Gracias a descargas del DC-10 avanza a 85% control de incendio
Hombres entrenados por la CONANP en el combate de incendios forestales, que provienen de distintos puntos del estado, son los que combaten frente a frente el siniestro, los que no salen en la foto, pero que su labor
es fundamental en esta conflagración que dejará una huella imborrable en la historia de Coahuila
Van a ser dos semanas desde que Coahuila se convulsionó ante la terrible noticia de un incendio en la Sierra de Arteaga que puso en riesgo a decenas de familias y que amenazaba con devastar cientos de miles de hectáreas de bosques.
La importancia de la Sierra de Arteaga, más allá de ser una zona boscosa y de mucho atractivo turístico, es la importancia que tiene como cuenca captadora de agua.
Cientos de hombres y mujeres se han movilizado tratando de detener el fuego que avanza y a su paso deja lo que antes eran hermosos bosques, en áreas grises y sin vida.
A pesar de los esfuerzos humanos y la aplicación de recursos y tecnologías de las más modernas, detener el fuego depende de esos hombres y mujeres que a diario se plantan frente a la línea de fuego y con pala, rastrillo, cuchilla y una impresionante condición física, enfrentan, con su propia vida, a un enemigo impredecible y mortal.
Poco se habla de estos hombres y mujeres.
Son quienes desde hace once días luchan hombro a hombro contra el fuego, que un día da tregua pero que al siguiente despierta con más furia.
Primer día
El miércoles 24 de marzo, Periódico Zócalo tuvo la oportunidad de llegar hasta el corazón del siniestro.
Eran las 2 de la tarde y en el ejido El Baratillo todo parecía en calma.
El Baratillo es una comunidad donde casi todos sus habitantes son familiares, son casas de descanso de coahuilenses que luego de cumplir su ciclo como trabajadores decidieron regresar a sus tierras y hacerlas vivir otra vez.
Es una comunidad flanqueada por dos cordilleras, poco menos de un kilómetro la separan de la guardarraya que divide a los estados de Nuevo León y Coahuila.
Conforme pasan los días, la angustia de sus habitantes crece ante el avance sin cesar del fuego que, por un lado, en lo alto de la Sierra El Álamo, en Santiago, Nuevo León, ya se asoma peligroso, y por el otro, la Sierra de Arteaga, que arde día y noche.
En esta comunidad se instaló el campamento de los brigadistas de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP)
En dos grupos, los combatientes provenientes de Jaboncillo El Grande, en Ocampo, de Sabinas, del ejido Piedra Blanca en Arteaga y de otros ejidos de este municipio, acampan.
Poco a poco, a las 6 de la tarde, los brigadistas van regresando del frente, ha sido un día complicado, la noche previa, en lo alto de la sierra, muy cerca de las cabañas, el fuego amenazaba con avanzar, el miedo y la incertidumbre se apoderó de sus habitantes, quienes a pesar de que están en riesgo, no dejan sus hogares porque son ellos quienes atienden y sirven a más de 1,250 brigadistas del Ejército Mexicano, Guardia Nacional, Voluntarios de Los Lirios, de Monclova y los de la CONANP.
Es en la casa de don José Inocencio Salas, él, es originario de El Baratillo, es su casa, aquí está su origen y con 75 años de edad no para, no deja de atender a una familia que le creció de la noche a la mañana.
Es padre de dos hijas y hoy enfrenta el reto de ser quien atienda, junto con su sobrina Araceli Torres y su esposo Armando Vega, a más de 250 combatientes que cansados y hambrientos regresan a descansar.
El reto es grande, pero la voluntad y el deseo porque la pesadilla termine lo es más, en atender a los combatientes también participan la señora Andrea Sánchez, Many Sosa, María del Jacerro Sánchez y Jesús Sánchez Gómez.
Entre todos, sirven y atienden con mucha paciencia a todo el que llega a pedir agua o alimento.
