La amenaza real del cambio climático
Adiferencia de la pandemia de coronavirus que nos tomó por sorpresa, trastocó de manera abrupta nuestro modo de vida e hizo de la muerte una presencia cotidiana, el cambio climático es un fenómeno que se ha estudiado por los científicos desde hace más de 100 años y sus conclusiones se han convertido ya en el sustento de acuerdos multinacionales para detener la mayor amenaza apremiante y de efectos irreversibles, que enfrentan la vida humana y el planeta.
Aunque los efectos del cambio climático pueden ser terriblemente más negativos que la pandemia, la mayoría de las personas y muchos gobiernos –incluido el Gobierno federal– no toman en cuenta estos hechos o creen que se trata de un riesgo a muy largo plazo. La verdad es que no se toma en serio la información científica o no se conoce, o peor aún, se prefiere hacer lo que las avestruces, “esconder la cabeza”.
Lo primero a tener claro es que el cambio climático es un desequilibrio de la naturaleza que ya sucede desde hace varias décadas en todo el planeta.
La mayor propensión a incendios forestales, el comportamiento irregular de las precipitaciones pluviales, el derretimiento de las capas de hielo en los polos, el incremento del nivel del mar, de la temperatura promedio de los océanos y en la superficie terrestre, el mayor número e intensidad de huracanes, la pérdida de biodiversidad y el cambio en los ecosistemas, entre muchos otros, son fenómenos asociados a un calentamiento progresivo del planeta provocado por la actividad del hombre, específicamente por la emisión de gases de efecto invernadero.
Y en estos gases hay que destacar los que provienen del consumo de combustibles fósiles para generar energía como el petróleo, el carbón y el gas natural, y que poco a poco se están sustituyendo por energías renovables como la hidroeléctrica, la solar y la eólica.
Tan alarmantes han sido los resultados de los estudios científicos sobre la evolución del clima global que la Organización de las Naciones Unidas creó en 1988 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y 197 países y territorios adoptaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992.
A partir de lo anterior se ha organizado anualmente la Conferencia de las Partes para el Cambio Climático (COP) desde 1995. Así se convino en 1997 el Protocolo de Kyoto en la COP3 que establece compromisos para que todos los países reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero y el Acuerdo de París de 2015 en la COP21, que logró un compromiso histórico para combatir el cambio climático e intensificar las acciones para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono.
La meta es conseguir que el aumento de la temperatura media del planeta se mantenga muy por debajo de los 2 grados Celsuis en este siglo tomando como base los niveles preindustriales (1850-1900) y hacer todo lo necesario para limitar el aumento a solo 1.5 grados. La hipótesis es que un incremento mayor traerá consigo alteraciones en el comportamiento del clima verdaderamente catastróficas.
En el mandato de Donald Trump como presidente, Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París para favorecer a las empresas norteamericanas con mayores emisiones de carbono, situación que ha sido corregida por el nuevo presidente Joe Biden, como una de las primeras acciones de su Gobierno; una medida alentadora por el liderazgo de este país en el mundo.
El próximo 22 de abril –Día de la Tierra- el presidente Biden convocó a 40 líderes del mundo, incluido el Presidente de México, a una cumbre mundial (virtual, por supuesto) sobre el cambio climático con la idea de recuperar el tiempo perdido. Será ocasión para que se reiteren ante la comunidad mundial las políticas del Gobierno federal contrarias a la estrategia de mitigar el cambio climático o bien se motive a una reflexión y se recapacite para detener el retroceso en el que avanzamos en México.