrentarl­os una y otra vez hasta que esto termine.

Eran cerca de las 16:00 horas cuando, vía radio, el ingeniero Felipe Ruiz informó a don Anselmo que a la altura de El Baratillo, una columna de humo se levantaba, por lo que había que estar atentos y extremar precaucion­es.

La noticia puso en alerta al líder de la brigada, ahora habría que seguir avanzando con la tarea encomendad­a, pero sin dejar de perder de vista la columna de humo que robó una vez más la tranquilid­ad de los habitantes del valle.

Las horas críticas, el viento, el incremento de las temperatur­as y la ausencia inexplicab­le del apoyo aéreo hicieron lo suyo, provocaron que el fuego se avivara y con él la esperanza de que la pesadilla terminara, se esfumaba.

Mientras los brigadista­s hacían todo lo posible por contener el avance del fuego, en El Baratillo, “Don Chencho” Salas se preparaba, junto con don Armando Vega, Araceli Torres y Genaro Salas, delegado de la comunidad, para recibir a los hambriento­s y fatigados combatient­es que en un par de horas empezarían a llegar.

Para “Don Chencho” la esperanza se desvanece, callado y siempre activo, entra y sale a su cabaña, donde apenas en un rincón se encuentra su cama rodeada de alimentos, medicinas y todo cuanto ha ido llegando para atender a los brigadista­s, pero hace una pausa: “Es deprimente ver cómo el fuego va arrasando con toda la sierra, en tan sólo 24 horas vimos el tamaño de la magnitud, tenemos 7 días viviendo en peligro y viendo sin poder hacer nada cómo se destruyen pinales, sotolares, magueyes, palmas y todo lo que había en esta hermosa serranía, muchas de éstas hace algunos años se usaban para hacer cosas productiva­s para la comunidad”.

Para “Don Chencho” no ha sido suficiente el esfuerzo que los brigadista­s de la Conanp han realizado, tampoco el despliegue de tropas en las brechas si no se apoya con agua en el combate, sabe que va muy lento y los resultados no se ven, además de que el viento no da tregua.

Agua, hay suficiente; hay pilas donde las naves se pueden abastecer, por agua no queda.

La esperanza de los habitantes de El Baratillo se ve cada vez más lejana, sin embargo, en el centro de mando, allá en el campamento base, las autoridade­s, durante la reunión informativ­a del viernes 26 a las 19:00 horas y ante la presencia del secretario de Gobierno, Fernando de las Fuentes, anunciaron que en las próximas horas se concretarí­a la contrataci­ón de los servicios de una aeronave cisterna 747, con la que se busca sofocar por completo el fuego que sigue avanzando.

El lunes, a las 12:30 horas, finalmente la aeronave realizó diversas descargas en la zona.

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El desastre natural registrado en la Sierra de Arteaga tendrá un impacto negativo, ya que es un pulmón importante para la capital del estado y además, la serranía es captadora de agua.
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La esperanza para José Inocencio Salas se ve cada vez más lejana y en su expresión, lo refleja.
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Ponciano Gaona, brigadista de la Conanp, originario del ejido Piedra Blanca.

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