Mucho ha sido el apoyo de Víctor David Contreras, es el cocinero de la CONANP, en él recae la responsabilidad de preparar la comida para que todos sean alimentados antes de subir a la montaña y después de su jornada de trabajo.
Cerca de las 16:00, un helicóptero cisterna de la Comisión Nacional del Agua hizo su aparición en el cielo de El Baratillo, pronto, en una pila previamente preparada para abastecerse, cargó agua con retardante.
Ocho descargas realizó la aeronave, parecía que el apoyo aéreo llegaría y que el fuego tenía sus horas contadas.
Jueves 25
Desde un día antes había que dejar todo preparado para hacer el desayuno de los brigadistas, café, papas con huevo y frijoles sería el almuerzo.
Desde muy temprano, Víctor, con la ayuda siempre de Aracely Torres y Armando Vega, prepara lo necesario para que tan pronto bajen los brigadistas tengan todo listo para alimentarse y esperar la instrucción del ingeniero Felipe Ruiz, coordinador y responsable de atacar el avance del fuego de manera oportuna y evitar que siga avanzando.
El ambiente al amanecer era de incertidumbre, muy cerca de ahí una columna de humo se intensificaba, por lo que el temor de que el fuego hubiera brincado la brecha se asomaba entre los brigadistas, que un día antes habían estado en esa zona.
Pronto la noticia se confirmó, el fuego brincó la brecha en lo alto de la sierra, muy cerca de El Baratillo.
Las alarmas se encendieron y tan pronto llegó el ingeniero Felipe Ruiz distribuyó a los brigadistas en tres distintos frentes.
En el frente, donde el fuego avanza rumbo al ejido San José, se van elementos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano, son cerca de 100 elementos.
Los brigadistas de la CONANP provenientes de Jaboncillos El Grande, municipio de Ocampo, van liderados por Yerheni Raudel Gaona, un experimentado combatiente proveniente del ejido Potrero de Ábrego.
La instrucción es detener el avance del fuego que ya brincó la brecha; la cercanía con las casas es cada vez menor, así que es importante que los más experimentados, apoyados con elementos de la Guardia Nacional, del Ejército Mexicano y voluntarios provenientes de Monclova, se planten frente a la línea de fuego que, como la humedad, poco a poco avanza y que conforme pasen las horas, deberá ser detenida ante la posibilidad de que la temperatura aumente y los vientos arrecien.
Para Yerheni es importante detener el fuego, sabe que su mejor aliado es el viento, consciente de que las horas críticas son de las 11 de la mañana a las 4 de la tarde, moviliza a sus hombres y mujeres a lo largo de la línea de fuego para detener el avance.
No es otra cosa más que un tú a tú con el enemigo, es seguir la línea por donde avanza la lumbre y, a veces hasta con la mano, apagar cualquier brasa, por muy pequeña que ésta sea.
El fuego se propaga en laderas muy inclinadas y de difícil acceso, esto hace que el cansancio, el humo y el calor del fuego mermen la resistencia de los combatientes que no paran, que palmo a palmo caminan la línea de fuego porque saben que un descuido puede ser mortal.
Saber con exactitud dónde se encuentran los brigadistas es de vital importancia. Desde un punto estratégico, al otro lado del cañón, el ingeniero Felipe Ruiz, de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, observa atento las condiciones del clima, orienta y da seguimiento a los trabajos de los tres grupos desplegados en el frente.
Sobre el cañón hay muchas pilas con agua, pero no todas reúnen los requisitos como para que las aeronaves desciendan a cargar el vital líquido con retardante; es una tarea que el ingeniero Felipe Ruiz debe cumplir para determinar con exactitud dónde descenderán los helicópteros.
Del centro de mando, donde Carlos Sifuentes dirige, le piden localizar una pila en lo alto de la sierra y enviar coordenadas para que un helicóptero de la Guardia Nacional, tipo M11, pueda descender y cargar agua para apoyar las aceras en tierra.